Joaquín Hernández
CUADERNO DE BITÁCORA
Mi buena amigo Pablo, exiliado voluntariamente a Venezuela para evitar la cárcel en tiempos de la dictadura franquista, me decía, con no cierto temor: “Este juez Peinado no sé por qué, pero me da que tiene más poder que Franco, y eso me preocupa un testículo y parte del otro…”
Yo, uno que está hartito de ver cosas por esos mundos de Dios, que ha vivido y bebido lo suficiente para saber qué trago es bueno y qué es un buche malo, desde hace unos meses me vengo preocupando mucho sobre el mal llamado “poder judicial”. Digo mal llamado porque la justicia nunca debiera ser “poder”, la justicia debe ser, eso, nada más que justicia y que los que la administran lo hagan justamente, por lo menos así es como nos lo indica nuestra constitución: “todos iguales ante la ley”, “eres inocente hasta que no se demuestre lo contrario”, los jueces son los que imparten justicia. Teóricamente es así, pero impartir justicia de tal forma que todos queden contentos es imposible, ni siquiera Salomón lo consiguió, pero de eso a instruir un proceso a sabiendas que no existe delito alguno, lo considero una aberración judicial de tal magnitud que el juez que lo instruye debería quedar inhabilitado de por vida.
Todos tenemos clarísimo que el affaire Begoña, la esposa del presidente Sánchez, solo tiene un claro objetivo; obligar a que su marido dimita y convoque elecciones anticipadas, no hay más. Y no hay nada más porque su señoría, el Juez Peinado, ha buscado y rebuscado la más mínima implicación de Begoña en los presuntos delitos que se le imputan, trafico de influencias y corrupción, no hay delito, y lo dicen los fiscales, y lo dicen los informes de la guardia civil, y lo dicen los implicados, pero la instrucción judicial continua, y Peinado se muestra cada día más y más fuerte. Como Franco, pero con más cojones si cabe, su señoría quiere encontrar el más mínimo “resquicio” para alargar sine die, este sumario que está suponiendo el descrédito del estamento judicial más esperpéntico del mundo.
Peinado, no solo emula al caudillo Franco, lo quiere superar en cuanto a poder absoluto. Ahora ha llamado a declarar al presidente Sánchez, aun a sabiendas que, solo por el hecho de ser esposo de la “encausada”, se puede negar hacerlo, es decir puede no decir nada. Los testigos tienen el derecho de no responder a ciertas preguntas si pueden incriminarse a sí mismos o a sus cónyuges. Este derecho se conoce como el derecho a no autoincriminación y está protegido por la Constitución. Pero a el Juez Peinado parece no le importan las declaraciones del citado, lo que le importa es la repercusión social de la noticia, que corre como un reguero de pólvora de una tv a una radio y así estaremos hasta el día 30, fecha para la que ha sido convocado para efectuar la citada declaración.
Estamos asistiendo al acoso y derribo deliberado de un gobierno elegido democráticamente por la mayoría de los españoles, y al mismo tiempo nos están demostrando que Franco ha resucitado reencarnado en la figura del juez Peinado, que actúa utilizando la tupida red de tela de araña judicial, en beneficio de no tan oscuros “beneficiarios”. Abascal y Feijóo no han tardado en salir a la palestra solicitando la dimisión de Pedro Sánchez, blanco y en botella…
Cuando la justicia está en manos de intereses políticos, se convierte en una aliada de la “cosa nostra”, pierde toda credibilidad y es cuando los ciudadanos acaban desconfiando de ella y se toman la justicia por su mano.
Porque tal y como observamos, aquí el dueño de tu vida, hacienda, familia y futuro, si está en manos de jueces como su señoría Peinado, date por jodido.
Mi amigo Pablo acaba sorprendiéndome, cuando me dice: “Pues yo creo que con Franco vivíamos mejor, porque por encima de un juez cabrón siempre estaba el gobernador civil y el capitán general”… Creo que tiene razón.
¿Y no se puede hacer nada? ¿tan indefensos estamos?
¡¡asco de país!!