He recibido varias opiniones sobre mi texto “Indultos a los políticos delincuentes”, que publiqué en Facebook e hice llegar por otras vías a varios amigos, y paso ahora a escribir algunas ideas al hilo de esos comentarios.
En primer lugar, gracias a quienes han dado su opinión de alguna manera y han participado así en un debate democrático que me parece muy necesario, y haberlo hecho con naturalidad, manteniendo el respeto y las formas hacia los demás.
Somos muchos los demócratas a quienes estos indultos nos incomodan. A fin de cuentas, se cometieron delitos muy graves contra la democracia. Indultar a los delincuentes, es decir, reducir parcialmente sus penas de cárcel, es una medida de gracia que pienso que no merecen. Recordemos que, por definición, se indulta a los delincuentes.
Sin embargo, creo que los indultos pueden ayudar a dar pasos hacia una sociedad catalana más tolerante, comprensiva y democrática, más apaciguada.
Es decir, me desagradan los indultos, pienso que las condenas se impusieron con la ley en la mano y que los posibles indultados no los merecen. Pero, pese a todo eso, me pesa mucho más la necesidad de avanzar hacia la convivencia en la sociedad catalana.
Mi opinión en este asunto nada tiene que ver con lo que dicen los dirigentes políticos, no quiero perjudicar a unos y beneficiar a otros. Creo que poco importan las posibles intenciones de los protagonistas de la vida pública. Simplemente, nos debemos preocupar por la situación que la ciudadanía vive en Cataluña.
Lo relevante son los efectos que los indultos puedan tener en el conjunto de España y, en particular, en Cataluña. Como queda dicho, creo que serán beneficiosos. Desde luego, respeto a quienes piensan que pueden ser perjudiciales o, al menos, irrelevantes. Estamos ante un asunto propio de la discusión política, y la diferencia entre unos y otros es legítima.
Dialogar y dialogar es la vía que ha elegido el Gobierno para avanzar hacia la normalidad. Gobernar supone enfrentarse a los problemas y usar los instrumentos legales que están en su mano. También ayudarán los indultos para la eficacia de ese diálogo. Por supuesto, de todo se puede hablar, pero cualquier Gobierno conoce bien que la Constitución impone límites, que de ninguna manera se pueden superar.
No he logrado conocer cuál es la política que defienden los contrarios al diálogo. ¿Se desea un enfrentamiento sin fin y proseguir haciendo más ancho el barranco que divide a la sociedad catalana, y con ella a toda la española? En la Constitución nos pusimos de acuerdo para superar abismos que nos separaban, de mucha más profundidad que ahora. Deberíamos intentarlo de nuevo. Es cuestión de voluntad. Si se quiere, se puede.