Hay un relato asumido mayoritariamente que es falso.
Con él se pretende minusvalorar la importancia de los trabajadores/as en la sociedad y socavar a las organizaciones que protegen sus derechos. Según este relato, los creadores de “riqueza” son los empresarios, y es a ellos a los que se deben los gobiernos y administraciones para facilitarles las condiciones que les impulse a seguir creando valor económico y, con ello, bienestar. Ese es el relato del pensamiento neoliberal y sus partidos, naturalizado por buena parte de la sociedad y asumido por determinados sectores autodenominados progresistas.
Esta manera de concebir la realidad socioeconómica es totalmente interesada y se puede desmontar fácilmente. En realidad, los verdaderos creadores y generadores de bienes y servicios son los que “viven por sus manos”, como decía Jorge Manrique en las “Coplas a la muerte de su padre”, ya sea a cambio de un salario o porque son autónomos y trabajan por su cuenta. Son ellos lo que transforman la naturaleza para producir objetos útiles que tiene valor de uso y, si son susceptibles de venderse o comprarse en un mercado, también tiene valor de cambio y se convierten en mercancía, o prestan un servicio indispensable para la sociedad.
Hay que otorgarle a la clase trabajadora el lugar que le corresponde: ellos son los verdaderos generadores de riqueza y, sin embargo, son ellos los que menos poseen y los menos considerados socialmente.
El conjunto de ideas de las elites económicas, que conforman el núcleo de ideas dominantes en un momento dado, van poco a poco calando en el tejido social hasta adquirir rango de naturaleza. Ese conjunto de ideas nos presenta un discurso muy elaborado donde el motor de la economía corre a cargo de empresarios emprendedores y valientes, negando la evidencia de que, en realidad, sin la laboriosidad de los trabajadores/as no se generaría nada de lo que existe a nuestro alrededor.
Nada funcionaria sin los trabajadores, nada si el tendero no abriera la tienda, si el camarero no atendiera el restaurante, si el personal sanitario no cuidara ni tratara a los enfermos, si el agricultor de platanera no desflorara o deshijara, ni el profesor acudiera a enseñar, ni el obrero a fabricar, si el pescador no tendiera la red, ni las kellys limpiaran las habitaciones de los hoteles, sin que los operarios de la basura cuidaran los contenedores o lo ganaderos no ordeñaran. Nada tendríamos sin las manos que nos otorgó la lenta evolución de la naturaleza humana, nada sin su empleo. La maquinización y robotización de algunos sectores no altera lo dicho, aunque bien utilizados pueden sustituir el esfuerzo humano en los trabajos más penosos. Como tampoco altera su condición de trabajadores, la fragmentación de los lugares de trabajos debido a las nuevas tecnologías.
Para terminar con la propaganda y los bulos, para terminar con las “verdades” interesadas de los grandes poderes económicos y revertir el discurso dominante, hay que acudir a la Fiesta del Trabajo este 1º de Mayo y a sus manifestaciones reivindicativas (mejoras en la salud y seguridad en el trabajo, en los salarios, en las condiciones laborales, en la atención sanitaria, en la igualdad, en la contención de los precios de los productos básicos, en el acceso a la vivienda…)) con el convencimiento de que una sociedad más justa e igualitaria es posible y el conocimiento de que la resistencia a la larga da sus frutos. Hemos conseguido mejoras indiscutibles para los trabajadores/as y estamos en un momento de adquisición de derechos y de mayor bienestar social, pero aún falta mucho por lograr, muchas metas por alcanzar, entre ellas la consideración social que el mundo del trabajo se merece. No podemos delegar y que otros escriban la historia, tenemos que hacerlo nosotros mismos y empezar a cambiar el relato dominante, aquel que nos otorga un papel secundario de mero complemento. Nunca fuimos complemento, fuimos, somos y seremos el motor de la historia y es de justicia reconocerlo.
Gerardo Rodríguez (miembro del Secretariado Nacional del STEC-Intersindical Canaria)