Joaquín Hernández
CUADERNO DE BITÁCORA
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio fue establecido el 10 de septiembre de 2003 por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS). El objetivo de esta proclamación es destacar la gravedad del problema del suicidio y promover acciones basadas en evidencias para su prevención, la fecha fue elegida para concentrar la atención en el problema del suicidio a nivel mundial, reducir el estigma asociado y aumentar la conciencia entre organizaciones, gobiernos y el público en general. Desde su primera celebración en 2003, cada año se ha continuado conmemorando este día con diversas actividades y campañas de sensibilización.
El caso de Fernando no es un caso aislado, a Fernando se le fue apagando cualquier resquicio de ilusión. Casado y con tres hijos adolescentes la crisis se cebó con él como con millones de españoles.
El embargo de su vivienda y su posterior lanzamiento ha sido el detonante para acabar con su vida. Fernando es uno de los 9 suicidas diarios que se quitan la vida en España.
Cuando se experimenta por mucho tiempo la soledad, gran cantidad de estrés, depresión, rabia y desesperanza, cuando sienten que después de luchar, de buscar, ensayar y sentir dolor, no hay ningún lugar a donde correr o nadie a quien acudir; se van aislando y el deseo profundo de esconder el dolor se hace presente.
Cuando el presente se convierte en un dolor interminable y la persona va entrando como en un ensimismamiento, percibiendo menos y menos de su entorno. Viene la desesperanza, pierde el balance, entra en un presente amargo y en un futuro sin ilusión. La persona se va adormeciendo, eventualmente deja de buscar ayuda y entra en el “trance suicida”, el suicidio se convierte en la única esperanza o solución para terminar con el dolor.
En este trance no hay esperanza, nadie puede ayudar, no hay sentido del humor, paciencia o perspectiva. El dolor es tan grande, que la única manera de sobrellevarlo o soportarlo, es no sintiéndolo. El sistema emocional, físico y mental, “se apagan”, y la persona queda viviendo en un cuerpo vacío por dentro, como en una caparazón. En otras palabras, lo que pasa con el suicidio, es que el dolor es mayor que los recursos o herramientas para manejarlo.
Este estado de desesperanza aprendida, donde nada importa, no hay esperanza de un futuro mejor, no hay ilusión o cura, no hay promesas. Sin esperanza se cierran las posibilidades.
El número de suicidios en nuestro país ha superado la cifra de muertos en accidentes de circulación, este dato nos debería hacer pensar en que mucho más allá de una cruel crisis económica, se encuentra un drama colosal de magnitudes insospechadas
Fernando ha dejó de existir sin pensar que la crisis se acabaría tarde o temprano y que a él le quedaban por delante muchos años de vida.
En la actualidad los tratamientos psicológicos o psiquiátricos se hacen cada día más necesarios, millones de ciudadanos, trabajadores, pequeños y medianos empresarios, autónomos, necesitan esa terapia urgentemente.
Al fin y al cabo, estamos hablando sobre la vida, debemos aprender más de la vida, antes de optar por la muerte; al fin y al cabo, el suicidio es una decisión permanente para un problema temporal.