CUADERNO DE BITÁCORA
En la historia de los tiempos, la monarquía no ha sido el mejor sistema de gobierno que sirva de modelo para una sociedad moderna. No funcionan las instituciones que se amparan en la sucesión, como sistema eterno de ordeno y mando. No ha funcionado y no funcionará.
El problema de la sucesión del General Franco en la Jefatura del Estado, teniendo en cuenta la promesa del general golpista de devolver a la Casa Real española sus privilegios, estaba clarísimo. El propio Conde de Barcelona en el Azor, convino con el dictador la entrega de su hijo Juan Carlos para que, formado en la España de los principios fundamentales del Movimiento Nacional, ocupará la jefatura del Estado una vez muerto el tirano. El 6 de diciembre de 1.947 en referéndum obligatorio se aprueba la ley de Sucesión en la Jefatura del Estado.
El contenido fundamental de la ley era:
• (Artículo 1) España se constituía en Reino: “España, como unidad política, es un Estado católico, social y representativo que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino”
• (Artículo 2) La Jefatura del Estado correspondía al «Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde»
• (Artículo 6) En cualquier momento el jefe del Estado (Franco) podía proponer a las Cortes la persona que debía ser llamada en su día a sucederle, a título de Rey o de Regente.
La suerte de los españoles estaba echada, un referéndum que obligaba a votar a todos los españoles salvo que se arriesgaran a ir a prisión sin más requisitos que un informe policial, o pasar por la checa de la policía del régimen y recibir la paliza de tu vida, era el mejor aliciente para acercarse a las urnas. Con una asistencia del 97% de la población mayor de 21 años, el 87% del censo voto si al regreso de la monarquía en España.
A partir de ese momento supimos que la vuelta de la familia real al Palacio de Oriente era un hecho en un futuro más o menos corto. La longevidad del dictador hizo aplazar las ansías del Conde de Barcelona, que más entregado a sus viajes en su yate Giralda que al sufrimiento de los españoles en una España sometida a la bota de un déspota, miraba de reojo el acontecer de “sus súbditos” sin importarle ni mucho ni poco su sufrimiento.
La historia de estos últimos 48 años la conocemos todos. Al Rey Juan Carlos I nos lo inyectaron como un chute de vacuna a un pueblo inmaduro y adolescente que saliendo de una dictadura y con el lastre de más de un millón de muertos, votaba si a todo lo que pudiera suponer democracia.
La Dictacracia en la que vivimos nos impide ser los verdaderos soberanos, los artífices y dueños de nuestro destino. La monarquía parlamentaria no está legitimada por el pueblo que en su mayoría reclama el derecho de decidir cómo quiere ser administrado. No podemos seguir asistiendo a sucesiones de padres a hijos sin más protagonismo que ser meros observadores del acto. No nos sirven las Leyes Orgánicas que quitan y ponen reyes perpetuando una casta en decadencia.
La monarquía en todo el mundo tiene los tiempos contados, ni siquiera los ingleses, en su mayoría, están de acuerdo en mantener parásitos en Buckingham. El caso es que no tienen margen de cambio, las monarquías actuales, por muy parlamentarias que se quieran hacer pasar, carecen de lo más imprescindible: el plebiscito popular que refrende su trono. Felipe VI, si quería pasar a la historia como un monarca comprometido con el pueblo al que reina, debió, antes de aceptar la sucesión a dedo de su padre y emulando al dictador Franco por la Gracia de Dios, someter su coronación al pueblo mediante una consulta popular donde depositemos nuestra confianza en una nueva monarquía o bien rechacemos y cambiemos su trono por un sillón para el presidente de una nueva República Federal Española.
Seguramente Leonor, su sucesora, lo hará.
Joaquín Hernández