Joaquín Hernández
CUADERNO DE BITÁCORA
Aunque el MPAIC, Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario, quiso aprovechar la figura de Bartolomé García Lorenzo como activista del movimiento de Antonio Cubillo, nada más lejos de la realidad. Bartolomé era un joven de 21 años, estudiante de magisterio, hijo de un brigada de la guardia civil retirado y que tenía los mismos gustos y apetencia que cualquier chico canario de la época. Nunca se pudo comprobar fehacientemente su militancia en ningún partido clandestino y menos como activista del independentismo canario.
Otra cosa es que a la propia policía y al Mpaic le interesase imputar a Bartolomé en actos delictivos propiciados por Cubillo y su banda.
El chivatazo le llegó al inspector de policía José Antonio del Arco Martín, por medio de un estibador del puerto tinerfeño, amigo del enemigo público número uno, Angel alias “El Rubio” en búsqueda y captura por el asesinato de Eufemiano Fuentes, estaba escondido en un piso de la barriada de viviendas de la Divina Pastora. No quedaba duda alguna, todo indicaba que el delincuente más buscado en los últimos años estaba en Tenerife. Era la oportunidad para acabar con la búsqueda y apuntarse un éxito la policía tinerfeña.
Aunque le quedaban días para terminar sus vacaciones anuales, Juan José Merino Antón, experimentado inspector de la extinguida BIS -brigada de investigación social- fue el encargado de dirigir el operativo policial para la captura del peligroso Angel Cabrera, alias “El Rubio”.
El 22 de setiembre de 1976, Juanito al mando de una dotación de 20 policías armados más 8 inspectores y subinspectores de la policía secreta, irrumpieron sin más aviso, en la entrada del bloque de la viviendas de la barriada de la Divina Pastora, alarmando a los vecinos que se preguntaban que era lo que estaba ocurriendo, Juanito, al frente de los policías fue el primero en llegar al rellano, seguido de una docena de policías armados con la metralleta y con ordenes de disparar a matar a la primera de cambio.
Sonó el timbre y Bartolomé, que estaba en la cocina, le digo a su prima Antonia Lorenzo, titular de la vivienda, “yo abro…”. Estas fueron las últimas palabras que pronuncio.
Al abrir la puerta se encontró con un hombre que pistola en mano le encañonaba diciendo que eran policías, asustado por el revuelo que escuchaba desde las escaleras, intentó cerrar la puerta, fue en ese momento cuando Juanito, poniendo un pie entre la puerta y el rellano, quiso entrar. La fuerza del chico al empujar la puerta hizo que Juanito perdiera el equilibro y cayendo al suelo disparó contra la puerta, ya cerrada, 6 disparos, los otros policías a su vez apretaron el gatillo de sus metralletas y descargaron más de 30 disparos, alcanzando de lleno el cuerpo de Bartolomé, que cae al suelo mortalmente herido.
“Las balas perforaron, una el brazo, otra la arteria humeral, y dos el vientre, que le afectaron al hipocondrio, desgarro del hígado, estallidos múltiples en las regiones recto peritoneal y epigástrica” según el parte médico. Y aunque intentaron salvarle la vida, dos días después fallecía a consecuencia de las heridas. En la vivienda no encontraron rastro de “El Rubio”
La versión oficial no se dejó esperar y en el parte emitido por El gobernador franquista Rafael Mombiedro de la Torre, apoyó la versión policial que señalaban que Bartolomé estaba armado, y que su muerte se había debido a un enfrentamiento.
Juanito llegó a su casa pensando en seguir con sus vacaciones que se cumplían el 30 de setiembre, sin pensar en la reacción del pueblo tinerfeño que, aquella misma noche, se echó a la calle clamando justicia para Bartolomé. Miles de personas, una verdadera multitud pedía la cabeza del gobernador y la entrada en prisión de los policías implicados. Los vehículos de la isla lucían un lazo negro en sus antenas, los comercios y viviendas crespones en sus escaparates y balcones, toda la isla estaba con Bartolomé y su familia.
A toda prisa y casi cogiendo lo más imprescindible, Juanito, haciendo caso a su jefe, dado de baja de empleo hasta que no se completase la investigación abierta por el caso de la muerte de Bartolomé González Lorenzo, salió el día 26 de Setiembre a Madrid.
El entierro de Bartolomé fue multitudinario, las expresiones de duelo duraron más de dos meses.
Después de dos años de suspensión de empleo, pero cobrando el sueldo, Juanito, instalado cómodamente en la comisaria de Atocha, empezó a olvidarse del caso del falso hasta que en el año 1982 regreso a S/C de Tenerife para ser juzgado por el “supuesto asesinato del joven Bartolomé”
El inspector José Antonio del Arco Martín, pese a que, en 1982, es condenado por el homicidio de Bartolomé, a dos años de prisión, no cumple condena, y reaparece como escolta del ministro socialista Ernest Lluch, y después es destinado a la Comisaría General de Seguridad Social, donde es nombrado jefe de Contra vigilancia en la Unidad de Protección.
Juan José Merino Antón, también condenado a dos años, por la Audiencia de Tenerife, no cumple su pena, y más tarde es ascendido a subcomisario. Todos siguieron con su carrera policial, sin cumplir sus condenas: José María Vicente Toribio, es traslado a Zamora. Ángel Dámaso Estrada es ascendido a inspector y destinado a Madrid. Juan Gregorio Valentín Oramas y Miguel Guillermo López García corren idéntica suerte.
Han pasado 48 años. Juanito acabó de jefe de seguridad de una cadena de grandes almacenes en Madrid. Nunca pisó la cárcel, nunca tuvo remordimientos de conciencia, como el decía “la ley me ampara, porque yo sirvo a la ley y la justicia”
¿Cuántos Juanito existen en la actualidad dentro de los cuerpos de seguridad del estado?