EL BAR DE PEPE
Pues no veo el por qué de tanta sorpresa.
La dimisión de Iñigo Errejón de Podemos era una crónica anunciada, telegrafiada, y sin alevosía ni premeditación, simplemente esperaba acomodarse entre la tramoya del teatro de la comedia política y en este caso ha apostado por jugársela al mejor postor, mejor dicho al único posible dado las afinidades política del chico ex podemita, a Manuela Carmena.
Que Podemos está lleno de chupopteros y mamones analfabetos, que vieron la posibilidad en el movimiento del 15-M para solucionar su mediocre vida laboral y arrimarse a la “casta” para acabar siendo “casta” misma, es una verdad como la Sagrada Familia de grande.
Podemos como partido político ha defraudado y sigue defraudando a millones de españoles que habíamos confiado en Pablo Iglesias como el verdadero revolucionario de la política española.
Si analizamos un poco el tema, no hace falta ser ninguna lumbrera, politólogo o analista político para darse cuenta que Carolina Bescansa e Iñigo Errejón formaban parte de lo mejorcito de la casa.
Desde el 4 de marzo de 2016, fecha en la que Pablo Iglesias dio la orden de votar no a la investidura de Pedro Sánchez, provocando la convocatoria de nuevas elecciones en las que perdió más de un millón de votos, Podemos ha ido cayendo como un coche sin frenos, en bajada y marcha atrás. Las incongruencias de Pablo Iglesias en el proceso independentista catalán, su apoyo a ex etarras, condenados por secuestro y pertenencia a banda de asesinos terroristas, ha sido una de las consecuencias de la bajada de la popularidad del líder de la formación morada.
La incongruencia en el discurso de Iglesias es habitual, donde antes se combatiría la “casta política” hoy se ha convertido en más de lo mismo que criticaba.
Pablo ha defraudado y sigue defraudando. Dentro del partido, las criticas de muchos militantes y las quejas de que se comporta como un verdadero dictador son el comentario generalizado.
Los enfrentamientos de la cúpula podemita no son extraños, el dedo del Secretario General funciona y vía decreto nombra y quita cargos dentro y fuera de la organización desoyendo a sus más íntimos colaboradores.
Podemos decepciona a propios y ajenos, los otros se frotan las manos a la espera de la debacle del partido nacido al pairo de la movilización ciudadana del 15-M, al que se le ve tocado de muerte.
Primero Carolina y ahora Errejón forman parte de parte de la élite podemita que decide poner pies en polvorosa y marcharse cuanto antes de los movimientos telúricos que se siente bajo los cimientos del edificio del número 21 la calle Zurita de Madrid.
Pablo Iglesias sigue el mismo que camino que Rosa Diez y UPYD, y acabará igual.
Lo dramático del asunto es la pregunta del millón:
¿cómo quedará la izquierda española tras las desintegración de Izquierda Unida y Podemos?
Lo sucedido en las elecciones andaluzas es un aviso claro del hartazgo de muchos españoles con el espectáculo circense que nos viene dando la izquierda. El Psoe sigue en bajada, perdiendo la hegemonía en su mayor feudo y dando la posibilidad a un grupo de derecha extrema, que no de extrema derecha, de entrar por primera vez en un Parlamento autónomo español.
Las encuestas de intención de voto, sitúan a Podemos al borde del abismo, de 5 millones de votantes, ahora no llegaría ni a la mitad, y obtendría no más de 15 ó 20 diputados. La prueba del “algodón” será el próximo 26 de mayo, donde, si no se remedia el caos podemita, desaparecerá en más de 14 de las 17 comunidades autónomas, y perderán en ayuntamientos, cabildos y diputaciones donde ostentan representación.
La perdida del mejor factor humano, la incoherencia política unido al falso mensaje de la humildad parece pasar cuentas a Pablo Iglesias Turrión.
Quizás debería leer más a Abraham Lincoln y menos a Carlos Marx…
“ Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo… se puede engañar a algunos algún tiempo… pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”