EL BAR DE PEPE
Leí el comentario de mi querida amiga Rosa María con pena, rabia y vergüenza.
Mi amiga reflexionaba de una manera brillante sobre el cáncer que ataca a nuestra sociedad: El desempleo, el paro obrero.
Decía, Rosa María que “Miles de personas siguen engrosando las filas del paro y de la exclusión social que hieren como puñaladas a la ciudadanía”.
“Cientos de preguntas se agolpan en la cabeza de las personas que día tras día, se quedan sin trabajo” para terminar diciendo “El paro no es solo una cuestión de ingresar dinero (que también) es así mismo una cuestión de dignidad que afecta a las personas que lo sufren, que se ven excluidas injustamente de una sociedad en la que, estando integradas, las rechaza al olvido y a la humillación”
Con claridad meridiana, Rosa María ha puesto el dedo en la llaga. Porque, efectivamente, el paro no es solamente la miserable cantidad que percibes durante un corto periodo de tiempo, que antes te han descontado de tu nomina, el desempleo es mucho más que eso, afecta, fundamentalmente, al equilibrio psíquico de la persona que necesita del trabajo diario para creerse útil en la sociedad que le rodea.
Me dio pena porque sentí en mi piel ese rechazo de la sociedad al olvido y la humillación que supone esa exclusión social. Rabia porque sé positivamente quienes son los culpables de tanta locura, de tanta perdida de tejido productivo, de seres humanos abocados a una lucha sobrehumana para sobrevivir, porque sé de la incapacidad de los políticos para solucionar el drama de nuestro siglo, porque sé que mientras nos gobierne un mediocre y acojonado gobernante como el que preside el gobierno del Estado seguiremos en la cloaca, creando zombis y exportando valores humanos. Sentí vergüenza por no estar a la altura de las circunstancias y gritando a cielo abierto, cogiendo la “recortá” y pegando dos tiros al aire marcharme al monte. Hay momentos que la situación me desborda, de tal manera que me dan miedo mis pensamientos, y es que, amigos míos, se hace muy difícil comprender que todos nosotros, incluyendo los desempleados, tengamos que financiar a los estafadores con un crédito de 70.000 millones de euros, mientras las colas de las oficinas de empleo se miden en kilómetros y en más de 4,5 millones las personas que la forman. ¿Cómo acabará todo?
Todos los factores de crisis anteriores nos daban como indicativo, para salir de la misma, la aceleración del mercado en USA, pero esta vez ni siquiera es así. Esta no es una crisis coyuntural como se preveía, esto es una 3ª Guerra Mundial sin misiles, ni soldados, ni artillería y menos con armas de destrucción masiva. Esta es una guerra selectiva, donde los muertos son todos aquellos que han quedado fuera del “paraguas” de la sociedad de consumo. Yo animo desde donde puedo a no dejarse caer en el pesimismo, en la depresión, tanto desempleados como empleados. Nadie tiene su trabajo asegurado a excepción de la secta política. Los 17 millones de trabajadores en activo tienen su trabajo hilvanado con hilo fino, gracias a las reformas laborales de gobiernos corruptos y afines al capital depredador. Esto es una lucha de todos, no es una lucha de clases.
El empobrecimiento paulatino de la población trabajadora es patente. Los salarios basuras con contratos estercoleros, están acostumbrando a la gente a conformarse con la inmundicia de un sueldo que apenas les llega al día 10 de cada mes.
Otra clase de pobres acuden a los Bancos de Alimentos, a los comedores sociales, a las ayudas de Caritas Diocesana, trabajadores empobrecidos que, aun con un puesto de trabajo, sobreviven con la ayuda de parientes para poder abonar los gastos de luz, agua y gas, apenas pueden abonar los 450 euros de alquiler o hipoteca de su vivienda, el coche se les cae de puro viejo y no ven posibilidad de cambiarlo a menos que sea por una patineta.
Oír la cantinela de Rajoy y sus secuaces decirnos que la creación de empleo es “imparable” y que estamos saliendo de la crisis es un insulto para todos. La clase media se ha convertido en una clase de pobres con escalas, pobres de 1ª, 2ª y 3ª categoría, todos pobres la diferencia está en engrosar el grupo de pobreza severa o el de la gran pobreza, lo otro es miseria. Todos somos parias, esclavos que servimos a una economía globalizada y salvaje donde prevalece el capital carroñero.