La crisis del Covid está forzando una clarificación brusca de la realidad política y social, que afecta a la hoja de ruta de las izquierdas.
La incorporación de Podemos al gobierno está acelerando la maduración de sus responsables al verse confrontados con la realidad en detrimento de cultura inicial del discurso junior. El Covid va a desencadenar una ola de medidas y formas de pensar socializantes comparables a las que siguieron a la segunda guerra mundial, abonará el terreno para el despliegue de un discurso de solidaridad en todo el que país y en todo el planeta: la economía y la sociedad se volverán a pensar en términos de “toda la casa” (J.M. Keynes). Como en otras ocasiones, esto admite propuestas políticas distintas. El eje derecha-izquierda volverá a ganar visibilidad, aunque a través de un nuevo lenguaje, en una sociedad distinta, y con una ciudadanía mucho más instruida. Quizás ni siquiera llegue a llamarse así.
Pero hay un problema. A la vista de la prioridad del rescate de los accionistas frente al de la ciudadanía, todo apuntaba a que la crisis de 2008 iba a abordarse sobre el eje derecha-izquierda No sucedió porque apareció el eje nacional en escena bloqueado la salida solidaria. El eje izquierda-derecha no sigue una lógica paralela al eje nacional en las sociedades más desarrolladas, como teorizan algunas izquierdas, sino que la cruza en perpendicular. En la cruz de ambos ejes, la cuestión nacional siempre acaba deglutiendo la cuestión social debido a la mayor capacidad expansiva de su discurso, y a la propagación de la sensación de inseguridad que alimenta la angustia y turbia la cabeza. Destapar la botella nacional en momentos de crisis social, o banalizar el poder del genio que encierra en su interior es bloquear de facto una salida civilizada a la misma. Los penúltimos ejemplos son la inesperada derrota de Corbyn en el Reino Unido frente a la agenda nacional desplegada por Johnson y los nacionalistas escoceses. y el éxito del Sinn Féin en Irlanda después de -esta vez- distanciarse de la agenda nacional.
La cruz de los dos ejes afecta de lleno al diseño de una agenda progresista en España, dramáticamente lastrada hoy por la dinámica nacional. Pero una vez más: sólo si se consigue despresurizar esta última, se abrirá un respiro para la segunda. Esto es lo que ha sucedido con las conversaciones iniciadas por Pedro Sánchez con Esquerra, que provocó una división del bloque independentista abriendo el resquicio por el que se coló una agenda solidaria en La Moncloa. Torra ha intuido, que el espíritu en los balcones de las ocho de la tarde puede favorecer la conformación de un nuevo demos en el conjunto de España: el peor de los escenarios para él. Con el fin de tratar de impedido ha tomado decisiones perjudiciales para la contención del virus en Cataluña, decisiones que le han desacreditado, pero que al menos le permiten mantener a raya el espíritu de los balcones y al ralentí el motor del procés. En una situación pre-electoral esto le preocupa a Esquerra, que teme perder la hegemonía dentro del bloque independentista, y duda si debe retirarle su apoyo al gobierno progresista en Madrid para evitarlo: la entrevista de Junqueras del 6 de mayo vuelve a ilustrar el apetito insaciable de la agenda nacional sea cual sea el gobierno que haya en Madrid
De la noche a la mañana el Covid lo ha hecho todo más transparente, ha puesto las cartas boca arriba. Ha desvelado las verdaderas prioridades de cualquier partido nacionalista, se diga progresista o conservador. Ha visibilizado que al insolidaridad y la competencia entre territorios no sólo es el patrimonio de los independentistas, sino que también del neoliberal-competitivo. Esta confrontado a todos los gobiernos con los límites del neoliberalismo, poniendo en entredicho el intento de apuntalarlo tras la crisis de 2008 con medidas monetarias destinadas a preservar los intereses de los accionistas. La pandemia también ha hecho más visible la paradoja en la que se mueven las fuerzas progresistas españolas. Primero, que sólo se podrán hacer políticas solidarias si se despresuriza el eje nacional. Y segundo, que para construir un nuevo demos, hay que contar con los liberales y conservadores, ganarlos para los consensos.
La izquierda española tiene, por tanto, un único guión realista: lanzar una propuesta de construcción de demos federal en el que diversidad y pluralidad no equivalgan a competencia e insolidaridad. Esto pasa por desbanalizar el independentismo y romper con el confederalismo ambiguo en el que se ha instalado hasta ahora de forma defensiva. Por su parte, liberales y conservadores tienen que aprender a arrostrar con realismo la situación creada en marzo de 2020, distanciarse del neoliberalismo y abrazar la causa del liberalismo humanista, de la inteligencia y de la ilustración. Para ello tienen que romper con aquella parte de su propia tradición que les llevó colaborar con la bestializaron moral. Así lo hicieron ya después de la segunda guerra mundial en Europa y tras la muerte de Franco en España. Conservadores, liberales, centro-izquierda e izquierda se tienen que reunir para definir el suelo mínimo para un nuevo demos, reconocerse su mútua legitimidad como partes de un único proyecto de país de países, en el que caben proyectos políticos distintos.
La sesión parlamentaria del 6 de mayo es una pequeña gota política en medio de la gran coyuntura del momento. No sabemos cuántos liberales y conservadores van a redescubrir a los liberales Beveridge, Keynes o Rawls, cuántos conservadores van a explorar el humanismo cristiano como en 1945, o cuántos seguirán abrazando la causa ultra de Von Hayek y de Friedman. No sabemos si en el PSOE volverán a imponerse los social-liberales que le guiñan el ojo a estos últimos, o si Podemos seguirá coqueteando con indepes -confesos o inconfesos- empeñados en un gigantesco suicido colectivo. Pero la sesión de seis de mayo podría contener el germen para una reinvención consensuada de las Españas, de un marco compartido por la izquierda, el humanismo cristiano y el liberalismo solidario, en el que cada uno pueda desplegar sus propuestas en beneficio del interés general. La alternativa es el sumidero de la bestialización moral, de la mentira patológica y de la muerte de la inteligencia dictados por los ultras al norte y al sur de Ebro.