ENTREVISTA A CARMEN PÉREZ “CARMIACU”. COLECTIVO MUJERES EN EL ENCUENTRO
Diario de Avisos-Textos: Yurena Díaz
Carmen Pérez Núñez “Carmiacu” ha desarrollado una importante labor en el movimiento feminista en Canarias, desde que a finales de los 70 participó en la formación de la Coordinadora Feminista de Tenerife. Vinculada profesionalmente al mundo de la educación, Carmen Pérez ha militado desde su juventud en organizaciones feministas, sindicales y políticas de izquierdas.
En la actualidad forma parte del colectivo “Mujeres en el Encuentro” y de la “Plataforma Feminista 8M Tenerife”. También desde la “Asociación para la Defensa de las Pensiones Públicas de Canarias” compagina la lucha por los derechos sociales y el feminismo.
Con ella hemos hablado en profundidad de la gran desigualdad que sigue habiendo en la sociedad actual y los principales problemas que sufre la mujer.
¿Cuáles son los objetivos principales de Mujeres en el Encuentro?
Debatimos y nos ponemos de acuerdo para hacer las acciones que nos parecen importantes, siempre desde nuestras posibilidades. Nos caracteriza nuestra independencia absoluta de las instituciones, nuestra diversidad, que nos enriquece, y nuestro activismo que surge del consenso entre las diferentes opiniones. Formamos parte de un feminismo anticapitalista, anticolonial, inclusivo e interseccional.
¿Cómo analiza el aumento de la violencia de género durante la pandemia?
La pandemia obligó a tomar la medida del confinamiento haciendo que miles de mujeres conviviesen las 24h con sus maltratadores. Las consultas a través de teléfono, wasap y medios online, aumentaron a niveles alarmantes, mientras muchos servicios presenciales se tuvieron que cerrar. La violencia está siempre ahí, lo que sucede es que en situación de no confinamiento se produce una falsa sensación de alivio para ellas y muchas dejan de acudir a los servicios existentes pensando que su situación pueda mejorar, algo erróneo. El aumento de las denuncias o petición de ayuda e información se debe a la dureza de los momentos, si fue duro para todas las personas nos podemos imaginar el infierno que significó para todas ellas que se vieron sin tener a quién acudir y vigiladas de forma continua. Comentar que de esta violencia son testigos, cuando no también violentados, hijos e hijas y familiares convivientes.
¿Considera suficientes las medidas tomadas y en particular la campaña en las farmacias “Mascarillas 19”?
Bienvenida cualquier medida que ayude a las mujeres que sufren la violencia machista pero nunca las consideraré suficientes. Habría extendido la posibilidad de pedir ayuda o denunciar en cualquier establecimiento abierto en esos momentos, como forma de involucrar a toda la sociedad en la lucha contra la violencia de género. Mirando la vista hacia atrás, hay que tener presente que cualquier decisión que se tome tiene que llevar implícito las consecuencias en las mujeres y eso no ocurrió cuando se decide el confinamiento, se actuó a contracorriente. Ahora lo que toca es evaluar, no con fines propagandísticos, sino para saber su eficacia y apuntar nuevas medidas que protejan a todas las mujeres, como a las migrantes en situación administrativa irregular que, además, soportan situaciones laborales penosas y actitudes racistas, o las mujeres trans o las que prostitutas. Ahora bien, no olvidemos que hay que realizar acciones para prevenir y no solo cuando se produce la violencia machista.
¿Se está abordando con suficiente profundidad el problema de la violencia de género?
Se ha avanzado en muchos aspectos pero no se han llevado los cambios profundos que necesitamos y que implican a muchos ámbitos como el educativo, el laboral, los medios de comunicación, las redes sociales, el jurídico, el político y el legislativo. Desde los gobiernos se pueden hacer muchas cosas y la incorporación de mujeres feministas a estas tareas es importante pero no debe consistir en suplantar al Movimiento Feminista sino en gestionar políticas adecuadas.
Cuéntenos algunas de esas políticas pendientes
Tenemos un sistema educativo basado en los tabúes y estereotipos dominantes. No se ha implantado de forma generalizada la coeducación ni la educación afectivo-sexual que incluya las diversidades sexuales y las identidades sin estereotipos. Hay que poner más recursos públicos dirigidos a toda la población, sobre todo a los sectores juveniles y acercar los servicios a los barrios y a los pueblos. Hay que desarrollar acciones con el objetivo de erradicar unas masculinidades violentas y posesivas.
