El concejal lagunero Santiago Pérez ha explicado su moción para restablecer el uso del escudo oficial de La Laguna (eliminado por la vía de los hechos consumados por un Gobierno de Ana Oramas), que fue rechazada por Coalición Canaria y Unidas Podemos en el último Pleno, la presentó en defensa de la identidad de La Laguna.
“La Laguna es una comunidad humana, ciudad y municipio, con un hondo arraigo histórico. Se puede decir que el principio de la historia de la Isla que se reanuda con la conquista o la incorporación de Tenerife a la Corona de Castilla fue La Laguna. Y tiene sus símbolos de identidad que conforman su patrimonio cultural”, comienza diciendo.
Uno de ellos, el escudo, es muy relevante para la legislación de Régimen Local que establece que solo el Pleno y por mayoría absoluta puede tomar decisiones sobre el mismo, y que además debe figurar en toda la documentación oficial del Ayuntamiento y en otras dimensiones de la vida municipal.
La Laguna tiene un escudo concedido por la reina Juana de Castilla en 1510, en respuesta a una petición formulada por la nueva ciudad, recién creada, en cuya fundación concurrieron, según las Sinodales del obispo Vázquez de Arce, cien vecinos: 50 castellanos y 50 guanches… “es por lo tanto La Laguna desde su fundación una comunidad humana de composición de naturaleza y personalidad mestiza”, añade.
En este sentido se expresa la comisión especial de estudios constituida en el Ayuntamiento que dictaminó en 2004 que el escudo tiene un alto sentido de mezcla de razas de culturas: “además de los símbolos de las coronas de Castilla y León figura San Miguel Arcángel y el “Theydan”, la montaña que para los guanches tenía hondas significaciones, incluso religiosas, porque en sus profundidades moraba Guayota, el espíritu maligno. De manera que el escudo de la ciudad era ya la expresión de una comunidad humana hispana y mestiza, que es lo que ha sido y deberá seguir siendo La Laguna”.
Así, la moción demandaba que el Pleno ordenara el restablecimiento en toda la documentación oficial y en todas las manifestaciones institucionales del municipio del escudo que concedió a la ciudad la Corona de Castilla. Sin embargo, el Pleno aprobó, con los votos de Coalición Canaria y Unidas Podemos, una enmienda que se refería al uso de logos y marcas, sin ninguna relación jurídica, política ni simbólica con el escudo de la ciudad.
“Imagino que CC ha votado en contra de que se elimine una práctica contraria a la legalidad que impuso la alcaldesa Oramas para guardarle ausencia e intentar sumir estos hechos en el olvido”, señala.
“Y creo –sigue—que Unidas podemos tiene una orientación hegemónica en La Laguna, representada por Rubens Ascanio, que es criptoindependentista: lo son pero no se atreven a decirlo. Y estaría bien que alguno de los argumentos que deslizó Ascanio en su intervención los hubiera plasmado en la enmienda. Soy respetuoso con la ideología independentista; pero en el tiempo que vivimos, como nos recuerda en gran historiador del Siglo XX Eric Hosbawn, los grandes poderes transnacionales, que condicionan la vida de los seres humanos sin ningún tipo de control, prefieren Estados pequeños, enanos, incapaces de ejercer unmínimo de sobeeranía en defensa de sus ciudadanos.”
Santiago Pérez considera que Canarias, de ser un Estado independiente, “sería incapaz de ejercer una cuota de soberanía mayor que la que ejerce integrada en la España de las autonomías y a través de ella en el proyecto europeo”. Y además recuerda que “hay élites influyentes a las que no les importaría que en ese Estado el régimen político fuera o no una democracia con tal de garantizar su hegemonía sobre las instituciones del gobierno de ese hipotético Estado independiente”.
Además, desde “la más absoluta identificación emocional con el pasado aborigen” recuerda que “nuestros aborígenes tenían una sociedad organizada de un modo similar a la Europa feudal. No era un paraíso idílico, desde el punto de vista social era una sociedad a medio camino entre lo tribal y lo feudal, con una estructura en la que había una parte de los aborígenes sujetos a unas relaciones que podríamos llamar de servidumbre, esclavitud o de sujeción personal”.
