El fútbol de hoy no es el fútbol de antes. El fútbol de hoy es un juego entre millonarios. Los contratos son faraónicos.
Sobre el césped hay veintidós futbolistas. Cada jugador es un hombre rico que dispone de una mansión de lujo para vivir a lo grande con piscina, gimnasio, cancha de tenis y de fútbol. Todo eso en la más absoluta privacidad, claro. Sin que falte un esmerado servicio doméstico, cocineros, vigilancia, escoltas, varios automóviles de alta gama, un yate de paseo súper lujo o un jet privado para volar de una ciudad a otra para acudir a una fiesta privada o realizar un simple viaje de placer para cenar en el “Pavillon Ledoyen”, un restaurante muy famoso de París ubicado en los Campos Elíseos.
El fanatismo de millones de aficionados con ceguera patológica, no deja ver la realidad de una sociedad atrapada por la pasión y la locura. Siempre fue así. Se conoce más a Messi que a Don Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de El Quijote. Se conoce más a Cristiano Ronaldo que a Don Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales y toda su extensa y apasionante producción literaria. Se conoce más a Neymar y a Mbappé, las otras dos grandes estrellas del Paris Saint-Germain (PSG), que a William Shakespeare, dramaturgo y poeta, considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal.
El fútbol es un negocio insaciable. El fútbol es un deporte donde existe el “canibalismo” de hacer negocios rápidos en los palcos donde se dan la mano las influencias, los influyentes, los corruptos y la corrupción. Las mafias y sus “familias” también tienen silla reservada en los palcos. Es el precio del poder. El fútbol es una máquina de fabricar dinero rápido. La venta de camisetas genera miles de millones de ingresos a los clubes. Todo se mueve en torno al dinero.
El salario que percibirá Messi en el PSG, rondará los 40 millones de euros por temporada. Mientras al argentino se le salían las lágrimas y “lloraba” en un supuesto estado de shock contando millones durante el show de despedida ficticia del Barca de hace solo unos días, el salario mínimo interprofesional de un trabajador en España está fijado en 950 euros al mes. (sic)
La violencia y la histeria fuera y dentro de los terrenos de juego está garantizada. Esa violencia y pasión sin límites es la que genera grandes beneficios económicos a los clubes y a la interminable cadena de empresas, incluyendo los canales de televisión que viven del fútbol y de su oscuro y alargado circuito de intereses. Prensa, emisoras de radio y otros medios, incluidas las redes sociales, viven del negocio del fútbol y de la publicidad que se mueve en torno al espectáculo del balón. De lo contrario, vivirían a oscuras. Su supervivencia sería imposible.
A veces, las frustraciones y otros fracasos del ser humano, se ve reflejada en los deportes de masas donde el hombre exhibe su visceralidad y violencia verbal y física. Todo ese vistoso espectáculo de alta tensión está apoyado por los políticos y los gobiernos que participan y se benefician de esa fiesta como si fuera un Circo Romano. A fin de cuentas, mientras el pueblo esté entretenido, no piensa ni protesta.
Al margen de esta sincera reflexión, y aunque parezca una incongruencia que yo asumo, no puedo ocultar que el buen fútbol me apasiona. La verdad no puede traicionarme.
Armando Marcos Placeres Ehadulasis