EL BAR DE PEPE
La primera vez que oí la palabra “referéndum” fue allá por el año 1966, en la España franquista
El 14 de diciembre de 1966 se celebró un referéndum en España por el que se aprobó la Ley Orgánica del Estado. En la convocatoria se indicaba que “Todos los ciudadanos españoles mayores de 21 años, sin distinción de sexo, estado o profesión, tienen el derecho y la obligación de tomar parte en la votación del referéndum, emitiendo libremente el sufragio a favor o en contra del proyecto legislativo consultado”.
Después, no sé cuántas veces he asistido a las urnas para dar mi voto, y para que con mi voto vivan del cuento una serie de mangantes simpatizantes del dinero de todos.
Franco, que decía lo tenía “todo atado y bien atado” y que de gilipollas no tenía un pelo, sabía muy bien que si nos dejaba el libre albedrio de decidir si ir o no ir a votar, aquel frio 14 de diciembre de 1966 nos pasaríamos por el forro de los… el referéndum para la aprobación de la Ley Orgánica del Estado franquista, por lo que ató bien atado la obligación de ir todos a votar, tanto es así que para cobrar la extra de diciembre, los trabajadores tuvieran que presentar el certificado de haber cumplido con el precepto de buen español de votar. Como comprenderán el si era si y punto.
Algo más o menos parecido es lo que está haciendo el Sr. Puigdemont, flamante president de la Generalitat de Catalunya, pero a la inversa.
Puigdemont ha convocado a los catalanes, no ha todos los catalanes, a un referéndum para decidir si continúan o se marchan de España, mejor dicho; dejan de pertenecer al Estado Español, difícil que se marchen de la piel de toro, donde, quieran o no, siempre pertenecerán. O sea, Catalunya, que ha presumido de cuna de la cultura, solidaridad y democracia española, parece hacer un “regreso al pasado” y se saca de la manga, por decreto, un proyecto de ley al mejor estilo franquista, pero con sus matices.
Por ejemplo: Franco quería que fuesen la totalidad de los españoles mayores de 21 años los que por “derecho y obligación” acudiesen a las urnas aquel 14 de diciembre del año 1966, Puigdemont hace todo lo contrario y, pasando por alto la voluntad de la mayoría, permite que cualquier porcentaje de votantes al referéndum independentista del 1 de octubre de 2017, se considere valido.
Aunque no sea vinculante y solo sea de parte, en una consulta de tanta importancia para todos los habitantes de Cataluña, no es aplicable las recomendaciones de la comisión de Venecia sobre el porcentaje de participación. o quorum, que dice así:
“Un quórum necesario mínimo (mínimo porcentaje) puede generar que los opositores de la propuesta se abstengan en vez de votar en contra. Por ejemplo, si el 48% de los electores están a favor de la propuesta, 5% en contra, y 47% se abstienen, el porcentaje opositor podría dejar de participar para imponer su punto de vista, a pesar de que realmente constituye una minoría. Además, su ausencia en la campaña tenderá a aumentar el número de abstenciones y, por lo tanto, la probabilidad de que el quórum no se complete. Fomentar tanto la abstención como la imposición del punto de vista de una minoría no es saludable en una democracia. Adicionalmente, existe la intención de falsear el porcentaje de participación mínimo necesario frente a una débil oposición”.
En el caso que nos ocupa es necesario y exigible un mínimo de participación.
Aquí se está “jugando” con cartas marcadas, donde el tahúr condiciona al resto de los “jugadores” a aceptar las “normas” que él mismo dictamina, de manera que marca las cartas de antemano para ganar la “partida”.
En este asunto, crucial para el futuro de los habitantes del noble pueblo de Cataluña y de España, no se trata de sacar los tanques del ejército español por la Av. de la Meridiana, ni hacer un pulso al Estado español, ni martirizar a todos los catalanes haciéndoles creer que el resto de los españoles somos sus enemigos naturales.
Creo, y siempre creeré, en la autodeterminación de los pueblos oprimidos por los colonizadores, traficantes de esclavos y dueños de riquezas saqueadas y expoliadas por mafias capitalistas… pero cuando esto no sucede y lo que ocurre es la ambición desmedida de cuatro ayatolas, padres de la patria que cuentan milongas a los crédulos ciudadanos que, sin más, ponen el destino de sus hijos en manos de esos cuatro miserables, me produce pavor el futuro.
Espero y deseo que, tanto el gobierno de Mariano Rajoy como el de Carles Puigdemont, sean lo suficientemente sensatos y no sigan adelante con esta aventura sin antes haber llegado a un acuerdo que, de una vez por todas, garantice el derecho fundamental de los seres humanos a vivir en paz.
Balcanizar España sería un desastre para todos los europeos.