Este es un tipo de 74 años, náufrago de la crisis del 2008, acosado por la Seguridad Social por una deuda, sin ingresos, solicitante de la Pensión No Contributiva sin merecer más respuesta que el cruel silencio de la desidia administrativa.
Vivía en la calle, se duchaba y comía en la UMAC de Cáritas. Cuando llegó el maldito virus y el estado de alarma, se ha refugiado y se alimenta gracias a la solidaridad de las voluntarias y los voluntarios de la UMAC de CÁRITAS, al esfuerzo encomiable de las y los profesionales del Trabajo Social y al apoyo del Ayuntamiento y del Cabildo. Mientras tanto, de los gobiernos, de acá y de allá, ni se sabe ni se espera nada. Están demasiado ocupados, buscando cómo aplastar de nuevo los territorios insulares con millones de turistas, para que marichales y cobiellacos se puedan volver a forrar, comerciando con el territorio, destrozando la cultura y la convivencia de Canarias y contribuyendo a desbaratar el equilibrio ambiental del Planeta.
El tipo se esperanzó, apenas, cuando escucho a Noemí hablar del Ingreso Canario de Emergencia. Emergencia; encima se cachondean. Le parecía una miseria, pero en su situación, de eso se agarran los y las tecnócratas, de eso se aprovecha la gente de la política, menos da una piedra, pensó, aunque miraba regañado esas noticias sobre las jugosas subvenciones que otorga el Gobierno de Canarias para pagar quién sabe qué… Piensa, sí, que menos da una piedra, pero a él le están dando, de momento, un tenicazo. Desde abril, hasta hoy, 27 de mayo, fuerte emergencia, no sabe el hombre si la burocracia se lo concederá, si se lo pagará o si se callará de nuevo, cual cochina. Y que perdonen las y los burócratas la manera de señalar.
Y el tipo se quedó esperanzado otra vez, la inocencia nuca aprende, cuando le hablaron de que se iba al fin a aprobar el Ingreso Mínimo Vital Estatal. Vital. Suena a cuchufleta. Y ahora, meses después, le dicen que, cuando se apruebe y si se aprueba, tendrá que esperar tres meses, para al final, si no le dicen nada, ya sabe que, de cobrar eso, nada, tampoco. Silencio administrativo, dicen. Porque la burocracia está demasiado ocupada contando las perras que le van a dar a las grandes empresas, esas que crean empleo, dicen. Por eso está muy agobiada esa burocracia y no pueden ni contestar a una gente desesperada. La insensibilidad de los despachos.
Hasta ahora, dice el tipo de mi cuento, que no es cuento ni excepción, si está vivo, no es por los gobiernos progresistas o floridos, sino por el compromiso y ayuda de una gente buena. Y el tipo le dice a Noemí, a Ángel Víctor, a Román, a Casimiro y a Pedro y Pablo, apóstoles del progresismo versión española, que, si se queda atrás, si se tiene que morir, de hambre, de desamparo oficial, lo hará. Qué remedio. Cómo decía la Thatcher, nadie le mandó a ser pobre. Pero para morirse con la mayor dignidad posible, pide que, al menos, no hagan mofa, befa y escarnio de su miseria. Que no utilicen su desgracia para colgarse medallas que no ganan, en batallas que están perdiendo. Las batallas. Lo otro, lo ganan muy bien. En eso, si que no se quedan atrás.
Lo escribe y lo sostiene Chema Tante