El escultor canario Martín Chirino ha fallecido a los 94 años en Madrid tras una larga enfermedad.
Martín Chirino nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1925, junto al mar, en un medio familiar tradicionalmente ligado al mundo de los astilleros del Puerto de La Luz. Este conocimiento, desde muy niño, lo capacitó para el uso de la herramienta y le introdujo en un mundo que lo llenaba de asombro y pasión por la artesanía del hierro y la talla de la madera.
Estas circunstancias fueron decisivas en la trayectoria del escultor, puesto que los dos factores que mejor definen su obra son las continuas referencias a su tierra, cuya cultura ancestral ejerció una poderosa influencia, y el uso del hierro forjado como medio de expresión plástica, un trabajo artesano de tradición española, que, como dijo Antonio Saura, supo sintetizar con las más actuales preocupaciones espaciales.
A los 23 años, Chirino viajó a Madrid para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Una vez finalizados sus estudios se adentró en un período de investigación sobre el hierro y la forja española. En Italia estudió a los clásicos, completando su formación en la School of Fine Arts de Londres. Tras su regreso a Canarias, realizó la serie «Reinas Negras», unas obras influenciadas por el arte africano y el surrealismo.
En 1958 se incorporó al grupo «El Paso» junto con Saura, Canogar, Feito, Millares, Rivera… A partir de la exposición «News Spanish paintings and sculpture» en el MOMA, la presencia de Chirino en Estados Unidos fue frecuente y periódica. Desde la década de los setenta llevó a cabo proyectos monumentales inspirados en la espiral del viento; vestigio encontrado en el legado de los primeros pobladores de su tierra natal, Canarias, y continuando con sus investigaciones sobre los valores africanos.
Entre 1972 y 1974 alternó su residencia entre Madrid y Nueva York, donde compartió estudio con la escultura Beatrice Perry. De 1983 a 1990 desempeñó el cargo de presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y desde 1989 hasta 2002 fue director del Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria.
El hierro era el metal conductor de la obra de Chirino, con la que el artista buscaba su máximo potencial expresivo con un mínimo de materia. Sus esculturas, por lo común de grandes dimensiones, responden a un doble impulso: por un lado, el diálogo con el arte primitivo y los materiales y el paisaje nativo de las Islas Canarias, leídos con los ojos de la evocación imaginativa y la memoria de aquél artista adolescente que soñaba con mover el horizonte de su playa; por otro, un poderoso impulso síginico que generaba todo tipo de geometrías espaciales, por lo general curvas (espirales), capaces de iluminar el espacio que las rodea y de ser a la vez, para quien las contempla, enigma y revelación.
A lo largo de su extensa trayectoria, Chirino ha recibido, entre otros, el premio Internacional de Escultura de la Bienal de Budapest (1978), el Nacional de Artes Plásticas (1980), la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes (1985), el de Canarias de Artes Plásticas (1986), el Nacional de Escultura de la CEOE (1989), la Medalla de Honor del Círculo de Bellas Artes (1991), el de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid (2002) o el Tomás Francisco Prieto de la Fundación Casa de la Moneda (2004).
Era Doctor Honoris Causa por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria (2008) y por la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid (2011). En 2014 fue nombrado académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.