EL BAR DE PEPE
Todos lloramos, nos retorcemos entre la impotencia y el dolor intenso de ver lo vulnerables que somos ante aquellos que nos quieren hacer daño. Hablamos del terrorismo yihadista, maldecimos la ley del islam, y todo lo que suene a musulmán nos parece endemoniado.
El Corán, se ha convertido en un texto maldito para el mundo occidental.
Empezamos a entender que el problema lo tenemos dentro de nuestra propia casa. Ahora descubrimos como los terroristas «yihadistas» son británicos, franceses, belgas, noruegos o españoles. Son hijos o nietos de aquellos que llegaron a la Gran Bretaña del Líbano, de Libia, de Palestina de la propia Commonwealth.
¡Oh!! ¡¡horror de los horrores¡¡ ahora nos damos cuenta que hemos criado monstruos en los guetos que construimos en los suburbios de nuestras capitales para albergar tanto «infiel». Se vuelve en contra del sistema el propio sistema que crea exclusión social en su comunidad. El caldo de cultivo del terror lo tenemos en nuestra casa.
Surgen miles de jóvenes anti sistemas por todo el mundo. Son aquellos que dejan sus estudios aburridos de la empobrecida educación que reciben, aquellos que buscan un trabajo digno y solo consiguen esclavizarse, son aquellos que se van de su casa procurando no ser una pesada carga a sus familiares y cansados de la mierda que les rodea, caen en la trampa de alguien que les dice que puede existir un futuro mejor si se inmola con la parabellum, el kalashnikov o la dinamita.
Rechazan la droga como tal y buscan nuevas sensaciones en la aventura anarquista de querer cambiar un sistema obsoleto, neoliberal carroñero y opresivo. ¿Qué puede pensar un joven mexicano cuando observa que el país más poderoso del mundo, el policía de occidente, el líder de los derechos humanos, les niega la posibilidad de acceder a un futuro mejor levantando un muro que divide los dos países? ¿O bien el joven español, cuando observa la doble moral del gobierno español que se solidariza con los refugiados sirios mientras levanta un muro en Ceuta y Melilla con la frontera de Marruecos para evitar la entrada de magrebíes? Estas preguntas y muchas más, se vienen haciendo millones de chicos y chicas que no entienden cómo es posible la situación del pueblo palestino, que han sido desplazados por el ejército judío, invadidos, sometidos y torturados por aquellos que son los hijos y nietos de los incinerados y gaseados en los campos de concentración nazi, cuyo holocausto costo más de 5 millones de muertes.
La historia se repite, ahora son los que lloraban la matanza de sus familiares judíos en la segunda guerra mundial, los que cargan los aviones con bombas antipista, incendiarias o inteligentes causando miles de víctimas civiles.
¿Con que clase de cinismo podemos explicar la guerra en Siria?
El mundo está iniciando su etapa más peligrosa desde hace décadas. El marcado incremento de las guerras en los últimos años está desbordando nuestra capacidad de afrontar las consecuencias. Desde la crisis mundial de los refugiados hasta la extensión del terrorismo, nuestro fracaso colectivo a la hora de resolver conflictos está engendrando nuevas amenazas y emergencias. Incluso en sociedades pacíficas, la política del miedo está provocando una polarización y una demagogia muy peligrosas.
Es imprescindible parar la escalada de violencia, nadie se puede sentir seguro por muy oculto que se encuentre el pueblo donde vive. Tendremos que empezar a revisar nuestro sistema “democrático”, a educar desde la más temprana edad en los valores de la solidaridad, a desterrar la pobreza, al reparto equitativo de la riqueza.
A dar prioridad absoluta a políticas sociales, encaminadas a una nueva estructura de la educación en todas sus etapas, al acceso al mercado laboral con garantías suficientes y que estos nuevos trabajadores tengan asegurado un salario digno.
El conocimiento de otras culturas y una alianza, un pacto para conseguir la paz. Es imposible creer que en este puñetero y maravilloso mundo no cabemos todos.