EL BAR DE PEPE
Pese a lo esfuerzos del “Caudillo por la gracia de Dios” en hacer de España una gran nación industrializada, la verdad es que la vieja piel de toro siempre, hasta la entrada en la Unión Europea, fue y es una gran huerta, puteada pero grande, nunca libre, siempre esclavizada.
Los productos del agrio español eran y son de excelente calidad, nuestras naranjas, limones, tomates, plátanos, papas, etc. etc. no tienen comparación con el resto de los similares en el mundo mundial. Nadie duda del sabor exquisito de un plátano canario, o de una naranja valenciana, en realidad comparar nuestros productos agrícolas con el resto de los similares en todo el mundo es, haciendo un ejemplo, comparar ovejas churras con ovejas merinas nada que ver. El gran puteado: el agricultor, el gran beneficiado el intermediario.
De toda la vida ha sido así, recuerdo las palabras de mi suegro: “el oficio de agricultor, de trabajar en el primer eslabón de la cadena humana, es muy sacrificado, trabajar desde las 5 de la mañana, hasta las 5 ó 6 de la tarde, pendiente del sol, de la lluvia, del granizo, de la sequía, de las plagas de insectos, de la “langosta”, de tu propia enfermedad y cansancio y que todo eso no te da para poder mantener, con algo de dignidad, a tu familia no merece la pena”. Pese a todo, mi suegro, mientras su salud se lo permitió, estuvo pendiente de sus terrenos de Vallehermoso, que fueron una excelente despensa para toda la familia, y por supuesto un trabajo productivo para el “medianero” (figura del campesino que trabajaba por cuenta propia explotando la finca del latifundista a cambio de una parte de la cosecha, corriendo a cargo de los dueños, las semillas, agua, guano, aperos, etc.)
El problema del agrio es eterno, no le echemos la culpa a la política agraria comunitaria, siempre ha ocurrido lo mismo, el “pobre campesino, el puteado destripa terrones” es la única victima de este drama singular.
El “negocio” lleva siglos funcionando de la misma forma, aquí el marketing moderno, las redes sociales, etc etc. no han funcionado de la misma forma que lo han hecho en otros sectores, el tema es bien simple, yo pongo el terreno, abono la tierra, aro, planto, agua, sol y sequía, diluvios torrenciales, heladas, nevadas, al final, si todo va bien llega la ansiada la cosecha… ¿y que es lo que ocurre? Pues ocurre que lo que tu te has currado como un puto esclavo durante un año o más su precio no cubre ni el coste del kilo de papas o de cebollas, etc. que has producido rompiéndote el espinazo en el intento. Si esto ocurre así con el “fabricante” ¿ocurre lo mismo con la comercialización de esas papas o cebollas? Para nada, ahí si que existe el chocho del intermediario, resulta que el kilo de esas papas o cebollas que el agricultor ha vendido a 30 céntimos, por arte de magia, cual prestidigitador, aparece en los mercados un 500 ó 600% de aumento, de manera que en el recorrido que va entre la finca del currito hasta las lineales de los mercados o supermercados las papas se han puesto a 1,80 € mínimo.
Imaginemos el cabreo del “productor” cuando ve sus preciosas y riquísimas papas o cebollas en Mercadona con un 600% de aumento al precio que le han marcado para vender, precio que a duras penas y pocas veces cubre el coste de escandallo de la cosecha.
¿Soluciones? Claro que las hay, y existen, pero no solo existen para solucionar el problema de miles de campesinos españoles que se ven obligados a mal vender, también para el consumidor que cuando compra sabe que está comprando a un precio justo y no está en manos de 40 gansters hoy llamados “intermediarios”.
Los agricultores no van en contra de la cadena de distribución, va en contra del sistema que permite el robo descarado a los consumidores, es imposible creer que los costos de comercialización supongan un 600% del precio inicial, sobre todo porque los medios de transporte en cuanto a su diversidad, capacidad, seguridad y rapidez, han aumentado su eficacia, lo que conlleva a menos costes, si a eso le añadimos la excelencia del producto, las papas que usted y yo comemos no debería costarnos más de 60/80 céntimos de euro el kilo, en lugar de 1,80 € que se llega a pagar.
En los años 70 ya lo decían los Sabandeños: ¿Quien es ese elegantisimo y orondo caballero? Ese es un intermediario en el negocio frutero. ¿De quien es ese automóvil tan lujoso y ligero? Ese es de un intermediario en el negocio frutero ¿De quien es ese palacio y ese esplendido velero? Ese es de un intermediario en el negocio frutero…
Y así pasa la vida, ladrones legales = injusticia social.