EL RINCÓN DEL BONZO
… Aunque no me gustan el caminar de la perrita ni el color de la orina del enfermo. Pues seguimos braceando con torpeza en las arenas movedizas de la confusión creada por imposición de medidas absurdas, mal explicadas, intencionadas o no, redactadas sin orden ni concierto e interpretadas al albedrío de cada quién.
En el contexto pandémico, sin posibilidad de comentar temas ajenos a esta actualidad monográfica, hoy toca hablar de aviones por el pifostio político y mediático que se montó con el vuelo MAD-LPA de Iberia Express; petado de ocupación, sin dejar libres los asientos centrales ni respetar la distancia de dos metros de separación social y preventiva. Lo que no fue óbice para que los pasajeros, que con su protesta pusieron en marcha la polémica, luego se hacinaran por su cuenta ante la cinta de recogida de equipajes, según mostraron testimonios gráficos, como si el exceso de roce previo les hubiese encariñado más de la cuenta. Imprudente comportamiento por no mantener la antes reclamada separación de seguridad.
Intentaremos aclarar conceptos farragosos con mesura y prudencia, desde una perspectiva técnica, sin más mérito que el conocimiento adquirido a través de una prolongada trayectoria profesional.
Somos conscientes de que cuando esto pase, variará el modus vivendi en muchos aspectos de lo que antes considerábamos usos y costumbres normales. El negocio de la aviación comercial no podrá sustraerse a un cambio que se presume radical, pero en sentido contrario de lo que fue, no hace mucho, la irrupción del Low Cost como filosofía empresarial de reducir costes al máximo, a costa de la calidad de un servicio reducido, para perjuicio de la atención y confortabilidad de muchos clientes que, como única ventaja, encontraron una posibilidad barata de volar, que antes era inaccesible.
Se supone, a la vista de esta situación crítica y su evolución galopante, que muchas aerolíneas desaparecerán. Bastantes sobrevivirán. Pero es previsible que el Low Cost de viajar apretujados como sardinas enlatadas, tardará muchos años en restaurarse como negocio rentable para algunos.
El episodio del Iberia Express invita a compartir datos e información fehaciente, que nada tienen que ver con gran parte de lo publicado, desde un desconocimiento subjetivo y aparente postureo político de aprovechar el andamiaje como púlpito para vocear con ánimo de significarse y sin elegancia para rectificar a posteriori. Aunque ello suponga desorientar, todavía más, a un público desconcertado y vulnerable. Es lo malo de hablar de oídas y sin rigor técnico.
Aclaración para corroborar datos proporcionados por la aerolínea y por la dirección técnica del SEPLA ante el aluvión de críticas mediáticas:
Aviones que vuelan a una altitud de 10.000 m. o más, se mueven en una atmósfera no respirable, de aire enrarecido, con carencia de oxígeno y a 50º bajo cero. Es por lo que van presurizados y climatizados con un sistema neumático de aire acondicionado que se renueva en su totalidad cada 2 o 3 minutos. Además, se suministra a través de los filtros bactericidas HEPA, con una eficacia del 99,9% en la eliminación de microorganismos, virus o bacterias, al máximo nivel de asepsia como en un quirófano. Lo que hace casi imposible el contagio. Pero no resuelve de forma tajante y absoluta un riesgo que necesita otros componentes adicionales preventivos y de protección.
La separación de 2 m. entre personas implica un círculo (pi r2) de 12,56 m2 por persona, con lo que la capacidad del avión grande se reduciría a 20 viajeros. Un pasajero ocuparía 6 asientos y pagaría por ellos. Inviable e inasumible ni siquiera como OSP (Obligación de Servicio Público). No habría aerolínea ni recursos públicos que lo resistieran. Tampoco se resolvería el riesgo por contacto previo en la terminal o por el estornudo de un infectado en la fila de embarque.
Algunos políticos locales han montado en cólera con un ataque furibundo, pidiendo explicaciones, atacando a un medio de transporte fundamental y decisivo en la reconstrucción del turismo, como recurso válido de supervivencia en nuestro futuro inmediato. En su lugar, convendría colaborar con espíritu constructivo en la elaboración de medios y procedimientos viables para perfeccionar elementos de seguridad sanitaria que complementen la atmósfera esterilizada y aséptica que protege a los pasajeros y tripulantes una vez dentro del avión. Tanto en las áreas terminales de salida y llegada, como en el acceso y desembarque del avión, del mismo modo que nos hemos adaptado a los arcos de seguridad, tendremos que aceptar los controles que deban aplicarse en los aeropuertos para aislar cualquier indicio potencialmente contagioso.
Las compañías aéreas cumplen lo legislado y vuelcan su esfuerzo en la desinfección, protección y prevención de contagios en su espacio de responsabilidad. Para una eficacia completa, se debe incidir con más énfasis en las medidas de seguridad sanitaria en el acceso de entrada de pasajeros al aeropuerto, con sistemas de diagnóstico personalizados, descontaminación de indumentarias, equipajes y demás operaciones para asepsia total de pasajeros y personal de servicio.
AENA, como entidad responsable de los aeropuertos nacionales, debe asumir estas actuaciones necesarias y suficientes, con la urgencia requerida para recuperar cuanto antes tanta normalidad como sea posible; en una actividad como el transporte aéreo, punto de apoyo para el rescate del resto de componentes de una economía nacional colapsada, en la que el turismo es fundamental y el avión su pieza clave.
La presión política debería canalizarse hacia este camino y proporcionar los medios adecuados para enmendar yerros y deficiencias previas, aprovechando los ámbitos y colectivos especializados en resolver este tipo de problemas tan específicos.
Datos e informes ampliados en el blog de referencia. Abierto, cómo no, a cualquier discrepancia que será atendida, siempre que se exponga con cortesía y buena fe.
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