La realidad que retrata y plantea con argumentos sólidos el periodista Salvador García Llanos en su artículo “Captar el interés de las audiencias jóvenes” publicado en su portal ‘GARCÍA EN BLOG’ (garciaenblog.blogspot.com), es un debate de gran calado social, cultural, mediático y político.
Hay que abrir canales de información para que los jóvenes se acerquen a un periodismo pensado y hecho para las nuevas generaciones. Pero, antes, hay que educar y concienciar a nuestra mediocre clase política cuyos representantes no dan ejemplo de convivencia y sosiego. Unos políticos que le siguen dando la espalda a nuestros jóvenes olvidados.
García Llanos, presidente de la Asociación de la Prensa de Tenerife, nos recuerda que “el periodismo tiene como objetivo conectar a las audiencias con información relevante y útil. Para lograrlo, las redacciones deben asegurarse de que el contenido esté disponible en los canales donde las audiencias jóvenes pasan su tiempo”. ¡Cuánta razón, querido colega y amigo Salvador!
Los medios informativos y sus editores deberían estudiar alternativas y cauces para reinventarse cómo divulgar contenidos, noticias, artículos, reportajes y aquellos temas del día a día que afecten y preocupen a los jóvenes. Las redes sociales, el nuevo universo mediático, son plataformas de participación y sirven de escape “cultural” (¿?) para, a través de distintas formas de ver la actualidad en sus múltiples facetas, expresar o intercambiar opiniones, informar, abordar problemas sociales, económicos, culturales y políticos que interesen a los ciudadanos. Así, intercambiando puntos de vista entre las distintas sensibilidades a través de los foros de opinión, se fortalece la democracia. La libertad de expresión y el derecho a debatir en las redes sociales está amparado por las Constituciones de todos los países democráticos.
La libertad de palabra es un derecho universal. Las redes sociales tendrían que ser alamedas libertarias de la convivencia, de la palabra educada y del sosiego. Sin embargo, la mayoría de esas plataformas se han convertido en “parlamentos” del insulto barriobajero y la crispación grosera. En vez de ejercer el derecho de opinión y a disentir desde el respeto, asistimos en directo a debates y peleas donde la vulgaridad destaca por encima de la educación y el respeto.
El diluvio de insultos que inundan las redes sociales es una copia exacta de lo que ocurre en ese gallinero que es el Congreso de los Diputados y el Senado. En ambos escenarios, las broncas, las mentiras, las manipulaciones y la falta de respeto, ha convertido a las Cortes Generales en “El Manicomio de la España desquiciada”.
Vivimos en un país dividido, segregado, roto, desmembrado, convulso, esquizofrénico, cuyos responsables/irresponsables son los dirigentes que integran todo el arco parlamentario que, en determinadas sesiones o plenos, parece una “borrachería” de vino tinto. A las peleas dialécticas con violencia verbal de cafetín de matones, sólo hace falta que vuelen los cuchillos y las navajas. Todo un escándalo nacional.
En Twitter, un tuit puede incluir hasta 280 caracteres. Espacio abreviado que la gente inculta, los aburridos, holgazanes y neuróticos/agitadores utilizan como un sumidero de insultos. Ciudadanos de todo el mundo, así como ciertos políticos de todas las ideologías, presidentes de Gobiernos, jefes de Estado, ministros, diputados y diputadas, deportistas, curas, obispos, arzobispos, cardenales, la Conferencia Episcopal, periodistas, empresarios, sindicatos, escritores, artistas y otros profesionales, tanto en España como desde otros países, provocan en su cuenta de Twitter debates encendidos con sus comentarios no siempre constructivos.
Las redes sociales sirven como un retrete al que acuden a vomitar millones de personas. Esos vómitos contienen un cóctel envenenado de frustraciones, fracasos personales y profesionales, rupturas familiares y matrimoniales, hartazgos, cabreos, decepciones y otros comportamientos derivados de estados anímicos o esquizofrénicos alterados o desajustados. Hay pirómanos en cualquier esquina de la vida.
El aburrimiento, la soledad, el fracaso escolar, las frustraciones, el paro laboral, el hundimiento de empresas, la quiebra y la ruina económica, la falta de ilusión, el desamparo social, la pobreza, el hambre, la falta de vivienda, un oscuro porvenir o el drama de las familias desestructuradas, alcanza el cénit de la esquizofrenia incendiada en las redes.
Todo ese estado de desajustes emocionales desemboca en una “guerra” de insultos, calumnias, injurias, bulos, fake news, manipulación informativa, mentiras, crueldad, maldad, tergiversación o manipulación. Para que la audiencia joven, nuestras nuevas generaciones, dispongan de su propio espacio con contenidos que atraigan su curiosidad que pueda satisfacer sus aficiones, vocaciones y sus perspectivas de futuro, los gobiernos tienen que cuidar, proteger e invertir millones de euros por una juventud más alegre, más ilusionada y comprometida con su propio futuro. ¿Para cuándo un Ministerio de la Juventud en un Gobierno de España?
Una mayoría de jóvenes viven desilusionados, colgados o refugiados en las redes sociales. El Gobierno, los medios informativos y otras instituciones públicas y privadas, tienen la obligación política y moral de ofrecer nuevos espacios y circuitos mediáticos que puedan atraer a los jóvenes al mundo de la información profesional seria, rigurosa y responsable donde la cultura sea como un faro que alumbre los caminos y senderos de las libertades.
El Gobierno tiene que invertir millones de euros en Formación Profesional y cultura. Los jóvenes reivindican un espacio vital para su formación y educación. Para ello, hay que editar y publicar suplementos especiales en prensa escrita y en sus ediciones digitales, programas en radio y televisión que atraigan a una potencial super audiencia de jóvenes que, hoy por hoy, están olvidados por el Gobierno y toda la clase política. Incluyo a los sindicatos que siempre van de “rositas” y de “progres”…
Los jóvenes necesitan información con contenidos que aborden la enorme y preocupante situación de una juventud sin presente ni futuro. Por ahí es por donde hay que abordar el actual estado de ánimo de nuestra gente joven olvidada.
El Gobierno y otras instituciones públicas no se han tomado con especial interés la Formación Profesional (FP) potenciando presupuestos y todo tipo de innovaciones tecnológicas. El Gobierno de Sánchez acaba de aprobar 1.307 millones de euros para distintas acciones en el ámbito de la FP. Esa inversión del Ejecutivo es irrisoria y un parche “político/electoral” para vender humo. España sigue viajando en el vagón de cola de la Formación Profesional. Triste y vergonzoso.
Por Armando Marcos
Periodista