Escucha la entrevista con Eladio Méndez Arozena, analista político radicado en Bruselas
Érase una historia de puñaladas traperas. Y érase la historia de una militancia y un electorado que miraba la escena entre boquiabierto y aterrado. Érase la historia de un hombre, de un político que lo había conseguido todo, que había conseguido lo nunca visto, que había conseguido manipular y utilizar a los mismos medios de comunicación que habían intentado manipularlo y utilizarlo a él, para llevar a la izquierda real de su país a cuotas de representación institucional jamás soñadas ni obtenidas desde la II República, allá por aquel lejano 1936.
Érase este hombre, este político, que después de conseguir todo eso, casi él solito, se metió en un gobierno, y después se salió de ese gobierno para combatir a la bestia, y al salirse nombró a su sucesora a dedo, como se hace en los partidos de derecha, los de extrema y los de moderada, porque él pensaba que todo empezaba y acababa en él, y que su dedo era mágico, y que seguramente, cual rey Midas, todo lo que tocara con su dedo iba a convertirse en oro, como le había pasado a él, cuando lo consiguió todo o casi todo.
Y érase la historia de la nombrada, de la designada por aquel dedo, una política que llevaba muchos años soñando su oportunidad, tal y como se prepara íntimamente una oruga que después pasa a crisálida y después se convierte en mariposa, y cuando ya es una mariposa vuela por un jardín que se llama España y por otro que se llama Europa sin darse cuenta de los peligros y trampas enormes que encierran para un pobre y bella mariposa de izquierdas volar por jardines como esos, donde abundan los zorritos medio buenos y sobre todo medio malos, pero también las ratas almizcleras. Y creyose también, esta bella y pobre política mariposa, que todo empezaba y terminaba en ella, y que ella, en su belleza y en su soledad, no era de nadie, y que ella, que había practicado la empatía y la sororidad por doquier y hasta el aburrimiento, no admitía ni tutelas ni tutías de nadie, como decía Fraga.
Y llegó un momento en que, para afirmarse a sí misma, para reivindicar que ya era una mariposa madura, con todas las de la ley, y preparada para gobernar, le mordió el dedo a aquel que la había nombrado con su dedazo, y que a esas alturas ya se había dado cuenta de la formidable tontería que había cometido (nadie aprende en cabeza ajena).
Y érase de nuevo una militancia y un electorado, entre atónito, aterrado y sobre todo profundamente avergonzado, que contemplaba la escena, pero también érase una jauría mediática, tan común en esos jardines llamados España y Europa, que reía y cantaba y gozaba alborozada contemplando complaciente como su enésima manipulación había surtido efecto, cual hechizo ponzoñoso de bruja piruja, y que su jugada cuasi maestra estaba a punto de consumarse (ni que decir tiene quién estaba detrás de esa jauría mediática).
Y aconteció en ese punto que la desunión se propagó cual peste por toda la izquierda real española y que los zorritos medio buenos, pero más bien medio malos, aprovecharon la oportunidad para empezar a morder a todo el mundo, y se lió la marimorena, porque los dos partidos importantes, de los que había surgido todo y todos, a saber: Izquierda Unida y Podemos (en orden de aparición), corrían el grave riesgo de presentarse por separado, no a las próximas elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, sino a las generales que aún estaban por convocar.
Y pasó que un príncipe, jefe de gobierno, pensando que se jugaba su cargo y que esto no lo salvaba ni Dios si él no hacía algo, se le ocurrió la brillante idea de unir a toda la izquierda, la real y la socialdemócrata, bajo su mando único en forma de Frente Popular, y pasó que la derecha, la extrema antes y la extrema después, también se unió, porque sin duda, eran más las cosas que las unían que las que las separaban. Y entonces el país se polarizó hasta extremos nunca vistos desde aquel ya lejano 1936, pero no tanto, porque estamos en Europa.
Y llegó, porque todo llega, el momento de terminar este cuento, y de salir de este sueño tormentoso, distópico y pesadillesco, y de despertar a la realidad, y de empezar a hacer los deberes. Señores y señoras líderes y lideresas de la izquierda real y consecuente, despierten de este sueño de una vez. Abandonen los malos hábitos y las borracheras de poder, y dejen de ser inocentes y naifs, aunque este cuento les parezca el más naif e inocente de todos los cuentos jamás contados. Despierten señores y señoras líderes y lideresas de la izquierda y honren de una vez sus cargos, reales u honoríficos, y sobre todo, honren a una militancia y a un electorado, su militancia y su electorado, que mira, entre atónito y aterrado, pero más que nada profundamente avergonzado, esta deplorable escena que ustedes, queriéndolo o no, están protagonizando. Solo les pedimos Sentido Común.
4 de abril de 2023
Copyright © Eladio Méndez Arozena, analista político radicado en Bruselas