EL BAR DE PEPE
«Cuando un joven te dice que con Franco se vivía en una cárcel, tiene razón, pero no pagábamos hacienda, el gobierno construía viviendas sociales, los alcaldes y concejales no cobraban, el paro no llegaba al 5%, la seguridad social del trabajador estaba cubierta, así como la de su jubilación, la corrupción existía, pero a unos niveles muy bajos y el que la hacía la pagaba con la cárcel, la justicia franquista funcionaba con juicios sumarísimos y consejos de guerra en el caso de terrorismo. O sea, Franco era un cabrón, pero con él se comía más y mejor.»
Estás palabras dichas por un comunista de toda la vida con 80 años y 60 de militancia en el partido comunista, te deja pensando ¿cómo es posible que esta gentuza de mierda haya llegado a tal nivel, para que los comunistas de toda la vida añoren a Franco? es increíble.
Después de la guerra civil España estaba totalmente arruinada, desolada, prácticamente sin nada, sin tan poco que no teníamos ayuda de nadie. Después de la segunda guerra mundial, se recrudeció el acoso al sistema fascista instalado en la península Ibérica por el General Franco.
No hubo plan Marshal para los españoles, nos dieron la espalda, hasta que Estados Unidos de América se dio cuenta de la importancia estratégica que tenia esa punta de la Europa del sur y a partir de ese momento, con la llegada del presidente Eisenhower a Madrid, y el encuentro con el general dictador, no empezaron a abrirse las embajadas de los países del mundo.
“Excepto Rusia y países satélites, Republica China, Corea y Mongolia” los españoles podíamos viajar por todo el planeta. Así rezaba en mi primer pasaporte.
Hablar mal del régimen estaba castigado con penas de prisión. Existía una justicia y unas leyes acordes al tirano dictador, la más famosa de todas era la “ley de vagos y maleantes” que se aplicaba a los pobres chorizos que robaban una hogaza de pan, a los que “alteraba el orden público (homosexuales) y algún macarra a los que, después de darle samanta de palos en las checas de la policía, los metían en el trullo y de ahí a currar en una cantera, hacer carreteras como mano de obra gratuita para constructores amigos del sistema, la mayor parte de esta gente, al salir de la cárcel, huían de España en busca de esperanza, de ilusiones de vivir.
Con Franco vivían mejor los fascistas, los falangistas, las mujeres de la sección femenina, algunas de ellas se camuflaban entre el entramado de la JONS (Junta Ofensiva Nacional Sindicalista) y juraban en arameo por tal de llevar a su familia el sustento necesario.
Sin embargo, la clase trabajadora salió de las alpargatas y la fiambrera, con el bocadillo de sardinas envuelto en el periódico, a los zapatos, la nevera y el seiscientos y el desayuno en el bar, a las vacaciones, de 30 días, en la playa y a un sueldo que era lo suficiente para cubrir las mínimas necesidades del obrero español. Claro que la libertad de asociación, de reunión e incluso de huelga estaba totalmente prohibidas, los sindicalistas, como Nicolás Redondo o Marcelino Camacho, aclamados como referente al sindicalismo de la España democrática, estaban en la cárcel.
Ser de izquierda, homosexual, masón, o judío en la España franquista, significaba, en el mejor de los casos, la cárcel o el paredón.
¿Qué es lo que ocurre? ¿por qué un histórico, o los históricos socialistas, comunistas, de izquierda, la gente que vivieron la España “negra”, comparan la España del siglo XXI con la España de la mitad del siglo XX con un dictador en poder?
La respuesta la tenemos en la corrupción, en la lentitud de la justicia, en los agravios sufridos y que siguen sufriendo el mundo obrero español, en la penuria en la que viven nuestros mayores, que ven como han trabajado y luchando toda su vida con la ilusión de crear una patria para todos.
Porque esta gente, (que ahora está manifestando su descontento por unas pensiones ridículas, que apenas les llega para poder comer y que, además, sirven para paliar las penurias de hijos y nietos) son los que lucharon para lograr una democracia, son los que arriesgaron sus vidas y la de sus familiares en pro de una España mejor que la que a ellos les tocó vivir más de la mitad de sus vidas.
Los políticos y la corona son los culpables directos de desencanto, de tanta añoranza a tiempos pasados que esperamos no vuelvan jamás.
Juan Carlos I, Felipe VI, Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias y compañía, sociedad ilimitada, son directamente responsables del pasotismo, del desprecio asqueroso que muestran nuestros mayores y, claramente cada día más, nuestra juventud.
Quizás se le esté cayendo la máscara a esta “democracia” que no es otra cosa que una “dictacracia”, o sea una dictadura disfrazada de democracia.