Remite: Joaquín Hernández
Excmo. Sr.:
Soy votante del Partido Socialista Obrero Español desde siempre. He militado escondido en las cloacas del partido cuando, en los años 60 del siglo pasado, hablar de socialismo en este país, aun llamado España, significaba, en el mejor de los casos, una ficha policial como “rojo de mierda” y su consiguiente paliza y vejaciones en la checa de los sótanos del Gobierno Civil.
Nadie me puede dar clases de socialismo, nadie me puede dar clases de ese socialismo solidario por el que yo he apostado toda mi vida y del que jamás he intentado aprovecharme.
Cuando sucedió en la secretaria general del PSOE a Alfredo Pérez Rubalcaba, volvió a renacer mis ilusiones y vi en usted al mejor candidato para dar un cambio a la política española. A la política corrupta de los compañeros de Andalucía, a la corrupción del Partido Popular y la gran esperanza para echar de la Moncloa a Mariano Rajoy y su gobierno mafioso.
Estuve a su lado en los momentos más triste de la historia del Psoe en España, en los momentos donde un grupo de “barones” le hicieron dimitir y con la mejor versión de Marco Junio Bruto, Susana Díaz le dio la puñalada trapera. En esos momentos sentí asco, pena, vergüenza y rabia.
Rabia por la impotencia del momento, pena al darme cuenta de que la ambición por el poder de una advenediza al socialismo español podía dar con la desaparición del partido, vergüenza por llamar socialista y camaradas a una serie de bastardos que habían olvidado a Pablo Iglesias Posse y su famosa frase; “No solo hacen adeptos los partidos por su ideología, sino con buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres y mujeres”, y rabia por sentirme traicionado en lo más profundo de mis ilusiones.
Cuando llegó a la Moncloa con un gobierno de coalición con Unidas Podemos lo celebré con alegría y con el convencimiento de que todo iba a funcionar mejor. Las perspectivas se presentaban halagüeñas y el futuro prometedor.
Nadie esperaba que, al mes y medio de empezar a gobernar, una guerra ante un enemigo invisible pusiera a prueba su gestión. Ningún gobernante del mundo estaba preparado para esa guerra. Vimos como nuestra débil sanidad caía en picado y nos demostraba que Mariano Rajoy y sus compinches habían saqueado el orgullo de la corona, la sanidad pública estaba en el colapso más horroroso que podíamos imaginar.
Miles de muertos, muchos más de personas mayores, de aquellos que nos dieron todo, que se jugaron, como yo, el pellejo por está seudo democracia que tenemos a la que hace años denominé “dictacracia”.
Es cierto que nadie estaba preparado, es cierto que tuvimos que improvisar. Pero también sabíamos que las secuelas de la pandemia del covid19 no eran solamente físicas, también provocarían la pandemia del hambre.
Me invita, mi amigo José Luis, Pepe para los amigos, que en su nombre envíe públicamente su carta a nuestro presidente del Gobierno de España, asumo el reto y adjunto el escrito, que dice textualmente:
Yo comencé mi vida de productor, como entonces se nos llamaba, a los 17 años, y de peón con los Piqué en la Cepsa. Soltero como yo estaba en aquella época –año 73- y aprovechando las horas de trabajo normales más algunas extras, ahorré unas pesetillas de aquéllas y así pude casarme, comprarme un pisito y dejar el de mis padres.
Aquí vi mis primeros indicios de prosperidad. Pasé de una vivienda pobre y carente de toda comodidad a otra con su sala, baño y cocina, que entonces me pareció de cine.
Pude comprarme un “simca 1000” que todo hijo de vecino soñara algún día. Nevera, tele un secador para mi señora y… vacaciones de 25 días que pasábamos en el Puerto de la Cruz.
¿Se imagina, Sr. presidente, mayor felicidad para un obrero canario que pasar unas vacaciones en el Puerto de la Cruz?
Pasó el tiempo y llego el año 1975 y con él la democracia. Y yo entonces me pregunté: ¿habrase visto mayor satisfacción para un hombre de mi condición que tener todo lo conseguido y, además, redondear con la democracia que siempre soñé?
Para mí, esto fue el “encanto”. Pero como cada uno cuenta la feria como le va, ésta fue mi feria:
Me afilié en un partido de izquierdas y a una sindical de la misma mano, acudí a multitud de mítines, voté cantidad de veces y mi final de la feria es éste:
Estoy en el paro a 2 meses de su caducidad, mi coche se me cae de puro viejo y no veo la posibilidad de renovarlo como no sea por una patineta.
Los últimos plazos de la hipoteca de mi piso los veo de color panza de burro, los estudios de mis hijos de un tono parecido; mi cartilla de ahorros, antaño oronda, actualmente está de un famélico que no quiero mirarla,
Y de mi viaje anual al Puerto de la Cruz, que quiere usted que le diga. Solamente mencionarlo se me cae el alma al suelo. Porque temo de seguir, así las cosas, mi próxima visita a ese querido lugar va a ser de lo más deprimente ya que imagino que no va a ser en calidad de veraneante, sino de mendigo.
Llegado a este punto y aparte yo preguntaría por si usted tiene la respuesta ¿de quién es la culpa de todo esto? ¿De los gobiernos anteriores, como se suele decir, de la banca o de los ayatolas políticos que no han sabido dar la talla?
Yo, lleno de pragmatismo y olvidando filias y fobias políticas, recuerdo que antes vivía bien y con esperanza en el futuro y actualmente lo veo más que negro, viviendo en continua zozobra por el porvenir de mi familia, mi entrañable mujer y mis queridos dos hijos.
Así que, por favor, Sr. Sánchez, haga algo para que tantas familias como la mía volvamos a vivir “encantados” y si no es así, dedíquese a otra cosa y les quedaremos todos muy agradecidos.
Atentamente:
Fdo: Uno más en las colas de la pandemia del hambre.
Como el caso de Pepe existen más de 18 millones de personas en toda España, no se puede esperar más tiempo, las ayudas a los comercios cerrados, bares, restaurantes, pequeños comerciantes que cierran sus negocios por culpa de no se sabe muy bien que cosa, están acabando con la paciencia de la gente, es muy posible, si no se pone remedio cuanto antes, que al llegar el otoño se produzca una situación social critica que nos lleve a la rebelión y a la desesperación de todos. Es ahora o nunca.