Hoy celebra elecciones el Partido Popular, sección Canarias: se decide la presidencia del mismo. Tal como dice la copla sabandeña (“Hay dos clases de canarios / y ninguno canta en jaula: / canarios de Tenerife / y canarios de Las Palmas”), los aspirantes inicialmente fueron cuatro repartidos en rigurosa proporción, cincuenta por ciento de cada provincia (Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas), casi centenaria división (1927) del Archipiélago. Hasta la fecha ostentaba la jefatura provisional el señor Antona –fugaz heredero y también candidato- tras la dimisión del anterior titular.
A pocos días vista se retiraron los pretendientes orientales (señores Cardona González –exalcalde de Las Palmas de GC- y Hernández Bento, exsubsecretario de Industria […] y destituido delegado del Gobierno en Canarias acaso por “hacer política partidista desde la misma Delegación” o, tal vez, por “depuraciones”.
Quedan, pues, dos aspirantes: el señor Antona, parlamentario por La Palma (reside en Gran Canaria los fines de semana y fiestas de guardar) y la señora Tavío, santacrucera toda ella y relacionada con el llamado “caso Bragasgate”, presunto delito archivado por la fiscalía en torno a una supuesta malversación: intentaron justificar gastos del grupo municipal pepero en el ayuntamiento de Santa Cruz con facturas personales (incluyen ropa íntima).
El señor Antona lleva en la política 22 añitos; la señora Tavío, 23. También coinciden en su experiencia: ambos, más o menos, le han dedicado la mitad de su vida a los ciudadanos, sacrificio personal por el bien de la Patria aunque esta sea peña, roca, fuente, senda y choza, mas no el mundo o Europa. Por tanto, la Naturaleza: “Mi patria es de un almendro / la dulce, fresca, inolvidable sombra” (Estévanez Murphy).
Y no se retiran, no, tras dos decenios de actividad en espaldas, bíceps, fémures y peronés. Loados sean, pues, los dioses canarios (Achamán, Acorac…) tan benefactores con esta tierra a pesar de revelados personalismos en el PP o aparentes avalistas cuyos nombres no figuran en listados del Partido (tal pregona la candidata). Aunque dioses malvados haylos, como Tibicenas o Guañajé: invaden mentes y raciocinios de otros militantes; bloquean células grises y puras y los fuerzan a “hablar mal de compañeros de partido”. Así denuncia el señor Antona mientras le fluyen silenciosos versos de Lorca (“Aquí pasó lo de siempre: / han muerto cuatro romanos / y cinco cartagineses”) cuando sentencia sobre la retirada de los precandidatos canariones: “Quizás pasó lo que pasó hoy”. (¿Se refería, acaso, al rumor de que Madrid “invitó” a prudentes abstracciones para disimular divisiones internas, naifes en plena actividad?)
El exalcalde hace disimulada campaña entre los suyos a favor del señor Antona. Sus decenios en política –con aspiraciones a continuar en ella- le han enseñado algo fundamental: lejos del poder solo hay “tierra, humo, polvo, sombra, nada”… Y el Líder Máximo (con seguridad, el candidato palmero – grancanario) sabrá recompensar fidelidades.
Por el contrario, el exdelegado participa directamente a favor de la señora Tavío, perdedora de todas todas. Aquel habló sin metáforas contra el presidente accidental: la destitución como delegado del Gobierno fue una purga llevada a cabo por Madrid a instancias del señor Antona para excluir contrincantes. (Purga, purificación, catarsis o simple eliminación, qué más da: son contrarias a la elementalidad democrática.) Por tanto me parece muy fuerte tal acusación, más propia para regímenes dictatoriales o “comunistas” (así pregona el portavoz congresista ppepero) a la manera de Stalin: acusó a unos y otros de atentar contra el socialismo soviético. Y de ahí a la “Gran Purga”, un paso.
La acusación, pues, tiene su carga: podría la sociedad canaria sospechar que el señor Antona es humano. Por tanto, con debilidades y disparatadas actuaciones en vez de excelsas bondades y misticismos toda vez que fue bendecido por el Gran Timonel desde la última convención del PP: allí donde el señor Rajoy pone la mano florecen multiplicadas virtudes y sacrosantas cruzadas. El señor Hernández Bento, pues, o aprovecha la inmediata Santa Semana para purgar sus palabras o estará condenado a los reinos de Belcebú.
El PP es parte muy importante en la política canaria: obtuvo (segundo lugar) 12 000 votos menos que el PSOE y 6000 más que CC, 2015. En sus manos está, por ejemplo, la continuidad del señor Clavijo como presidente del Gobierno o su pase al retiro espiritual de la oposición. (Dejo constancia, no obstante, de mi desestructuración mental y reconocimiento ante los coáticos: mantienen el poder pese a que nunca consiguen ser los más votados. Por tanto, se plantea CoATIción: ¿para qué cambiar la ley electoral canaria si soy la más beneficiada?)
He aquí, con diáfana transparencia, la posibilidad de un gran servicio a Canarias –revolucionario en la más pura esencia democrática- por el PP: ¿estaría dispuesto a considerar que en las elecciones al Parlamento canario cada persona es un voto? Más: ¿se atreverá el señor Antona, seguro vencedor, a elevar a discusión pública temas tan sensibles como el arriba mencionado, las dietas de sus señorías –a veces, enjundiosa nómina suplementaria-, los terribles desequilibrios sociales entre nuestra gente, la huida de nuestros jóvenes canarios, el desajuste intelectual de nuestras universidades, la Ley del Suelo…? (Y se los planteo a él, claro, porque ya sé de la señora Tavío: en agosto de 2015 la candidata contesta “Por ahí se empieza” cuando un usuario de Twiter le expone la imposibilidad de mantener a una familia con 340 euros por media jornada. Impactante sentimiento social de una señoría cuya nómina asciende a 4000 euros mensuales. Refleja desfachatez, desfase emocional, decimonónicas convicciones laborales… Recuerda, incluso al “¡Que se jodan!” de un colega suyo.)
Está revuelto el PP canario. Como otros, exactamente igual. Hay recelos, altisonancias, acusaciones de juego sucio, durísimos alegatos entre los aspirantes. No es un consuelo, pero disipa ciertas sospechas infundadas sobre orígenes divinos: sus componentes son humanos. Por tanto, expuestos a todo con tal de alcanzar estabilidad personal. Naifes y vainazos.