Joaquín Hernández
CUADERNO DE BITÁCORA
Por aquellos años de los 70, vivir en Tenerife era un lujo en cuanto a calidad de vida me refiero.
Un inspector de policía casado y con dos hijas, podría estar rozando las 120.000 pesetas, incluido el plus de residencia en “ultramar”.
Juanito llegó y encontró la solidaridad de sus compañeros de la brigada de los social, especialmente en el comisario jefe llamado “el Matute”.
Matute era un verdadero matón al servicio de las cloacas del estado. Karateca con cinturón negro y 5º Dan, era el terror de cualquier ciudadano que tuviera la desgracia de caer en sus manos. Eso fue precisamente, lo que le ocurrió al trabajador Antonio González Ramos, que fue detenido y llevado a las dependencias de los bajos del edificio del Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, donde el comisario José Matute Fernández y Juanito “interrogaron” al obrero de la construcción de minas y pozos de agua, al que se le encontró, previo chivatazo de un familiar, 19 kilos de dinamita que utilizaba para una demolición en una mina de agua del norte de la isla y que contaba con todos los permisos reglamentarios y el visto bueno de la Guardia civil.
Tras varias palizas y trato vejatorio, utilizando todo el material disponible para la tortura física y psíquica, Antonio González Ramos fallecía a manos de la Gestapo del régimen. Llevaron el cadaver a la carretera de Taganána y lo lanzaron por el precipicio alegando que “en un intento de fuga del detenido, abrió la puerta del coche y se lanzó al vació”, en el informe policial se hizo constar que Antonio era miembro activo del partido de Unificación Comunista de Canarias, otra falsedad que nunca se comprobó.
Este, quizás, fue el caso más relevante del torturador policial, hubo muchos más que fueron silenciados y que pasaron a mejor vida gracias a “el Matute”, del que fue juzgado y sentenciado y amnistiado sobre la marcha en el año 1978.
Juanito tuvo suerte porque Matute asumió toda la responsabilidad del asunto, y escapo indemne de la acusación de cómplice necesario del asesinato del trabajador isleño
En Tenerife, y salvo los cuatro “chalaos” miembros del MPIAC (Movimiento para Autodeterminación e Independencias del Archipiélago Canario) liderado por Antonio Cubillo desde el destierro argelino, y Angel Cabrera alias “el rubio” en búsqueda y captura acusado del asesinato de Eufemiano Fuentes, poco más había que contar.
No era difícil encontrarte con Juanito en el Monitor, un pub de moda en Santa Cruz, o en las tertulias de la barra del hotel Diplomático alardeando de la vigilancia al que tenían sometido a un alemán, residente en la urbanización de Tabaiba baja y propietario de un hotelito llamado Oasis San Susi, por supuesto tráfico de armas.
Con la muerte del dictador y el desmantelamiento de la celebre “brigada de investigación social”, fueron muchos los miembros de esta que salieron por patas temiendo que muchos de sus torturados quisieran acabar con la vida de sus torturadores y fueron destinados a comisarias de otras zonas del país “más tranquilas”
Canarias fue una de estas regiones elegidas por un par de decenas de integrantes de las SS española al servicio del franquismo.
Asi llegaron a la comisaria del gobierno civil tinerfeño, Donato, Pablo, Jaime “alias el lobo” y otra media docena subinspectores e inspectores de la policía secreta del régimen.
Por medio de Juanito, tertuliano y amigo del director del Hotel Diplomático, con precio especial, algunos de los recién llegados se hospedaron en el hotel santacrucero. Se les notaba inquietos, recelosos, nerviosos, no se relacionaban con ninguno de los huéspedes o tertulianos de la barra del Diplomático, donde Tomasito, un barman experto en oír y no hablar, nos preparaba su famoso coctel “brisas del Teide”. Aquella noche del sábado (como todos los días que jugaba el CD. Tenerife en el estadio Heliodoro Rodriguez López, a escasos 300 metros de distancia del hotel) había ganado el equipo local y en la barra había cierta algarabía, eran las 8 de la tarde y Marrero, un tipo de 1.87 mts y con una envergadura importante, además de ser luchador de lucha canaria, estaba pinchando discos, en la gramola, de Mari Trini. A esas horas no se molestaba a nadie. De repente y con la pistola en la mano derecha, entro por el salón que daba a la barra un tipo que vociferando nos increpaba a apagar la gramola y nos “invitaba” a abandonar el bar, en la mano izquierda nos enseñaba la placa que le acreditaba como policía secreta. Al principio nos quedamos acojonaos, todos estábamos con los huevos de corbata, todos excepto Marrero, que con su whisky en la mano se acercó al policía y le dijo, al mismo tiempo que le quitaba la pistola, “mira hijo puta, fascista de mierda, vuestra hora ya pasó, sal de mi vista o te arranco los cojones…” Pablo, que así se llamaba el ex Gestapo español, se puso rojo y echándose a llorar salío como alma en pena del bar del hotel. Llamamos a Juanito y le contamos el tema de su compañero Pablo. Nunca supimos lo que le dijo, lo que si sabemos es que al día siguiente abandonaba el hotel a primeras horas de la mañana. Más tarde supimos que en la habitación de una pensión de Cádiz apareció muerto, suicidado presuntamente con un tiro en la cabeza.
Aquel verano Juanito y su familia, junto con su amigo el jefe de compras de la constructora, se fueron de vacaciones en un par de caravanas a recorrer la península. A su vuelta a primeros de setiembre Juanito, se le notaba feliz, invitando a unas copas en la tertulia de los viernes, nos contaba su periplo vacacional.
Aquel día 21 de setiembre de 1976 cambió la vida de Juanito, una llamada de la comisaria le avisaba que tenía que anticipar su entrada de servicio y que el comisario quería hablar con él. No era normal que, a menos que fuese por una actuación policial en la se necesitase a todo el personal disponible, estás prisas.
La cuestión era la siguiente: Se había recibido un chivatazo de un confidente, que, en un piso de la barriada de la Divina Pastora, se encontraba escondido Angel Cabera alias “el Rubio” y era la oportunidad de detener al famoso delincuente, que siendo Juanito un experimentado policía, querían que organizase el operativo para detener al peligroso delincuente.
Un verdadero honor para nuestro amigo, el cual regreso tan contento a contarle a su mujer y amigos más íntimos su peligrosa misión al servicio del orden público y que posiblemente le otorgasen la medalla de oro al mérito policial.
El día 22 de Setiembre de 1976, a las 8 de la mañana, una dotación compuesta por 3 Jeep Land Rover de la policía armada con 18 policías y dos sargentos, más dos coches Z de la brigada con 8 inspectores y subinspectores, componían la fuerza policial para la detención de “el Rubio”.