El día 22 de septiembre se presentó en la plaza de El Pinar en El Mentidero, el documental EL HUÍDO dirigido por el cineasta canario Pablo Fajardo, con guión de Pablo fajardo y Jorge Berástegui, y música de Samuel Aguilar.
El trabajo de promoción realizado en la isla a cargo de Alexis W. Pérez y Juan Matías Padrón dio sus frutos y creó la expectativa suficiente para que la plaza estuviera llena con más de ciento cuarenta personas, algunas de otros pueblos, que se trasladaron para contemplar el documental.
La historia se centra en Manuel Hernández Quintero uno de los tres huidos del pueblo, en la isla hubo seis, tres en el pueblo de El Pinar y otros tres en el de Isora. Los dos restantes del pueblo José Padrón Machín y Miguel Padrón Casañas ocupan un plano menos relevante, y los tres de Isora: Francisco Acosta Quintero, Juan Acosta Quintero, y Aniceto Acosta Cabrera apenas se les menciona.
El relato es construido siguiendo un guión que tiene como base el libro El Huido, de Juana Casañas Quintero, esposa de Manuel, y los testimonios de nueve personas, incluido el de la autora, de las cuales solo cuatro fueron testigos de los hechos: Juana Casañas Quintero, Esther Padrón Hernández, Soledad Castañeda Fernández y Lilia Pérez Padrón. En los dos testimonios restantes, el de Alcira Padrón Armas “Cira” y el de Elisa Hernández Casañas, ellas relatan lo que les contaron. Elisa, hija de Manuel, no había nacido cuando sucedieron los hechos, y da, no podía ser de otra manera, una visión muy particular de su padre y de lo que le contaron en su familia, Alcira “Cira” refiere lo que le dijo su esposo Eloy Quintero Morales, primo de Manuel, testigo y protagonista de los hechos aún siendo niño, y lo que pudo enterarse a través de otras personas una vez que se casó y residenció en El Pinar. Ella era una niña del pueblo de Isora cuando sucedían los acontecimientos que se narran en el documental.
Los otros tres entrevistados: Miguel Ángel Cabrera Acosta, historiador; Eligio Hernández Gutiérrez, jurista; y Emilio Hernández Montero, geógrafo; opinan sobre los acontecimientos históricos cada uno de ellos con su visión del mundo y sus particular punto de vista, y teniendo como soporte el conocimiento adquirido a través del trato con los protagonistas, con algunos de los testigos de los hechos, y sus estudios e investigaciones.
Los testimonios de Juana Casañas Quintero, Esther Padrón Hernández, Soledad Castañeda Fernández y Lilia Pérez Padrón, se nutren y son producto de sus vivencias como testigos y protagonistas. El de Juana, primero como novia y después como esposa de Manuel, está lleno de una gran carga sentimental y emotiva donde los hechos históricos muchas veces se personalizan con el claro deseo de que resalte la figura del protagonista. Las palabras de Esther destacan por su gran carga emotiva. Ella era una niña cuando su padre tuvo que esconderse, fue detenido y encarcelado. La escena donde narra cuando su madre la llevaba a la cárcel para que viera a su padre y los carceleros no le permitían que lo abrazara es una de las más enternecedoras de cuantas se relatan, en la mente de los espectadores quedan grabadas, como si las hubieran visto, las manos estiradas y los dedos del padre y de la niña que se tocan amorosamente a través de los barrotes. El testimonio de Soledad, aunque breve, es muy preciso y realista, y el de Lilia sorprende por su mesura y apego a lo sucedido. La voz de ella, en gran medida, asume y personifica la voz del pueblo cuya participación en los acontecimientos fue fundamental, y que sin embargo se ve disminuida, casi desaparecida en el documental. Siendo esa la carencia más notable en la estructura de la historia.
A veces en el documental da la impresión de que se está observando una escena homérica, concretamente cuando se muestran las imágenes del viaje de los tres huidos, a través del mar de Las Calmas, en un pequeño barco con el faro de fondo, probablemente esa es una de las escenas más plásticas y bellas del documental. La cámara desde una toma aérea va acercando al barco con los tres fugitivos, que avanzan remando, como si fueran argonautas, en busca de su particular vellocino de oro que sería su libertad. Pues bien, en esa toma el referente histórico es distorsionado, con el propósito de resaltar las figuras de los tres huidos, al desaparecer del relato los dos pescadores dueños de la embarcación: Juan Gutiérrez Monteverde, abuelo de Eligio Hernández, y José Pérez Machín, padre de Lilia Pérez, que los transportaron desde La Restinga hasta la playa de Tejada, Así como tampoco se menciona a los señores Juan Montero Hernández y Cristóbal Quintero Morales que se trasladaron del pueblo a La Restinga para comunicarles que los falangistas los estaban buscando para detenerlos. Los cuatro fueron hechos presos y golpeados, apaleados, enjuiciados y condenados por los golpistas, y tuvieron que pasar varios años en la prisión militar de Fyffes, “Faifes”, y en el campo de concentración de Gando.
