EL BAR DE PEPE
No voy hacer un artículo sobre la radiodifusión española haciendo historia de lo que fue y no es, me niego a comparar la radio en blanco y negro con esta radio de colorines, a veces ridículos colores rojos, azules e incluso grises.
Los que presagiaban que la radio tenía sus días contados, estaban equivocados la radio fue, es y será, pese a la tv a la carta y la competencia digital, lo más recurrido para todos.
Claro, los tiempos cambian que es una barbaridad, lo que ayer era la pera limonera con nata de leche merengada, hoy no pasa de ser el limón del limonero, y punto.
Mirando hacía atrás, la radiodifusión ha cambiado muchísimo, mucho y mal ha cambiado. Pese que el tecnicismo ha logrado que cualquier chiringuito emisor pueda alcanzar, llegar a millones de personas, no es menos cierto que la radio, hoy por hoy, está llena de radioaficionados de pacotilla.
Si tenemos en cuenta que la “anuencia”, la “contemplación meditativa”, la “vista gorda” de los gobiernos autonómicos y central que hace posible que cualquier capullo, con unos 36.000 euros monte su alcachofa particular y se enganche a cualquier antena, previo pago de su alquiler o… cualquier tipo de acuerdo en forma de “martingala invertida”
Porque, si tenemos en cuenta las intentonas para regular el sector por parte de los “políticos”, la martingala invertida está al orden del día.
No voy a entrar al trapo de la chapuza asquerosa de Paulino Rivero y su mariachi, en el concurso de frecuencias de radio. Créanme, por menos de esa nauseabunda historia, si realmente hubiera democracia, Rivero y sus marionetas estarían en la puta cárcel, ya que se demostró la chapuza y el pucherazo con la que se gestionó la concesión de licencias de radio en Canarias. Una verdadera vergüenza para el sector periodístico de las islas, el que más o el que menos, con su licencia de mierda en el bolsillo opto por callar y seguir mamando de la pequeña teta radiofónica canaria.
Esto que les digo es extrapolable a cualquier autonomía del estado. A los pequeños reinos de Taifas no les basta con su bodrio radio televisivo autonómico, quieren más, y así es como pringan a diestro y a siniestro (lo hace la derecha y la izquierda) a las nuevas y antiguas sintonías del dial.
Hoy en día, y volvemos al tema principal, la radio es una verdadera mierda, esa es la verdad. Claro que es una mierda calentita, y con opciones, es como el pan que se vende a 4 panes por 0,45 céntimos, por muy calentito que te lo den, no deja de ser una puta y asquerosa mierda.
Al principio de los años 90, apareció el garrulo, el zoquete con pasta gansa, el destripa ladrillo, que había logrado millones de dólares con la burbuja, esa de que se habló tanto y nadie sabe de qué se hablaba, hay quien dice que invirtieron en “la radio” para blanquear dinero negro, así salieron a la palestra los nuevos “ciudadanos Kane” de la radio española.
La radio ha cambiado de forma radical, 200 emisoras en un dial que se tapan las unas a las otras. Es raro que puedas sintonizar en el dial, con el mismo número, la misma emisora, cambian de frecuencia según la necesidad de emisor. Se alquilan torres emisoras y voluntades, chanchullos y cambalache a la carta.
Otra cuestión es que cualquier capullo es un verdadero “comunicador”, “periodista avezado” y “contertulio super cojonudo de la gacetilla radiofónica”.
La publicidad, que debiera ser el soporte económico por la que se sustentan esos chiringuitos mediáticos, es tan poca, tan pobre y tan irrisoria que te preguntas ¿de que carajo puede vivir esa gente? La pregunta tiene su respuesta si a la semana, los mensajes nada subliminales del locutor, alaba las gestiones municipales del partido en el gobierno.
A veces, el miedo de los políticos es tan acojonante que las subvenciones a la “cultura” del chiringuito, suman cantidades que cubren los gastos y el sueldo del gerente del rollito bananero mediático, los demás a dos velas, y si alguien puede llevarse medio euro será el que monta el tinglado radiofónico en la pecera.