CUADERNO DE BITÁCORA
Lejos estamos de lo que todos esperábamos cuando cantábamos la célebre canción “resistiré”, de los aplausos a las 8 de la tarde en los balcones y ventanas homenajeando a los sufridos sanitarios, muy lejos de comprobar que la pandemia ha servido para unir más y mejor a la humanidad. Al contrario, todo parece indicar que lo que viene después del día D es mucho más peligroso que el virus covid19.
Ahora nos encontramos ante un problema de difícil solución, que de continuar podrá desatar una violencia aun más mortal que la que produce la propia mutación del coronavirus famoso.
Según los últimos datos, a mediados de setiembre del 2021, seremos algo más de 2.700 millones las personas vacunadas contra el covid19 en todo el mundo. Cerca de 5.000 millones de seres humanos estarán sin vacunarse, de los que más del 60%, o sea unos 3.000 millones no serán vacunados, bien por el desinterés de una sociedad que solo se mira su apestoso ombligo, bien por aprovechar la pandemia para eliminar unos cientos de millones de parias, bien porque unos 2.500 millones de personas se niegan a ser vacunados con vacunas con ARN mensajero, y desconfían de su utilidad.
La pandemia de covid-19 acumula ya más de 612.000 fallecidos en Estados Unidos, más que los causados por las dos guerras mundiales, Vietnam, Afganistán e Irak juntas. Esa cruda realidad no ha evitado que cientos de miles de estadounidenses abracen teorías de la conspiración que claman que el virus es un plan maléfico de las élites para asesinar a la población y las vacunas una idea de Bill Gates para implantar microchips en nuestro córtex cerebral y controlarnos como marionetas.
El rechazo a la vacuna y a las mascarillas es un rechazo al Estado que casa bien con posiciones ultraconservadoras, libertarias y anarcocapitalistas. Esos grupos han aprovechado para propagar, a través de sus foros digitales, violentas consignas que apuntan a sus enemigos y que ha empezado a tener una sangrienta traducción en las calles.
La madriguera conspiranoica es un pozo sin fondo en el que proliferan desde grupos supremacistas como Proud Boys a milicias paramilitares neonazis como la Atomwaffen división. La pandemia les ha dado una oportunidad dorada para salir de su guarida y colocar sus teorías de odio en la opinión pública. Mientras tanto, el terrorismo blanco ya es, según el propio FBI, la principal amenaza interna en EE. UU.
Este panorama no es ajeno a otros continentes. En Europa empiezan las manifestaciones en contra de las nuevas normativas obligando la presentación de un certificado de vacunación para acceder a cualquier espacio público. El estado francés anuncia una serie de multas aquellas personas que falsifiquen los certificados covid con penas que oscilan desde los 600 euros de multa hasta le pena de 6 meses de prisión a los residentes.
El problema es que son muchos los negacionistas que están saliendo a la calle para reivindicar su derecho a no ser marginados por negarse aceptar una vacuna que creen es nociva para su salud y libertad. Las sucesivas manifestaciones en las principales capitales europeas como París, Berlín, Roma, con violencia extrema, pone de relieve el peligro ante el que nos enfrentamos.
Por un lado, para combatir y acabar con la pandemia, necesitamos un mínimo de un 60% de la población mundial vacunada, por otro lado, y según la propia OMS la objeción de los negacionistas a la vacuna del covid19 es muy superior al 40%. Nos encontramos ante un panorama desolador, la discriminación positiva de los no vacunados puede llegar a crear guetos en las zonas más pobladas, sin contar con los prejuicios laborales que puede llevar al despido, alegando la seguridad de la totalidad de la plantilla, por aquellos trabajadores que se nieguen a recibir el pinchazo en su brazo. El tema parece que no se le da importancia, pero ya ha empezado a discriminar en círculos familiares y por cuestiones sanitarias aquellas personas no vacunadas, y no se hace por la seguridad de los vacunados, todo lo contrario, se hace por la seguridad de los no vacunados.
Entrar en un cine o teatro, a un centro comercial, restaurantes e incluso un bar a tomar un aperitivo llevará aparejado exhibir un certificado covid de vacunación, esto que parece nimio será el comienzo de la 8ª ola, la rebelión de las masas en contra de la represión del estado. Detrás de toda esta parafernalia existe algo más profundo y soterrado. La estrategia ultraderechista casa a la perfección con el marco mental de las teorías de la conspiración, cuyo eje central es la impugnación del sistema. Este sigue siendo neoliberal, racista y patriarcal, pero según la narrativa ultraconservadora el enemigo de su guerra cultural es la “dictadura progresista”, como apodan al avance de los derechos de mujeres, minorías raciales, migrantes y comunidad LGTBQ+.
La 8ª ola no estará motivada por una mutación del virus, pero será más mortal que todas las anteriores, tiempo al tiempo,