Si yo les pregunto si saben quien es Omayra Sánchez Garzón, seguramente me dirán que no tienen idea de quien es esa persona, pero si les digo que Omayra fue la niña de 13 años que murió víctima de la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985 y que estuvo 3 días atrapada entre el lodo y los restos de su propia casa, mientras que las televisiones de todo el mundo transmitían incesantemente sus últimas horas de vida, su agonía, supongo que todos la recordarán.
En estos últimos días hemos asistido a la tragedia de la muerte de 4 millonarios norteamericanos a bordo de un sumergible, desaparecido en el fondo de las aguas del Océano Atlántico Norte. Las televisiones de todo el mundo han seguido, minuto a minuto, el posible rescate del sumergible y su tripulación. Al mismo tiempo en el Mediterráneo se producía el hundimiento de un pesquero con más de 750 personas inmigrantes a bordo, de las que murieron cerca de 140 y otras 500 personas se les da como desaparecidos.
Quienes dicen que se les ha dado más notoriedad a los 4 millonarios norteamericanos desaparecidos en el sumergible, que, a los 700 muertos y desaparecidos inmigrantes subsaharianos, porque los norteamericanos eran ricos y estos negros y miserables parias, mienten, entre otras cosas porque la niña Omayra era muy pobre y su muerte fue televisada al mundo mundial.
Lo que ocurre es que los inmigrantes son noticiables de uno o dos telediarios, la agonía de las personas del sumergible, a sabiendas que les quedaba oxigeno para 5 días como máximo, era noticia de cada hora. Así que mantener la audiencia en un tema cuyo coste es baratísimo vale la pena. Al igual que la agonía de Omaira, en estos días hemos asistido a la cuenta atrás de la muerte de los millonarios yankis. Según me informan, la armada norteamericana sabía, desde el domingo pasado, que restos del sumergible yacían al costado derecho de uno de los trozos del Titanic. El show estaba servido, la muerte a plazos se televisaba y ese era el negocio, lo del pesquero no daba más que para un telediario, el tic tac del reloj corría en contra de los, aun “supervivientes” del sumergible.
Se han preguntado ¿por qué recordamos el asesinato de Miguel Angel Blanco a manos de los asesinos etarras y no a tantos otros atentados cometidos por Eta y que causaron más muertos y heridos? La respuesta es la misma, el espectáculo dantesco se produce cuando ETA da un plazo de 48 horas para ceder a sus pretensiones, y en caso contrario mataría al joven Miguel Angel, otra vez el fatídico reloj se había puesto en marcha, el tic tac tic tac, las televisiones de todo el mundo pendientes de la cuenta atrás, hasta que el sonido macabro se paró cuando le descerrajaron un par de tiros a quema ropa, en la cabeza del joven de Ermua.
En el mismo lugar donde falleció Omayra, hoy en día existe un cartel donde se recuerda el trágico suceso, mientras en un telón se reproduce el video de la agonizante muerte, televisada, de una niña de 13 años y otros pasan el gorro para que les echen un dinerito…
¡¡Que no se pare la fiesta!!