Cualquiera de los que habitamos el Archipiélago hemos oído muchas interpretaciones de qué es ser godo o qué es ser peninsular.
De hecho, a veces se pretende diferenciar sin contar con otra lógica que la forma de ser del nombrado o ciertas actitudes sociales. De tal forma, da la impresión de que cuando en Canarias se habla de “godo” agredimos y cuando se habla de “peninsular” parece que no. Cuando la realidad es que el término “peninsular” lo empiezan a utilizar los españoles autoproclamándose y un intento de mezclar españolidad con universalidad, por lo que no suena tanto a insulto, aunque siempre llevó una carga diferenciadora digna de invasores prepotentes. Quizás hasta se haya trasladado esto a una parte de los habitantes del Archipiélago, seguramente de mano de criollos o hijos de españoles nacidos y educados en Canarias. Pero, ¿qué pasa cuando se trata de una persona de Mallorca que está en Canarias?
La Real Academia Española de la Lengua (RAE) nos ofrece datos muy significativos que puede aclararnos bastante. Aunque, por supuesto, nunca va a reconocer que estaría bien llamar peninsular a un mallorquín. Chiste lingüístico involuntario que podríamos encontrar en boca de algún hispanohablante de por estos lares.
En el Diccionario de la Lengua Española de la RAE (DRAE), la cuarta acepción aceptada de la palabra “godo” dice: «Adjetivo despectivo utilizado en Canarias para definir al español peninsular»; y añade, «utilizada también como sustantivo». Lo que muchos hispanohablantes ignoran es que en la quinta acepción se define igual, pero ahora se hace alusión a la utilización en Chile, Bolivia, Cuba y Ecuador. Quizás todos no van en la actualidad tan de frente como los canarios, pero eso también tiene una explicación geopolítica, sin duda. De momento, vamos a profundizar un poco más en el DRAE. En la edición de 2001 vemos la misma referencia en cuanto a Canarias, pero solo se cita Bolivia y Chile de países americanos con una coletilla: «era usado también en otros lugares de américa». En la edición de 1992 encontramos un apunte curioso que puede ponernos sobre una interesante pista; en este no se habla de Canarias, pero si se admite una utilización despectiva: «Nombre con que se designaba a los españoles durante la guerra de la Independencia» y hace referencia a Argentina, Colombia, Chile y Uruguay. Por si quedan dudas, en la edición de 1925 encontramos: «(América) Nombre con que se designa a los españoles». Tampoco debe ser casualidad que, en la edición de 1884, en pleno reinado del Borbón Alfonso XII, no se hiciera ninguna referencia al término como despectivo o su utilización en las colonias perdidas tan recientemente. La realidad es que la politización (o lenta y dudosa despolitización) de la RAE es una evidencia temporal que nunca se puede pasar por alto.
Para que nadie se sienta más ofendido de lo que corresponde y ser fiel a la fuente que estamos utilizando, una acepción común en cada edición de las citadas es la de nobleza asociada al término. Aunque, por la propia aceptación de la RAE y la evidencia de la praxis lingüística en Canarias, damos por despejada cualquier duda sobre el acierto cuando se afirma que la utilizada en América y Canarias es despectiva.
Nos queda el origen y utilización de “peninsular” y vamos a simplificarlo lo más posible. Primero aclarar que hablaremos del término cuando se utiliza para referirse a una persona o grupo, no a un accidente geográfico. Lo segundo es que su utilización tiene una clara intención política y viene a sustituir a formas más diferenciadoras en cuanto a clase social o alguna supuesta especie de superioridad.
En algún escrito político había leído que los españoles se llamaban así a sí mismos antes de empezar a llamarse “peninsular”. No hay que profundizar mucho para comprobar esta realidad.
El DRAE nos da una definición muy aclaratoria. Dice: «adjetivo por antonomasia. Perteneciente o relativo a la península ibérica, en oposición a lo relativo a las islas y a las tierras españolas en África, y a Hispanoamérica».
Esta definición la podemos encontrar idéntica en las ediciones de 1925,1992 y 2001, sin tener siquiera rastro en el de 1884. Además, la propia RAE, en un análisis temporal del que podemos deducir claros resultados semióticos (ilustración 1), indica que su uso antes del siglo XIX (la época de las guerras de independencia americanas) era nulo. O sea, que el término “peninsular” empezó a usarse paralelamente a los alzamientos independentistas y, seguramente, vino a nominar a una población extranjera que hasta entonces se diferenciaba de la de las colonias llamándose a sí misma sencillamente “español”. Sin duda, con el peso político que significa no apartarse de la población colonizada haciendo la separación lingüística que causaría un efecto más agresor, “peninsular” cumple con todos los requisitos para no provocar sublevaciones en los territorios de ultramar. Pues está claro que no tiene otro uso y nadie imagina ni por un momento a un español en España diciéndole a su igual «nosotros, los peninsulares…». Por lo tanto, el uso de “peninsular” implica el reconocimiento de una situación política cuanto menos anormal y la diferenciación entre la población de un territorio que está fuera de España y la española. Desde una óptica no española es exactamente el reconocimiento de la ocupación de tierras extranjeras. Por eso, a día de hoy se mantiene esta terminología, pero solo en Canarias: la última colonia de España; y, sin duda, es un término tan colonialista o más que el de “godo”.