EL BAR DE PEPE
En un programa radiofónico para Rne, el tema monográfico tenía el tenebroso título de “Eutanasia Económica”. Para llevar a cabo el desarrollo del debate y para dar mayor información a los oyentes, en prime time en Canarias 75.000 personas, reuní alrededor de la mesa de la radio pública a numerosos expertos en eso de la vida y la muerte.
Psicólogo, médicos de urgencias, de UVI, en geriatría y un economista actuario experto en seguros de vida, formaban parte de los tertulianos a mi alrededor. La discusión sobre la muerte dirigida, desde la perspectiva de la economía del sistema de la seguridad social hizo llagas en muchos clientes radiofónicos de la radio nacional, que llegaron a bloquear la centralita del centro emisor del Atlántico.
La pregunta, que significó el minuto de oro de la tertulia, fue esta: “Si tuviéramos en un respirador artificial a un anciano de 85 años y producido por un accidente de tráfico ese aparato lo necesitásemos para salvar la vida de un joven de 25 años ¿lo desconectaríamos del anciano y lo dejaríamos morir para intentar salvar la vida de ese otro hombre joven, aun a sabiendas de no estar seguros de poder hacerlo? Todos estaban de acuerdo en desconectar al anciano y conectar al joven, se debía de intentar a toda costa salvar la vida del joven, al fin y al cabo, el viejo ya había vivido demasiado.
Esto era así hasta que la llamada de una oyente nos llevó a reflexionar… “buenas tardes, felicidades por el programa que ha logrado hacerme vomitar de asco al escuchar esas afirmaciones, pero yo les quiero preguntar a todos ¿y si ese anciano asistido por un respirador artificial fuese su padre, el padre o el abuelo de alguno de ustedes, opinarían igual? ¿Serían capaces de firmar la sentencia de muerte de ese familiar suyo en pro de la vida de un desconocido?”
Recuerdo que en el estudio se hizo un silencio y nadie se atrevió a contestar la pregunta de la amable señora cabreada por el cinismo con el que hicieron gala los invitados al debate.
Ahora estamos frente a una posible eutanasia económica global, una eutanasia proyectada y dirigida por el gobierno de España so pretexto de salvaguardar el sistema de pensiones. Dicho así, parece una trama maquiavélica guiada por una mano diabólica, pero todo tiene su explicación.
Por lo visto nuestro sistema actual de pensiones no puede soportar el aumento de pensionistas, y por lo tanto el coste de las pensiones. Todo este asunto de la sostenibilidad del sistema vitalicio tiene mucho que ver con la crisis, con el desempleo y con las expectativas de vida de los españoles. La crisis económica, motivada por la banca carroñera y estafadora, la invasión de la Troika y el neoliberalismo, ha llevado al paro obrero a más de 3,2 millones de españoles, según la EPA, lo que quiere decir que han dejado de cotizar un 22,2% de personas en el arca de la Seguridad Social, si a eso le añadimos los más de 2,6 millones de trabajadores con jubilaciones anticipadas y cobrando de la misma caja que los pensionistas jubilados en tiempo y forma, peor lo tenemos.
El asunto es que de seguir así el colapso en el fondo de pensiones es cuestión de tiempo.
En los años 1.900 la expectativa promedio de vida estaba en los 50 años, máximo 55, hoy en día y para los próximos años se espera que la longevidad de los españoles puedas superar los 85 años y seguramente el promedio se acercará a los 90.
Por lo visto se han empeñado en decir que no, que vivir tantos años cobrando pensiones vitalicias eso es inviable y nos llevará a la ruina total. Un grupo de expertos y sabios del país muy duchos en la materia, han elaborado un informe en el que nos vienen a decir que o bien empezamos a bailar con la más fea, o se acaba el baile. Y claro que te asaltan un montón de preguntas… ¿para qué nos vamos a preocupar, si tal cual está la situación el hambre y la miseria en menos de 10 años producirán más muertes que una bomba atómica? Por otro lado, la cosa tiene su solución: Si vamos a vivir más trabajemos más tiempo, en lugar de jubilarnos a los 65 lo haremos a los 70.
Pero esto tiene también su inconveniente, más tiempo en activo es igual a menos incorporación de jóvenes al mercado laboral, con un aumento considerable del paro en la población activa.
“La solución final” no es otra que la puesta en marcha, silenciosamente, sin que nadie se entere, de la eutanasia económica, esto es más o menos que “quitar el respirador a los mayores de 80 años” con lo cual habría para todos sin necesidad de reducir presupuestos en gastos reservados y de difícil justificación, sobre sueldos y otras martingalas invertidas. De momento que los pensionistas se olviden del aumento anual de la pensión en relación con el IPC.
Claro que todo el estudio de estos sabios y prohombres expertos en la materia, está efectuado con suposiciones, elucubraciones y estadísticas sin confirmar. De hecho, está basado en la situación de crisis actual y en la continuación durante muchos años más de la misma, se olvidan del refrán que dice “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.