César Rodríguez entrevista en radio San Borondón a Santi López, profesor de historia contemporánea en el Liceo Francés Julio Verne de Tenerife, licenciado en Derecho, actor profesional -ha intervenido en montajes teatrales, cine y televisión- y autor de la novela Veinticinco días de agosto.
Santi López reflexiona sobre la sociedad actual, la corrupción, el individualismo, la falta de respeto por los derechos humanos y el capitalismo que todo lo inunda… A pesar del oscuro panorama actual, se muestra convencido de que estamos en el mejor momento de la historia. “Le pese a quien le pese – añade- sobre todo a las grandes multinacionales, que son las que están detrás de toda esta maquinaria del miedo, porque cuando uno tiene miedo es capaz de renunciar a sus derechos”.
Santi López, que se define como un ‘optimista crónico’, señala que de hecho hoy es cuando menos analfabetismo hay, cuando menos niños mueren en el primer año de edad, cuando más mujeres acceden a educación superior y cuando menos pobreza hay de toda la historia “es decir, la naturaleza humana es capaz de lo peor y de lo mejor, pero creo que la mayor parte de las personas somos más capaces de lo mejor que de lo peor”, afirma. En este sentido añade que el ser humano fue capaz por ejemplo de superar el fascismo y en el caso de España el franquismo.
Palestina
Sobre el genocidio que está sufriendo el pueblo palestino, considera que quien podrá parar este horror será la presión de la sociedad, aunque reconoce que en estos momentos la población parece “un poco pusilánime”.
Considera que los países tampoco hacen todo lo que deberían: “Sabemos que en este mundo económico global, las políticas nacionales se ven en inferioridad frente a una economía mundial, porque tiene más poder y palancas para hundirte. Y más cuando el capitalismo ha encontrado en la ultraderecha y la derecha, la herramienta perfecta para perdurar. Entiendo que es complicado para esos países estar en contra de un conflicto que es patrocinado por ese mismo sistema económico”.
A la pregunta de por qué un pueblo como el judío, que sufrió el holocausto, es capaz de asumir ahora este genocidio, responde haciendo una traslación a lo que ocurre a pequeña escala: “la psicología habla de que cuando una persona recibe maltrato en su infancia, al crecer hay muchas probabilidades de que haga lo mismo. Esto se puede trasladar a lo que ha ocurrido con el pueblo judío y su comportamiento hoy”.
También destaca el hecho sorprendente de como Netanyahu (igual que otros líderes enajenados a lo largo de la historia) han logrado crear un ambiente de delirio colectivo en Israel, de tal manera que la mayoría de la población ve como normal lo que al resto nos horroriza.
“Debe ser la población la que se movilice, tanto en Israel como en los países europeos y en el mundo en general, para que logremos parar esto”, concluye.
La Marcha a Gaza
Santi López fue una de las casi 4.000 personas que se sumaron a la Marcha Global a Gaza, una iniciativa internacional compuesta por 25 delegaciones de 54 países, con el objetivo de agruparse en la ciudad egipcia de al-Arish en el Sinaí y comenzar una movilización a pie hacia Rafah, frontera con Gaza. El objetivo era realizar una acampada para forzar, de manera pacífica, el fin del asedio en Gaza mediante la apertura de un corredor humanitario para asistir a la población palestina.
Junto a su hermana, médico y madre de tres niños, decidieron sumarse a la Marcha con la convicción de que frente a la barbarie, no se puede permanecer impasible.
“Fue frustrante en parte, porque no se consiguió que nos juntáramos las cuatro mil personas y realizar la marcha hacia Rafah. El estado militar de Egipto lo prohibió. Nunca antes había estado en un país con tanta policía en la calle…”, relata.
López explica como la organización de la Marcha fue infiltrada y se prohibió el derecho de reunión, lo que impidió cumplir el objetivo. Sin embargo, en medio de la nada, del ambiente de represión y control permanente, se encontraron con dos señoras de Madrid que habían asistido también. Una de ellas tenía 70 años, la habían operado de un cáncer hace 2 meses, tuvo su primer hijo a los 14 años y vivió 30 años en una chabola. Y allí estaba, en Egipto, había dejado a su marido de ochenta y pico en Madrid y decidió que tenía que hacer algo contra esta barbarie. “Viendo a esta mujer, pensé que la esperanza se te escurre de una mano y te aparece por otra, si esta persona es capaz de hacer esto, yo no puedo no tener esperanza”, concluye.