Las instituciones son importantes pero la calle es decisiva, nuestras propuestas políticas solo podrán ser viables mediante una intensa movilización social sostenida.
La izquierda o cambia realmente y para siempre las condiciones de vida y trabajo de los pueblos o sirve para poco, o simplemente para nada. ¡Cuantas experiencias frustradas!, por un lado por su levedad, cuyas medidas de mejora son rápidamente neutralizadas por el sistema capitalista (como ocurre con el actual Gobierno de coalición central y con el de Canarias) no restándole en absoluto sus efectos dañinos contra la clase trabajadora y el resto de capas populares.
Por otro lado, otras experiencias, a pesar de haber aplicado un programa de medidas de transformaciones revolucionarias, han sucumbido por graves errores en su aplicación y desarrollo ya que no solo cuenta para la Historia la corrección en cuanto al contenido sino también en cuanto a los métodos, en suma en cuanto a la estrategia y la táctica que como señala Marta Harnecker, son conceptos «que provienen del lenguaje militar, han sido aplicados por Lenin al terreno de la lucha de clases, porque para el marxismo la lucha de clases es, como decíamos anteriormente, una verdadera guerra. Ella se da en los distintos niveles de la sociedad (económico, ideológico y político), entre los grupos explotadores y los grupos explotados. Es una guerra larga en la que la clase obrera se dirige a la conquista del poder político para poner fin a la explotación, construyendo una sociedad socialista».
Ya hay historia acumulada de sobra en ambos sentidos como para ignorar sus enseñanzas y poder seguir cayendo en los mismos tópicos y errores, tanto en lo que se refiere al marco estatal español como al canario. Debemos trabajar en la conformación de una alianza política y social, y también de un proyecto electoral, que sirvan para dinamizar la lucha de clases, para recuperar el sindicalismo de clase, para trabajar por un proceso constituyente republicano, para defender desde la calle y desde las instituciones los intereses de la mayoría social. Y también desde el perseverante trabajo militante en las organizaciones de masas con el objeto de contribuir a una mayor conciencia de clase.
En la actualidad política de Canarias, estamos asistiendo al escandaloso “caso canario de las mascarillas”. En el marco de las investigaciones relacionadas con dicho caso se presenta una querella por la Fiscalía Anticorrupción, por presuntos delitos de prevaricación administrativa, tráfico de influencias, estafa agravada y blanqueo de capitales, que afecta entre otros a Conrado Domínguez, actual director del Servicio Canario de la Salud y en fechas de los presuntos hechos delictivos miembro del Comité de Emergencia Sanitaria del Gobierno de Canarias.
A pesar de todo lo señalado, tanto por Conrado Domínguez como por el Presidente Torres se ha insistido en que “Nadie de este Gobierno ha pedido a este director que dimita”. Con lo que todo el Gobierno es cómplice de la no asunción de la más mínima responsabilidad política, de presunto encubrimiento y por tanto eleva el tiro de las responsabilidades que se derivan de este caso.
Ahí tenemos a una izquierda agrupada en “Sí Podemos”, partícipe del llamado “Gobierno de las flores” de Canarias, que en su integración en la función de coadministradora del neoliberalismo en nuestras islas se muestra incapaz de afrontar lo que a todas luces es obvio, imprescindible y necesario y es, además, su responsabilidad, exigir la dimisión del director del SCS y del Consejero de Sanidad, como la han exigido organizaciones sindicales y sociales, entre ellas la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Canarias (ADSPC), a la que pertenezco, que así mismo se ha personado en la citada querella como acusación popular. Con esta grave dejación se pone de manifiesto el nivel de entreguismo y la evidente debilidad ideológica de una parte de nuestra izquierda local.
Arturo Borges Álamo, militante del Partido Comunista de Canarias, médico jubilado.