Otra vez los fríos datos nos vuelven a situar en el nivel real en el que estamos en España, hace unos días el Instituto Nacional de Estadística actualizó los datos de viviendas vacías, y si la última vez eran 3.400.000 viviendas, la cifra ha aumentado en 400.000 hasta las 3.800.000.
En Canarias, la tierra que más nos duele, la cantidad de viviendas vacías asciende a 211.000, lo que supone en torno al 20% de las viviendas totales que hay en el Archipiélago. La vergüenza, la grosería, el hastío, el fracaso mayúsculo de nuestra clase política, se verá aún más claro si esta realidad española la comparamos con las estadísticas que nos vienen de Europa. Porque según los datos de vivienda vacía, en la Unión Europea se estima que hay unos 11 millones de casas deshabitadas. ¿Por qué España, con el 11% de la población de la Unión Europea, alberga casi el 40% de las viviendas vacías del continente? Y otro dato más para rematar: la media europea de vivienda sociales asciende al 9,3%, en España en cambio esta cifra apenas supera el 2%. Si a esto le sumamos la renta media de los españoles, muy inferior a la media europea -mucho peor la canaria-, o los precios del alquiler disparados por obra y gracia de la especulación, del alquiler vacacional y de la cobardía de los gobiernos, tenemos servida la tormenta perfecta que condena a buena parte de nuestra gente, en especial a los jóvenes, a una vida precaria, sin futuro, ni expectativas.
¿Qué está pasando? Es sencillo, un bien de primera necesidad, recogido incluso en la Constitución, la base para cualquier vida digna, está siendo transformado en objeto de especulación, está siendo financiarizado, acaparado y apalancado con fines puramente lucrativos, con grave perjuicio para el futuro y la pervivencia de un país. Se imaginan que volviera una nueva pandemia con otro virus muy mortífero y la vacuna que nos salva estuviera siendo acaparada y guardada por unos cuantos, sin voluntad de ponerla en condiciones justas al servicio de todos. Seguro que en ese escenario habría consenso mayoritario para obligar de alguna manera a los acaparadores a ofrecer la vacuna, pues algo parecido sucede con la vivienda, con una diferencia clara, en este caso no importa el sufrimiento, las depresiones, las familias rotas, los jóvenes sin futuro, la miseria generalizada o los suicidios inducidos.
Cierto que llegados a este punto acabamos donde siempre se acaba cuando hablamos de este asunto: egoísmo por encima de comunitarismo, la propiedad privada, la piedra angular de todo nuestro sistema económico, o lo que es lo mismo, si la gente, si los propietarios que compraron esas viviendas legalmente deciden mantenerlas vacías para especular o para lo que sea, están en su derecho, de modo que cualquier gobierno o administración que pretenda intervenir o disponer de esas viviendas estará rompiendo las reglas del juego que nos dimos en la Unión Europea. Hasta ahí bien, nada que objetar a ese argumento -aunque no me guste-, pero hay muchas formas indirectas de intervenir en el mercado de la vivienda sin que esa intervención suponga interferir en el derecho de propiedad del particular, porque si una función tienen asignadas las administraciones en Europa, por encima de cualquier otra, es la de equilibrar o regular de alguna manera los desequilibrios cuando éstos son demasiado groseros o afectan de manera clara a la economía del país. De nuevo nos convendría darnos una vuelta por Europa para comprobar cómo muchos países gravan fuertemente con impuestos las viviendas vacías, y no pasa absolutamente nada. El tabaco por ejemplo, en España tiene un impuesto del 79%, con el que se pretende prevenir su consumo por lo nocivo que es, nadie dice nada, no va contra las normas, no pasa nada, ¿por qué no hacer lo mismo con la vivienda? O en sentido inverso, ¿por qué no incentivar y bonificar fuertemente la puesta de vivienda en alquiler? En España hacen justo lo contrario, y el gobierno “más progresista de la historia” saca una ley al final de la legislatura que lo único que hace es fastidiar aún más a los propietarios para que se les quiten las ganas de poner sus viviendas en alquiler. Tres cuartos de lo mismo sucede con otras leyes que se podrían aprobar pero no les da la gana. Así las cosas, si sabemos que en un país de turistas, buena parte de la vivienda de alquiler que antes era de larga temporada se está dedicando al alquiler vacacional, ¿por qué no regular, fiscalizar y limitar el alquiler vacacional, como hacen en algunos países de Europa y tímidamente en alguna comunidad autónoma, como el País Vasco? Y si sabemos que otro problema gira en torno al poder acaparador y especulativo de los fondos buitres, ¿por qué no aprobar leyes como la de Tanteo y Retracto, que permitan a las administraciones competir con ventaja con todos estos buitres y ampliar el parque de viviendas sociales sin necesidad de construir más? ¿Y por qué no presionar a la banca española a la que rescatamos para que devuelvan en vivienda o facilidades parte de lo prestado? Y si sabemos que otro de los problemas es que medio mundo quiere venirse a vivir a España, por su clima benigno, el bajo poder adquisitivo de los españoles, sus fiestas, sus servicios públicos o sus oportunidades, ¿por qué no limitar la venta de viviendas a extranjeros, como también están haciendo ya cada vez más países del mundo capitalista y no pasa absolutamente nada? ¿Por qué no una moratoria turística con la que frenar la especulación continuada en torno a la vivienda?
