EL BAR DE PEPE
Ha sido una buena noticia, no la que esperábamos, pero tampoco la peor, conseguir para los españoles inversiones de esa magnitud es, teniendo en cuenta antecedentes, una buena y esperanzadora noticia por la que nos debemos alegrar.
Pedro Sánchez, luchando en solitario, con la desvergüenza de la derecha española, contra todo pronóstico, en oposición a las peticiones del bloque socialista español, ha logrado el mejor acuerdo posible, Pedro tiene buena sintonía con Merkel y Macrón y esto es fundamental en cualquier problema con la UE. Pese al bloque formado por los países bajos y nórdicos, enfrentados a cualquier ayuda a fondo perdido a españoles e italianos, que de los 390.000 millones que solicitaba España los logró rebajar en un 56% aún así el gobierno español consiguió lo que, a priori, parecía imposible.
Pero esa ayuda tiene su pro y su contra, de los 140.000 millones de euros, unos 72.000 millones vendrán en forma de subvención a proyectos específicos y el resto en forma de préstamo a devolver en el año 2.050.
El Instituto de Estudios Económicos ya ha advertido que dicha cantidad de inyección de capital puede desperdiciarse si el ejecutivo formado por socialistas y comunistas no sabe manejar con eficacia ese mogollón de millones y que puede ser muy complejo para un equipo de gobierno en el que la experiencia en materia de gestión es escasa. Y es que el manejo de los 140.000 millones que llegarán de Bruselas en forma de créditos y ayudas a fondo perdido requiere presentar planes concretos de inversiones y reformas como prerrequisito para desbloquear las ayudas.
Aquí el asunto está, primero en el destino del dinero, a que proyecto va destinado y la viabilidad de este. Y segundo en el seguimiento y control del importe.
No se moverá un euro para España del Covid19 sin proyectos viables y al destino adecuado.
Los precedentes no son halagüeños. El PP entre el 1 de enero de 2014 y el mismo día del año 2019, el programa de fondos estructurales comunitarios había reservado para España un total de 56.367 millones, de los cuales un 70% salía del presupuesto europeo. A las puertas del último curso del sexenio, nuestro país apenas había gastado de forma efectiva el 33% de tales ayudas.
De hecho, no solo no se empleó el 67% de los recursos disponibles, sino que el 31% de los proyectos exigidos seguían sin siquiera comprometerse. Esto se traduce en que, hasta comienzos de 2020, nuestro país había sido incapaz de movilizar 12.084 millones aportados por la Unión Europea, en el marco de diversas líneas de actuación valoradas en 17.264 millones.
Por otro lado, Los fondos FEDER, de desarrollo regional, y FEADER, de desarrollo rural, presentan tasas de ejecución inferiores al 60%.
Las iniciativas que financian ambos programas alcanzan actuaciones de empleo, digitalización, competitividad, I+D… Sin embargo, muchas de estas iniciativas no han llegado a materializarse por el atasco burocrático y la incapacidad de gestión.
En clave comunitaria, Hungría, Portugal o Irlanda son los países que mejor han manejado los fondos a los que tenían derecho, mientras que España aparece en la penúltima posición de la tabla, con un manejo que solo supera, y por muy poco, el nefasto grado de planificación y ejecución observado en Luxemburgo.
Con estos datos, habrá que ponerse las pilas y empezar a trabajar sobre la marcha. Urgente es la reforma de la sanidad pública, inversiones en i+t+d, reactivación de la industria, ayuda a la creación de empleo, etc. etc., millones de ideas con imaginación que tienen los nuevos emprendedores a falta de financiación.
No deberíamos perder ni un céntimo de esa enorme cantidad de miles de millones que, sea por culpa de la desidia o la ineficacia de la burocracia de la administración española.