Pérez concluye que “Unidas podemos no ha sido capaz de plantear directamente sus motivos de oposición, pero me ha impactado que una persona que aspira a presidir el Ayuntamiento de Laguna tenga una actitud tan desdeñosa y desconocedora de los símbolos y tradiciones de la ciudad que se deben conservar. Y que llegara a comparar el cambio de escudo de la ciudad con el cambio que puede hacer la directiva de un equipo de fútbol. Es una afirmación desdeñosa con las tradiciones de la ciudad, con la personalidad de la ciudad, por una persona que aspira a presidirla”.
La intención histórica de someter a La Laguna
Santiago Pérez hizo también un recorrido histórico por los sucesivos intentos “de una estrategia encaminada a materializar la fusión Santa Cruz-Laguna, patrocinada por la vieja derecha santacrucera y su representación política, ATI, desde principios del anterior milenio.
Así, recordó que el escudo de La Laguna es el mismo que cuatro siglos después hizo suyo el Cabildo de Tenerife, tras aprobarse en 1912 la Ley de Cabildos. Pero es el escudo de La Laguna.
Es en el marco de esa estrategia donde sitúa la decisión de Ana Oramas de encargar a la empresa publicitaria Atlantis un nuevo logo tras la declaración por la Unesco del conjunto histórico de La Laguna como bien de interés cultural patrimonio de la Humanidad: “A partir de ese momento y sin acuerdo alguno ni de la Comisión de Gobierno, manifiestamente incompetente, ni del Pleno de la Corporación, por la vía de los hechos consumados, se fue retirando de toda la documentación del Ayuntamiento el escudo oficial de La Laguna y sustituyéndolo por el símbolo de la Rosa de los Vientos”.
En realidad, “la intención de Ana Oramas era que el escudo de la ciudad pasara a ser utilizado en exclusiva por el Cabildo de Tenerife. Pero La Laguna tiene su escudo, forma parte de las tradiciones, de los símbolos, de la identidad de un municipio que es un municipio de acogida, un municipio abierto, que como toda comunidad humana tiene sus tradiciones que deben ser respetadas: su personalidad y sus símbolos de identidad”.
Por eso intentó que el Pleno del Ayuntamiento restableciera el escudo de la ciudad abandonado en el contexto de “una estrategia con una clara dimensión política diseñada desde el Cabildo siguiendo instrucciones del Ayuntamiento de Santa Cruz y de la élite que ha estado dirigiendo ambas instituciones durante tantos años”, donde coloca también “todo una ordenación del sistema viario del área metropolitana de Tenerife que consagraría por otra vía la idea de que La Laguna es la periferia de la capital”.
Y La Laguna “no es la periferia de nada ni de nadie, es un municipio de honda personalidad con una palpitante centralidad económica, un municipio que debe aspirar a tener unas relaciones de hermandad, de igual a igual, y de cooperación franca y leal con el municipio de Santa Cruz en beneficio de la ciudadanía de ambos municipios y de la isla de Tenerife”.
Esa es la clave de este asunto –termina–, “la misma que me llevó a defender ante el Pleno y ante el Parlamento de Canarias que a La Laguna se le aplicara el estatuto jurídico de los municipios de gran población, la popularmente como conocido como la Ley de Grandes Ciudades. Frente a la que la alcaldesa Oramas se resistía y a la que tuve que requerir expresamente para que cumpliera el acuerdo plenario. Porque si Santa Cruz era gran ciudad y La Laguna no, la relación entre ambos municipios iba a ser de municipio superior a municipio inferior”.
Hubo que modificar el proyecto de ley en el Congreso de los Diputados, “y los socialistas logramos incorporar al texto definitivo de la Ley un artículo para incluir a los municipios que su importancia económica, histórica, o de otra naturaleza lo justificaran, siempre con una población superior a 50.000 habitantes. Un anillo a la medida de La Laguna.”
Y finalmente “tuve la oportunidad y el honor de solicitar y conseguir que el Parlamento de Canarias decidiera incorporar a La Laguna al régimen legal de las grandes ciudades, que no solo era un instrumento para modernizar su administración y para agilizar y potenciar su gobierno, sino que estaba lleno de connotaciones políticas importantes para restablecer en condiciones de igualdad las relaciones de fraternidad y de cooperación con el municipio de Santa Cruz”.