Joaquín Hernández.
CUADERNO DE BITÁCORA
Si usted ve estás letras en la entrada de algún edificio en el que piensa comprar una vivienda, tendrá que saber que algunas viviendas están destinadas a “Vivienda Vacacional”.
Es la nueva modalidad que tiene el turismo basura para viajar al minimo coste posible. Una vivienda vacacional es una propiedad de un particular que se alquila a turistas para estancias cortas. Es distinto a un apartamento turístico que es una vivienda que ha sido diseñada y destinada específicamente para fines turísticos. A diferencia de las viviendas vacacionales, los apartamentos turísticos suelen encontrarse en edificios o complejos dedicados exclusivamente al alquiler para turistas, lo que les proporciona un ambiente más similar al de un hotel.
Asi de sencillo y de complicada es la cuestión, o sea que, alquilando el piso por estancias cortas, se consigue mayor rentabilidad a la inversión, que en algunos casos puede llegar hasta el 50% de beneficio en la mayoría de los casos de dinero difícil de fiscalizar, o sea de mano en mano y sin factura para evitar el cobro del IGIC.
El problema es que hemos pasado de alquilar pisos para turistas por estancias de una semana o dos, a alquilar habitaciones por el mismo espacio de tiempo. De esa forma se amueblan viviendas de tres o cuatro dormitorios con un baño, cocina y salón comunitarios convirtiéndose, bajo el anagrama de Vv y la legislación al respecto, en pisos pateras donde las broncas, juergas nocturnas y toda clase de saraos, incluido el consumo de drogas, están a la orden del día. Los barceloneses saben muy bien como se ha ido deteriorando el turismo en la ciudad condal, donde han pasado del turismo de calidad a una especie de gran ciudad donde predomina la inseguridad ciudadana, y alquilar un apartamento o piso se ha convertido en una quimera, una utopía.
Canarias, como territorio insular, no puede permitirse el lujo de seguir masificando el turismo, no se trata de prohibir por prohibir, se trata de normalizar la entrada de turistas aplicando normativas distintas a las que se han venido utilizando. Cuando hablamos de turismo y de su importancia y repercusión en la economía canaria debemos tener en cuenta que, tal y como están las reservas hoteleras y de apartamentos, este año volveremos a batir el récord de entrada de turistas,
El sur y el norte de la isla de Tenerife, la capital y el sur de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y La Palma se verán colapsadas entre los meses de mayo a noviembre.
Necesitamos del turismo como motor de nuestra economía, eso nadie lo niega, pero no podemos engañarnos con cantos de sirenas, el turismo o lo controlas o se masifica tanto que es como la carcoma, va deteriorando todo el territorio donde se instale.
Muchos hemos sido los que augurábamos, ya en los años 80, que el turismo en Canarias estaba sin ningún control y al pairo de los carroñeros, los buitres de la especulación turística nuestro territorio isleño. Los tours operadores se frotaban las manos ante la gran demanda del turista europeo y por las islas. Después la llegada de los oportunistas, promotores de aquí te pillo, aquí hago negocio y me largo, las corporaciones municipales que se corrompían una tras otras vulnerando, al gusto del “consumidor”, los planes de ordenación urbana. Nuestras zonas turísticas se han convertido en un mazacote de cemento sin más pretensiones que recibir al turismo masivo con precios de miseria.
Los canarios parece que empiezan a despertar del letargo donde han estado sumidos 50 años. Ahora han demostrado su hartazgo a las políticas permisivas, a la mirada al ombligo de los sucesivos gobiernos autonómicos. La Ley de costas de poco ha servido, se siguen construyendo hoteles vulnerando el limite exigido por la ley y se levantan construcciones, como la de playa de la Tejita en el sur de la isla de Tenerife, con la complicidad de políticos y justicia.
Ante toda esta asquerosa martingala mafiosa, tenemos que alzar nuestras voces, no lo hacemos por nosotros, lo hacemos por nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros descendientes, para que sepan que supimos luchar por nuestra tierra.
Ni viviendas pateras, ni hoteles fantasmas, ni llegadas masivas. Si al control responsable de nuestra primera industria, si a la creación de tasas turísticas que ayuden a la conservación de nuestros parques naturales, si al empleo de calidad en la hostelería, si al apoyo al desarrollo sostenible de nuestro territorio y si al reparto equitativo de la riqueza que proporciona nuestra naturaleza isleña.