Por Armando Marcos
El nuevo Gobierno de España es de obediencia catalana y vasca. Sus representantes enarbolan la bandera de una burguesía capitalista ebria de egoísmo y avaricia.
En su momento, en sus inicios, traté informarme sobre las motivaciones y reivindicaciones politicas y sociales de Carles Puigdemont y de los partidos del ‘procés’ para defender un referéndum democrático pacífico no vinculante en Cataluña dentro del marco de la Constitución Española.
Mi posicionamiento fue transparente y público en la red social Twitter con fuertes polémicas por hablar con ligereza (desde mi sensibilidad) de la “raza catalana”. Tal es así, que tuve un duro debate con el ex presidente del partido Ciudadanos, Albert Rivera, y las duras críticas, insultos y descalificaciones del Partido Popular y otros ciudadanos.
Sin embargo, tras la fuga de Puigdemont de Cataluña dejando abandonados, condenados y encerrados en prisión a sus amigos y compañeros, entendí que el ‘procés’ era una aventura politica romántica que podría repetirse. Pues tanto Puigdemont como Oriol Junqueras, podrían volver a exigir a las buenas o las malas un nuevo referéndum y la autodeterminación de Cataluña.
Más temprano que tarde, con la anuencia del secretario general del PSOE y sus palmeros de Ferraz, el nacionalismo burgués catalán volverá a salpicar las calles de Cataluña de desórdenes, revueltas y enfrentamientos de imprevisibles consecuencias. La incertidumbre está servida. Y la inseguridad jurídica también.
Pedro Sánchez se ha rodeado de ministros de ideologías conservadoras alejadas de la identidad del socialismo histórico y de su fundador, Pablo Iglesias.
Sánchez se ha decantado por veintidós ministras y ministros sumisos a “La Voz de su Amo”, cuyo servilismo y mediocridad les obliga a ser “obedientes” al poder Ejecutivo que no quiere ministros de perfil crítico, sino que no hablen del Gobierno. Lo que me atrevo a llamar “dictadura de la palabra”.
El perfil del nuevo Gobierno es de “obediencia castrense” a Pedro Sánchez. Con este Ejecutivo hecho con alfileres y “pactos estratosféricos” en la oscuridad del túnel de los chantajes, es de obligado compromiso jurar la Constitución y prometer, además, la sumisión a Sánchez. La sumisión de los necios.
Los nombramientos de algunos ministros, como el del canario Ángel Víctor Torres, es vergonzoso. El ex presidente de Canarias, es el nuevo ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. Ese traje y el cargo le vienen muy ancho al ex concejal y ex alcalde del ayuntamiento de la ciudad de Arucas en Gran Canaria. Su mediocridad como político integrado en el clan de amiguetes del Partido Socialista Canario (PSC) donde manda “manu militare”, Sebastián Franquis, deja claro que Torres es un “chusquero” de la política doméstica, del víctimismo y el lloriqueo dando pena. Esos son sus méritos para llegar a ser ministro de un Gobierno cuyo presidente, Pedro Sánchez, ha militarizado su discurso. Ha vendido el PSOE a la alta alcurnia catalana y vasca. Ha descuartizado el PSOE por su egoísmo de mantenerse en La Moncloa arrodillado ante “la cruz y el catecismo” de Puigdemont.
El PSOE ya es un partido burgués y de derechas.
Primero, Felipe González, acabó con el marxismo por orden de Willy Brandt,
ex canciller federal de Alemania. Ahora, Pedro Sánchez, “mercenario” de la política y socio europeo del neoliberal capitalismo, ha acabado con el socialismo que él mismo ha desintegrado y borrado de la Historia. El PSOE, y en concreto el Partido Socialista Catalán (PSC), pierde peso en este nuevo y débil Gobierno. La desconfianza en todos los políticos y en el nuevo Gobierno, con una oposición mediocre, matona, insultante, altanera, crispada y violenta sin aportar alternativas, hacen de España un país oscuro, sin estabilidad política y sin rumbo hacia el optimismo.
La democracia queda erosionada y debilitada.
Mi desengaño y decepción es evidente. Lo confieso.
La incertidumbre nos acecha.
Pedro Sánchez destacará en los libros de historia como “El sepulturero del PSOE”.