Las leyes electorales tanto la estatal como las de nacionalidades o regiones han quedado desfasadas y obsoletas y deben ser revisadas contemplando que sus ámbitos de influencia o territorio a gobernar y el de los partidos políticos coincidan.
No es de recibo que el gobierno de España este supeditado según ha venido y continua ocurriendo al designio de votos nacionalistas, siendo el caso más evidente el de Convergencia Democrática de Cataluña del “muy honorable” Jordi Pujol, o “seudonacionalistas” como ocurre con los partidos políticos canarios, Coalición Canaria y Nueva Canarias, que disponiendo de tan sólo una diputada y un diputado cada uno, tienen la llave del gobierno (los presupuestos) de todo el País. A ese nivel y para los votos ser más cercanos y eficientes independientemente desde donde se emitan, habría de configurarse como en el caso británico la circunscripción por distrito y pasar de las establecidas 52 provincias, creándose distritos por diputados o sea 350. Así se podría ponderar y equiparar mucho más los votos necesarios para la obtención de un escaño entre los grandes y pequeños núcleos poblacionales, aparte de obligar a los partidos a elegir (no imponer los dirigentes a sus candidatos y/o acólitos), las mejores candidatas y candidatos apreciados por los electores.
Esté sistema obliga a las elegidas y elegidos para conseguir su reelección, seguir contando con el apoyo de los electores y en consecuencia tienen que permanecer durante la legislatura, en contacto permanente con los vecinos de su circunscripción o distrito, y ayudándoles en sus problemas y reivindicaciones. Muy diferente al nuestro que consiste cada cuatro años, los partidos políticos y sus candidatos hacernos todo tipo de promesas electorales y después de las elecciones como se suele decir: “si te vi, no me acuerdo”, hasta el extremo, que la inmensa mayoría de los cargos electos, transcurre la legislatura como perfectos desconocidos ante la ciudadanía. En el sistema británico aparte del propio interés personal del cargo electo interesado en su reelección, la formula de elección, se produce mediante la cercanía entre electores y elegidos, siendo éste sistema bastante más democrático y representativo.
El sistema electoral en el Reino Unido (formado por Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte) está dividido en 650 circunscripciones, cada una de las cuales tiene un representante en la Cámara de los Comunes. Para ganar, el candidato no necesita obtener una mayoría de votos (es decir, el 50% + 1). Solo requiere tener un voto más que el resto. El pueblo en referéndum celebrado en 2011 votó con el 68%, a favor de quedarse con este sistema electoral. En el modelo británico no hay listas, y es el candidato de cada partido quien debe ganarse el voto diariamente de su circunscripción, por lo que la relación con los ciudadanos es más cercana y no evita la obstrucción con la Justicia. Los candidatos no deben ser tan sumisos al partido (sus dirigentes, como nos ocurre en España) para ganarse un puesto determinado en las listas y lo que realmente se valoran en ellos, es su capacidad, experiencia, preparación y sobre todo arraigo y aprecio de sus vecinos. Como muestras de la inflexibilidad de los británicos ante la corrupción fue cuando se enteraron de que el presidente del Parlamento Michael Martin, había utilizado sus dietas para cambiar el baño de su domicilio. El escándalo acabó con su dimisión en junio de 2009. Lo mismo ocurrió con el ministro británico de Energía, Chris Huhne, dimitiendo en febrero de 2012 y abandonando la política, porque mintió a la policía culpando a su mujer Vicky Price y con la complicidad de ésta, para que no le retiraran el carnet de conducir por un delito de trafico, pues conducía con exceso de velocidad. Ambos fueron condenados y tuvieron que cumplir ocho meses de prisión. Nos recuerda los casos de Esperanza Aguirre, que después de cometer una infracción de trafico con incidente incluido, huyó de la policía, cuando procedía a notificarle la referida infracción y su correspondiente penalización. La misma infracción cometió la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, aparcando su coche en la Gran Vía madrileña, en el carril reservado a los autobuses obstaculizando el paso de los mismos durante cerca de un cuarto de hora. No se le exigió ninguna responsabilidad e incluso el acto llegó a ser en gran medida bien visto y disculpado, porque la mencionada infracción fue por ir a comprar a un populoso comercio.
Para que no vuelva a ocurrir la bochornosa experiencia de estar 315 días sin gobierno y continuar el anterior a las elecciones en funciones, la presidencia ha de elegirse en circunscripción única, abarcando claro está el conjunto de España. La paridad de sexo debe ser obligatoria en todas las candidaturas y en todos los ámbitos, en consecuencia, tendrán que configurarse en cremallera
Si para las elecciones autonómicas en el resto de España es conveniente la lista regional única, erradicando la circunscripciones provinciales aun no habiendo conflictos entre éstas. Éste modelo es realmente necesario e imprescindible que se haga realidad en Canarias y es que en esta región a diferencia de la vasca, catalana y gallega donde sus partidos nacionalistas no tienen sucedáneos por provincias y están implantados de forma uniforme en todos sus territorios, el “seudonacionalismo” de Coalición Canaria tiene sucursales insularistas incluso con diferentes siglas en las islas, generando mucha dificultad gobernar el Archipiélago Canario.
Estando de acuerdo que la circunscripción regional única es la más conveniente y necesaria para erradicar los insularismos que nos divide y enfrenta y así lograr la unidad real de Canarias, para tener un mayor y mejor desarrollo y prosperidad y por si acaso desde los partidos políticos sus dirigentes, pretendan pervertir esa posibilidad imponiendo a sus mediocres candidatos de determinadas islas, se tendría que igualmente implantar las circunscripciones por distritos, esto es, que en vez de tener como en la actualidad siete circunscripciones, una por cada isla, pasaríamos con el número actual de diputados regionales a 60. O se podría con arreglo al incremento poblacional de más de 800.000 habitantes, experimentado desde que se constituyó el Parlamento de Canarias el 30 de mayo de 1983 y para producir la necesaria cercanía entre los electores y elegibles, ampliar el numero de diputados regionales en 70, pero eso si, sin ningún coste adicional, basta reducir los innumerables inútiles cargos de libre designación (“enchufados”) del Gobierno de Canarias y de los organismos e instituciones que de él dependen.
Para lograr la materialización de ésta formula y no incurrir en el insularismo, se reflejará en la Ley la obligatoriedad de concurrir a las elecciones partidos políticos al menos de ámbito regional. Se deberá modificar al respecto el Estatuto de Canarias, debido a que contempla a la isla como circunscripción. La presidencia se elegirá en lista regional única y tendrá la potestad de disolver el Parlamento para convocar nuevas elecciones. No proceden los topes.
Es cuestión de no improvisar y si aplicar un sistema electoral como el británico, más cercano a la ciudadanía que hace imposible o muy difícil practicas indecentes o corruptas de los políticos, algo que en España con el nuestro esta a la orden del día, sintiéndonos cada vez más impotentes para su erradicación.