En definitiva, ¿por qué no hacen nada de todo esto que podrían hacer perfectamente nuestros gobernantes? La respuesta que voy a dar tal vez no guste a muchos, porque nos deja un panorama muy, muy triste y desalentador, pero si no lo dijera estaría faltando a lo que pienso. Y no hacen nada por dos razones fundamentales, la primera porque buena parte de los que mandan tienen intereses mayores o menores en el sector inmobiliario, esto es, la mayoría participan de alguna manera de todo este tinglado especulativo del capitalismo ultraliberal, y, por consiguiente, no van a hacer nada por cambiarlo, porque priman sus intereses particulares por encima del bien común. El segundo motivo que está detrás de esta inacción es el odio, porque en este país de rencores y fobias ancestrales todo se lleva al terreno de la ideología, un terreno fanático donde no hay lugar para la empatía, donde nadie se pone en el lugar del que sufre, porque siempre aparece antes esa maldita ideología del odio y el frentismo para cegar, la misma que pervive en este país desde hace casi 100 años y tiene a mucha gente todavía enterrada en una cuneta sin que a nadie importe, y a otras tantas sin casa ni posibilidad alguna siquiera de soñarla, con casi 4 millones de viviendas vacías. Y aún me cabe si me apuran un tercer motivo, para los que no tengan intereses en el sector inmobiliario y tampoco albergan odio, en este caso es porque son cobardes y no se atreven a implementar este tipo de medidas más frontales contra el capital.
Así las cosas, este odio, esta ceguera, este fanatismo, esta sinrazón o esta cobardía, es lo que impide que en España se firmen consensos básicos y duraderos sobre temas fundamentales como en este de la vivienda, cosa que sí sucede en otros países de nuestro entorno con menos historia de rencores eternos. A modo de ejemplo, en países como Dinamarca, Italia, Francia o Reino Unido tienen fuertes impuestos a las viviendas vacías, siendo gobiernos conservadores o progresistas, da igual. En otros países las viviendas vacías se demuelen directamente y no pasa nada. Hay países como Holanda donde incluso está legalizada la ocupación cuando la vivienda lleva mucho tiempo vacía. Y en países como Austria, donde no hace mucho gobernaba un partido de ultraderecha similar a Vox, mantienen una política de viviendas sociales puntera en Europa y nadie lo discute nunca, ni llaman a nadie comunista o fascista.
Y así acaba mi alegato de hoy, con una reflexión final si acaso: esta mañana escuchaba al presidente saliente de Canarias Ángel Víctor Torres, despidiéndose de su cargo todavía compungido e incrédulo por no haberlo renovado. Hablaba de lo mucho que hizo y de lo bien que está la economía canaria, pues no señor Torres, usted fracasó como gobernante cuando no fue capaz de poner ni media vivienda para su sufrido pueblo. Misma reflexión le vale a Pedro Sánchez y a su amiga Yolanda, fracaso estrepitoso en sus cuatro años, cuando olvidaron atender este derecho básico que nos empobrece a todos, de modo que si pierden el 23J y entran las derechas -ojalá no sea el caso-, no empiecen a culpar a los demás, la culpa está en sus traiciones, sus renuncios y sus cobardías, entiéndanlo de una vez por todas.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.