La justicia es patriarcal porque pone en duda nuestra palabra y sigue juzgándonos a nosotras. Existe una legislación insuficiente y la que hay no se pone en práctica en su totalidad, faltando recursos. Las leyes tienen que recoger todos los casos de violencia de género, tal como se hace en el Convenio de Estambul, que la define como aquella que padecemos la mujeres por el hecho de serlo. De esta manera incluye aquellos casos que se producen también fuera de la pareja. Hay que abordar las consecuencias de aplicar conceptos como el llamado “Síndrome de Alineación Parental” (SAP), que obliga a mujeres a un régimen de visitas en permanente contacto con los maltratadores o agresores sexuales. Es importante que no se otorguen custodias compartidas impuestas a los padres que son maltratadores.
Podemos estar horas hablando sobre la diversidad de violencias que reciben las mujeres. Pero es necesario mencionar las medidas que competen a toda la sociedad, entre las que destaco evitar la normalización de la existencia de la violencia de género, sobre todo por parte de los medios de comunicación. Debemos desterrar esa idea, que la simplifico en frases, como “siempre ha sido así y esto no cambiará” o “no se puede criminalizar a todos los hombres por algunos locos”. Son expresiones que si bien no siempre buscan negar la existencia de esta violencia específica (como sí lo hace la ultraderecha) le quitan importancia.
¿Está la mujer lo suficientemente acompañada y protegida a la hora de denunciar a su pareja o ex pareja, incluso en el caso de que retire la denuncia?
No, rotundamente no. Las mujeres se enfrentan solas o con algún familiar o amiga a la hora de la denuncia. En muchos casos, sobre todo en sitios pequeños, donde el agresor es conocido o como cuando pertenece al ámbito donde hay que presentar la denuncia, le quitan importancia y “animan” a no denunciar. Esa situación se agrava si eres migrante, si estás en situación irregular, si quien te agrede es más poderoso social o económicamente.
No podemos olvidar que las mujeres sufrimos esta violencia machista no solo en el ámbito de pareja o expareja. En los espacios públicos, de ocio, de trabajo, en las redes sociales, se viven experiencias de acoso, agresiones sexuales, hostigamientos por parte de hombres que consideran que las mujeres deben someterse a sus deseos porque esos espacios son suyos y estamos ahí para satisfacerles. Ni siquiera las instituciones se libran de estas situaciones.
Los datos constatan que la mujer vuelve a ser la víctima de la pandemia, en cuanto a la crisis económica post Covid-19
El confinamiento a nivel mundial colapsó la economía y las cadenas internacionales de suministros, aumentando la crisis del sistema económico y social en la que llevamos años, profundizando las desigualdades y pobreza. Las consecuencias son millones de personas sin ningún recurso, sobre todo en los países del sur global. A nadie se le esconde las repercusiones durísimas que todo esto tiene en las mujeres, que vienen soportando los trabajos peor pagados y con más eventualidad, muchas en la economía sumergida. El confinamiento hizo que recayera en ellas todos los cuidados de la familia, sin escuelas infantiles ni colegios, muchas compaginando con trabajos en primera línea de contagio o con el teletrabajo sin horarios. Se esfumó la conciliación familiar, tan poco desarrollada en nuestro país y que sigue sin ser compartida.
Esta pandemia ha demostrado que las mujeres juegan un papel fundamental en aquellos sectores que están en primera línea, más expuestas al contagio, como el sanitario (enfermería, auxiliares, geriatría, limpieza,…), en las residencias de mayores o con discapacidad, donde el personal es mayoritariamente feminizado, con condiciones laborales muy precarias y con falta de personal. También, han estado al frente de servicios esenciales como los supermercados, personal de farmacia, personal de limpieza, todos ellos con una media por encima del 70% de presencia de mujeres. Todos sectores feminizados e imprescindibles para la supervivencia, porque tienen que ver con los cuidados.
