Escucha la entrevista con Kati, la madre de la niña, y Lolo Dorta
Marta tiene 4 años y es la única niña del mundo con su enfermedad. Es ciega, sorda, con retraso madurativo cognitivo intelectual. Tiene hipoglucemia, hipotiroidismo, epilepsia, escoliosis derecha lumbar izquierda. Hace meses le detectaron una nueva enfermedad que le causa dolor en sus órganos internos y nervios del cerebro. Toma fuertes medicamentos y morfina cada 4 horas. Duerme con oxígeno, come y bebe mediante botón gástrico. Marta no camina y se traslada en un carro adaptado. Vive con sus padres en una casa de alquiler inaccesible, en la que las puertas y pasillos estrechos y el baño se convierten en auténticos obstáculos.
La lucha de los padres de Marta es diaria. Hace dos años que solicitaron una vivienda adaptada y siguen sin respuesta. Ellos no quieren salir en medios de comunicación, sino hacerle la vida a su hija un poco menos complicada. “Ya no sabemos por dónde tirar”, confiesa Ari, el padre de la niña.
El caso de Marta vuelve a evidenciar cómo las instituciones, a todos los niveles, no están siendo capaces de dar respuestas a quienes más lo requieren. “Dejen de gastar el dinero en tonterías y ayuden a los niños, a la gente necesitada”, exige Kati a una clase política que observa preocupada por resguardar sus cargos públicos y nada ocupada en resolver problemas tan urgentes como el de su hija.
Lolo Dorta, presidente de la Plataforma 29E, está ayudando a Ari y Kati a socializar el caso de Marta. Al igual que hicieron con Hugo, el joven tetrapléjico que recientemente por fin logró una casa adaptada en El Sobradillo, el activismo santacrucero está volcándose con Marta. En el caso de Hugo, una campaña mediática de presión intensa y la aparición de su madre, Jennifer, incluso en la final de murgas del carnaval chicharrero, surtió efecto y hoy se celebra que se haya dado respuesta a su problemática.
Desde esta casa, ayudaremos en lo posible difundiendo y animamos a todas las personas a compartir la historia de Marta, para conseguir de una vez por todas que las instituciones atiendan su caso, como el de tantos dependientes que siguen esperando una respuesta digna. “Es un acto de humanidad”, clama Kati.