Las palabras de las tres personalidades que fueron consultadas y emitieron opinión tuvieron diferentes registros, el relato de Miguel Ángel Cabrera es esclarecedor, guardando la debida distancia con los acontecimientos adopta una actitud imparcial mas no neutral. Las de Eligio Hernández, pensadas y con cierta carga de afectividad, resaltan la figura de Miguel Padrón, probablemente el dirigente político más destacado de los tres, gran orador y escritor. A pesar de ello, en el documental no se entrevista a ningún familiar suyo ni a ninguna persona que se hubiera relacionado directamente con él. Sin embargo las palabras de Eligio pierden objetividad y adquieren un matiz hiperbólíco cuando se refieren a la influencia que tuvo en su persona su amigo José Padrón. El otro entrevistado, Emilio Hernández, el que menos empatía muestra con los huidos, emite dos juicios muy personales y polémicos: el primero cuando afirma que los huidos fueron protegidos por que pertenecían a la clase pudiente del pueblo. Esa afirmación tiene un valor relativo y debatible en el caso de Manuel, ya que su padre era un pequeño comerciante, dueño de una manada de ganado con un medianero, pero no tiene nada que ver con los otros dos compañeros ya que sus familias carecían de recursos. Tanto es así que los dos tuvieron que emigrar a la Argentina, y Miguel además a Las Palmas, como tantos otros pobres del pueblo para tratar de mejorar su situación económica. El segundo de los juicios es más discutible, sobre todo cuando afirma que alrededor de los huidos lo que queda es mitología. Los hechos son como son, con independencia de los comentarios, interesados o no, que se hayan emitido sobre ellos, la persecución, juicio y cárcel de la que fueron víctimas son hechos verificables, y los palos, maltratos y prisión a sus familiares, amigos, protectores y compañeros de ideas también. Más de ciento treinta personas del pueblo fueron atropelladas, golpeadas y perseguidas, de las cuales más de treinta fueron mandadas a las cárceles de Tenerife y Gran Canaria. Sin embargo, lo que sí es cierto es que la figura de los huidos ha sido deformada por sus enemigos ideológicos, unas veces exagerando y deformando los defectos o errores que pudieron cometer y en otras inventándolos, y como si eso les pareciera poca cosa se han empeñado en equiparar y poner en el mismo plano a los victimarios y verdugos con las víctimas, tratando de que las persecuciones y ultrajes sean vistos como bien dijo Hannah Arendt, que algo sabía de eso, “terriblemente y temiblemente normales”. De tal manera que se ha creado, o por lo menos se ha intentado crear, una especie de leyenda negra alrededor de los huidos y los hechos que acaecieron, leyenda que, a lo mejor y sin proponérselo, ha hecho posible no solo la deformación sino también cierto grado de magnificación y mitificación de los hechos y de los personajes.
Si el documental se proponía contribuir al rescate de la memoria histórica, sin duda ha logrado sus objetivos. Por lo demás, los habitantes de El Pinar y de Isora deben sentirse orgullosos de haber tenido hijos tan generosos y que se jugaron su libertad por la defensa de la democracia, la libertad y la justicia. Sin embargo, se echa de menos que el pueblo piñero, sin el cual la odisea de los huidos no hubiera sido posible, no tenga en el documental el protagonismo que se merece. Uno de sus hijos, Antonio Gutiérrez, fue el que construyó el zulo donde se ocultó Manuel, e hijos del pueblo también fueron los que les llevaban la comida, los trasladaban, los mantenían informados, y los acompañaban y daban ánimo en las largas y angustiosas horas de ocultamiento en casas, pajeros y cuevas que ellos les proporcionaban, y todo ello por propia voluntad y sin esperar nada a cambio.
Ojala que el documental sea una herramienta que contribuya a rescatar del olvido, a realzar y a poner en su justo lugar histórico la figura no solo de uno de los huidos, en este caso la de Manuel, sino la de todos ellos, y que a su vez sea un instrumento que ayude al perdón, la piedad y la reconciliación, entre los piñeros, herreños y canarios, mas no al olvido.