Por: Joaquín Hernández
CUADERNO DE BITÁCORA
Un niño de 11 años ha muerto este domingo tras ser atropellado en la autovía A-92, a la altura de la localidad granadina de Huétor Tájar. La Guardia Civil se ha hecho cargo de la investigación del suceso después de que varios conductores que circulaban por esa carretera alertaran del atropello.
El accidente ocurrió a las 6.45 horas en el kilómetro 201 de la citada autovía, cuando un vehículo que circulaba por la zona arrolló al menor, que se encontraba en la carretera, ha detallado la Guardia Civil.
Hasta aquí la noticia, la terrible noticia y ahora tenemos que meditar profundamente lo que ha podido suceder. Si, cómo es posible que un niño de 11 años circulase a esa hora andando por una autovía y siendo arrollado por uno de los vehículos que circulaban por ella.
El alcalde de Huétor Tajar explicaba que “se cree que el menor indocumentado era vecino de la localidad”. La pregunta es ¿qué protocolos han fallado en la acción social, primero del municipio, después de la comunidad y por último del gobierno del Estado? Porque si está claro que los primeros informes policiales dicen que es hijo de una familia desestructurada por la pobreza severa y en situación de extrema vulnerabilidad.
El caso no es solamente un accidente de tráfico, detrás del niño fallecido existe una importante cadena de desidia, incompetencia y, posiblemente, falta de recursos de la asistencia social municipal. Claro que la responsabilidad primero radica en el núcleo familiar, en el comportamiento de una familia en la misera de la vida, pero detrás del drama de la vida está la insolidaridad de una sociedad indiferente a sus convecinos, deshumanizada y sin empatía con los que más sufren, y al final de la cadena están los políticos que miran hacia otro lado y ponen toda clase de obstáculos burocráticos a lo que tiene que ser la inmediatez de la administración al gestionar las ayudas, urgentísimas ayudas, a estas situaciones de emergencia social.
Lo de Huétor Tajar no es una casualidad, no es algo extraordinario, los hay que no mueren atropellados en una autovía, hay niños que mueren de hambre, de tristeza, del suicidio que es la primera causa de la mortalidad, en jóvenes y adolescentes entre los 10 y 15 años, en nuestro país.
¿Podemos obviar esta realidad?
Oímos hablar del aumento de nuestra economía que se presenta como la de más crecimiento económico de la Unión Europea, del récord batido en la bolsa, en el IBEX35, alcanzando niveles históricos superando la barrera de los 16.000, de la bajada del paro y la subida de las cotizaciones, de que España va como un “misil” en cuanto a economía se refiera, sin embargo, no se refleja en la población ese crecimiento del que presume el gobierno,
La realidad es que en la España del siglo XXI pese a todo lo anterior, existe más hambre y miseria que nunca, porque lo del niño de Huétor no es un caso aislado, para nada, se repite con más frecuencia de la que deseamos. Trabajos precarios con sueldos basura, alquileres imposibles de pagar, aumento de los desahucios y estamos en un 25,8% según la encuesta de condiciones de vida, lo que se traduce en 12,5 millones de españoles y españolas sumidas en riesgo de exclusión social.
La pobreza infantil es algo especialmente preocupante, 2,3 millones de niños y niñas adolescentes pobres de solemnidad. Ante esta situación no valen alirones ni oles y un falso postureo diciendo que en España se vive bien, porque mientras exista un español con hambre, un niño desnutrido, el suicidio de un adolescente, la huida de la casa materna horrorizado por la situación miserable de su existencia, no habrá paz social en nuestro país.

