CUADERNO DE BITÁCORA
Me decía mi tío abuelo Bernardo que los problemas de la pareja se solucionaban en la cama, en el “tálamo nupcial”. Por lo visto antiguamente se solucionaban las broncas y la peleas en el seno matrimonial a base de polvo va polvo viene. En la actualidad, parece que la solución al cabreo de pareja no se arregla en la cama, muy al contrario, da la impresión de que ese mueble se utiliza poco o casi nada para el regodeo sexual.
En la boda de mi hijo, en mi turno de palabra, le dije que: “el matrimonio se parecía mucho al espectáculo de los forçados portugueses que se ponen media docena de ellos en el extremo de la cuerda y otros tantos en el otro extremo, el juego consiste en tirar de la cuerda, de tal forma que gana el grupo que es capaz de hacer caer en la arena de la plaza de toros a los contrarios que se ven incapaces de soportar la fuerza y presión de sus contendientes. O sea que; o se rompe la cuerda o uno de los dos se va al suelo”. Decía que el matrimonio tiene su símil, en el sentido que si alguien no afloja la tensión hará romper el vinculo matrimonial. Se ve que ni mi exnuera, ni mi hijo aflojaron, o bien se cansaron de aflojar.
El caso es que, en Canarias, nuestras islas, baten el récord de separaciones y divorcios con 65.4 rupturas de matrimonios por cada 100.000 habitantes, por delante de la media nacional que tiene 47,1 por cada 100.000 habitantes.
Los canarios y canarias aguantamos menos que los peninsulares en eso de la resistencia en la convivencia de pareja, el caso es que llevamos batiendo el récord de divorcios a nivel nacional desde el año 2019, según recogen los datos recabados por el servicio de estadística del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
El problema de la convivencia de la pareja tiene mucho que ver con la situación económica, más del 60% de los matrimonios o parejas separadas o divorciadas empezaron sus desavenencias por el problema del dinero, el desempleo de uno u otra, la precariedad y la falta de compromiso para afrontar un futuro incierto, es el motivo principal del desapego y la final ruptura.
Después empiezan los problemas, ¿esto es mío y esto es tuyo? La custodia compartida de los hijos, hasta la mascota es motivo de discusión.
Pero, una vez superados algunos inconvenientes (hacerse respetar por los hijos ahora que solo hay un adulto en casa, elegir un hogar, encargarse de engorrosas tareas de las que hasta ahora se ocupaba el otro o la otra —léase poner una lavadora o cambiar el aceite al coche—, gestionar la maltrecha economía, reactivar la agenda social, entablar nuevas relaciones…), los miembros de tan envidiable club afrontan lo mejor de sus vidas. Desgraciadamente para la mayoría del género humano es más fácil dominar a los demás que dominarse a uno mismo.
Si realmente son infelices juntos, divorciarse es lo mejor que pueden hacer. Pero siempre serán padres de sus hijos. Van a seguir estando en la vida del otro. Deben pensar en cómo harán esto y evitar usar a los hijos como carne de cañón.
Los canarios y canarias parece ser que no tienen demasiada recámara y, al contrario que sus antepasados donde el divorcio estaba mal “visto” y aguantaban carretas y carretones por el “qué dirán”.
En definitiva, hoy en día las parejas prefieren el tema de convivir sin casorios, sin gastos ni convites de banquetes de boda, sin lunas ni rollos de miel. Ahora sin pagar abogados matrimonialistas, ni gastos judiciales, de la noche a la mañana meten en su neceser el cepillo de dientes y … sayonara baby