Desde diferentes entidades como Oxfam Intermón, el Instituto de la Mujer y la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT), nos anuncian, desde mayo, que la situación laboral y económica de las mujeres empeorará. Pronostican que el porcentaje de nosotras que perderá su empleo será mucho mayor que el de los hombres y que su reincorporación será mucho más lenta y con más dificultades, lo que nos puede hacer retroceder décadas de avances y ser abocadas a mayor pobreza y exclusión social, ampliándose aún más las brechas de género en salarios y pensiones. En definitiva, nos auguran que tendremos menos autonomía económica, seremos más vulnerables socialmente y estaremos expuestas a perder derechos y empeorar las condiciones de trabajo, algunas veces con medidas como el teletrabajo que, si no se regulan bien, implicará que las empresas, los gobiernos y los hombres se desentiendan de los cuidados en la familia y sigamos asumiéndolos en exclusiva las mujeres. El movimiento feminista lleva tiempo insistiendo en que los cuidados deben estar en el centro de la política y la economía, que es necesario presentar alternativas a un sistema que nos lleva a profundizar aún más las desigualdades y a la propia destrucción del planeta, que impliquen que la vida es lo central y no los beneficios económicos de unos pocos. Es necesario que las mujeres, en toda su diversidad, formemos parte de la construcción de alternativas sociales, políticas y económicas que impliquen verdaderos cambios.
¿Cuáles son los problemas fundamentales a los que se enfrentan hoy las mujeres mayores, las pensionistas…?
No somos ajenas a los problemas antes citados: muchas sufren violencia de género; nuestras condiciones laborales han llevado a muchas a ser protagonistas de la pobreza estructural y de la exclusión social; cuidamos y necesitamos ser cuidadas.
La pandemia ha sido cruel con nosotras pero las políticas de recortes y privatizaciones en sanidad y en residencias ha tenido consecuencias inimaginables. Si le añadimos las medidas que se han basado en una selección de quién debe vivir y quién morir, tenemos una mortalidad en personas mayores que se pudieron evitar. Sin olvidarnos de la desatención de aquellas que vivían en sus casas en soledad y que han fallecido sin tener la mínima asistencia. Al mismo tiempo, por el confinamiento, muchas han visto agravadas sus patologías. No olvidemos que entre las personas mayores, las mujeres somos mayoría.
Estos problemas se unen a las consecuencias de la profundización de la crisis económica pues, una vez más, desde los sectores neoliberales, quieren hacer recortes de lo público para privatizar y seguir sacando beneficios. No se cansan en difundir la mentira de que El Sistema Público de Pensiones es insostenible y defienden acometer reformas. Lo están preparando en la comisión del Pacto de Toledo. Estas reformas afectarán a todos los pensionistas pero tendrán mayores efectos negativos en las mujeres por su situación de desigualdad y porque las anteriores reformas provocaron su empeoramiento. Las pensiones que reciben la mayoría de mujeres son muy bajas, sobre todo las no contributivas y algunas contributivas como las de viudedad, catapultando a millones de mujeres a la absoluta pobreza. No se ha cumplido al acuerdo de subir las pensiones de menor cuantía por encima del IPC, para que vayan acercándose a pensiones que te permitan vivir, ni se han complementado desde las autonomías y ahora se amenaza con sacar las de viudedad de la caja de la Seguridad Social. Para las futuras pensiones no hay muchas noticias positivas porque quieren privatizar el sistema, alargar aún más la edad de jubilación y aumentar los años de cotización, entre otras cosas, lo que complica aún más la situación de las mujeres.
¿Qué opina de la reciente polémica entre feminismo – personas trans?
El movimiento feminista se caracteriza por su diversidad y, por tanto, por estar continuamente cuestionando nuestras formas de pensar, enriqueciéndonos con las aportaciones de todas. Existen debates mantenidos en el tiempo, por ejemplo con las aportaciones al Movimiento de las teorías queer. Son debates teóricos con una implicación práctica en estos momentos porque se intenta sacar adelante una Ley Trans que construye un marco jurídico y político transfeminista.
Hay un feminismo que se opone a esa Ley, entre las que se encuentra un sector del PSOE, que pretenden ser hegemónicas y aparecer como únicas feministas. Pero la realidad es muy distinta y somos muchas las que estamos en otras posiciones y que sí defendemos el derecho a la autodeterminación sexual, queremos la despatologización, la igualdad y el amparo legal de las personas trans. El debate sobre sexo, género e identidad es bastante complejo para explicarlo en pocas líneas, pero lo que debe quedar claro es que el Movimiento es diverso e interseccional y en la calle estamos defendiendo los derechos para todas. No nos parece un debate propio porque jamás nos enfrentamos a los derechos de las personas. No compartimos que defender una ley que recoja los derechos de las personas trans nos desdibuje a las mujeres ni que se pongan en peligro nuestras conquistas. Y planteamos que ante debates complejos debemos pensar en que las soluciones son complejas y que deben conllevar políticas más interseccionales.