EL BAR DE PEPE.
Sabido es que las dictaduras no crean libertad por la misma razón que los calvos no tienen piojos: falta el ambiente. Es preciso que exista pelo y democracia para que puedan quedarse y proliferar los unos y los otros. No es cuestión de higiene. Cuando los parásitos forman parte del ecosistema, no hay muchacho que pueda considerarse a salvo de contagios por aseado que pretenda conservarse –salvo que se afeite la cabeza- ni democracia inmunizada, salvo que renuncie a serlo.
La cuestión es, básicamente, la educación. No me refiero a la educación adquirida en las escuelas, en las universidades, que también. Me refiero a esa educación que se mama en la cuna, la que nos viene dentro de nuestros genes y nos la inculcan los mayores; la educación en toda la extensión de la palabra y que de forma simple puede resumirse en el respeto mutuo.
Cuando 80.000 personas, en una final de un torneo de futbol, insultan la bandera, el himno de cualquier país, no merecen otro calificativo que el de energúmenos analfabetos. La libertad de expresión que nos otorga la democracia no incluye que usted se pueda ciscar en mi bandera, en mi himno, una bandera y un himno por el que muchísimas personas han dado todo, incluyendo su vida, para que ese cretino la pitorree. Me importan tres docenas de huevos de avestruz si usted es de ultra izquierda o facha de derechas o independentista de los de Ezquerra Republicana de Catalunya, de Herri Batasuna o de la madre que los parió. La diferencia está en que yo si me pongo de pie, respetuosamente, cuando suena Els Segadors (himno catalán) o el Eusko Gudariak (himno vasco).
Claro que todo esto tiene su vertiente cómica festivalera: mientras 80.000 energúmenos analfabetos pitan y se mofan del himno de España, esos mismos están deseando ganar la copa que les otorga el Rey del mismo Estado que ellos injurian, de España. De manera que no estando de acuerdo con los símbolos del Estado Español no tienen el menor escrúpulo en ganar la copa del Rey de ese Estado y exhibirla como su mejor trofeo paseándola por las calles y plazas de su pueblo en clamor de multitudes.
De una cosa estoy completamente seguro: Si en San Mames o en el Nou Camp, en una competición entre selecciones autonómicas, 2.000 fachas de derechas o de izquierdas pitorrearan los himnos respectivos de Euskadi y Catalunya, la Ertzaintza o los Mossos d`Esquadra repartirían leña a diestra y siniestra (nunca mejor dicho) con la detención y posterior juicio por ultraje al himno y la bandera autonómica.
La imagen que estamos dando al resto del mundo, de nación desmembrada, de pueblo troglodita y analfabeto, nos pasará factura en el respeto y consideración internacional.
Esperemos que no se repita y en los partidos de la selección española de cualquier deporte, y tanto en la Eurocopa de futbol como en las Olimpiadas vuelva el respeto, la educación y la cordura.