EL BAR DE PEPE
Escuchar a Irene Montero, portavoz de Podemos en el Congreso de los diputados, decir “los portavoces y las portavoces…” me produce una sensación de imbecilidad, de tontuna, de letargo lingüístico de tal magnitud que, partir de esa frase, apago el televisor con un dolor de oídos fatal.
Sinceramente; ¿creen ustedes que esta señora, licenciada en psicología y máster en psicología de la educación, tiene pajolera idea de la utilización del idioma español?
Yo creo que si, que es una persona lo suficientemente preparada para saber que la palabra “portavoz” es común en cuanto a genero, lo que significa que coinciden en su forma de masculino y de femenino.
Pero el esperpento, lo grotesco y estrafalario ya no es que ella tenga esa especie de lapsus linguae, lo ratifica su consorte, Pablo Iglesias a la sazón ilustre Secretario General de Podemos, que dice: “hacer una sociedad mejor y más justa para las mujeres implica también mejorar y cambiar el lenguaje para hacerlo inclusivo”.
En el fondo, toda esta martingala, parece que obedece a una estrategia política para intentar captar el voto feminista, más que aportar riqueza a nuestro, ya de por si, rico idioma español.
Tanta es la ansiedad por resucitar del coma inducido, por la mediocridad de las actuaciones de la pareja podemita, al partido morado que hasta cambian de nomenclatura y de Unidos Podemos, han pasa a Unidas Podemos, discriminando así a los hombres votantes del partido morado, ignorando que al igual que la palabra portavoz, unidos es común en cuanto a género.
Se supone que estas historietas, a las que nos tienen acostumbrados, les debería hacer crecer el voto feminista, pero parece todo lo contrario, no solo no aumenta, Podemos se está consolidando como fuerza política en descenso, o sea, si Unidas Podemos cotizase en el Ibex 35 las acciones podemitas cotizarían a la baja.
Porque verán ustedes, la propuesta de Carmena es aun más chocante que la de Irene cuando nos dice la utilización de la letra e, como tercer grado lingüístico como, por ejemplo: “queridos y queridas y querides”, se supone que la palabreja “querides” se trata de equiparar a la inclusividad idiomática al colectivo LGTBI.
La utilización del lenguaje como arma política se empieza a convertir en una estupidez, supina y mentecata de lo absurdo.
Ante tanta chorrada supina, Arturo Pérez-Reverte, ilustre académico de la Real Academia de la Lengua Española y prestigioso escritor, ha afirmado que la palabra “gilipollas” no es inclusiva y ha propuesto ante sus colegas de la RAE la palabra “gilicoños”.
En este actual mundo en que se quiere igualar en todos los sentidos lo masculino con lo femenino, y viceversa, ya es hora que se nos de el chance de poder decir tacos en femenino.
Por ejemplo:
Este tío es un perfecto gilipollas. [Entiéndase: Tonto, lelo, etc.]
Si utilizamos la misma oración en femenino queda feísimo:
“Esta tía es una perfecta gilipollas.” (Entiéndase: Tonta, lela, etc.)
Sin embargo queda redonda cuando decimos:
“Esta tía es una perfecta gilicoños”.
Gilipollas viene del caló «gilí» por lo cual al utilizar gilicoños se conservaría la misma raíz.
Y si para los dichos o hechos propios de los gilipollas utilizamos gilipollez, para los dichos y hechos propios de las gilicoños, utilizaríamos gilicoñez.
En cuanto al eufemístico: gilipuertas podría seguir sirviendo para ambos géneros.
El quid de la cuestión, el fondo del problema, no es el lenguaje inclusivo, es la inclusión de la mujer en el mercado laboral con los mismos derechos y deberes que el hombre, por supuesto con el mismo sueldo.
Lo del lenguaje es muy secundario y solo sirve como “postureo político” .