EuropaPress.- Un estudio que siguió a cientos de niños desde el jardín de infancia hasta la escuela secundaria encontró que los niveles crónicos o crecientes de intimidación o acoso por parte de compañeros (‘bullying’) estaban relacionados con un menor rendimiento académico, una aversión por la escuela y una baja confianza por parte de los estudiantes en sus propias capacidades académicas.
Aunque normalmente se describe el ‘bullying’ como un problema más frecuente en la escuela secundaria, esta investigación encontró que el acoso era más severo y frecuente en la escuela primaria y tendía a disminuir en el caso de la mayoría de los estudiantes a medida que crecían.
Sin embargo, el 24 por ciento de los niños del análisis sufrieron intimidación crónica a lo largo de sus años escolares, la cual estuvo relacionado con un menor rendimiento académico y menos participación en la escuela, explica el investigador principal del trabajo, Gary Ladd, profesor de Psicología en la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos.
“Es extremadamente inquietante cuántos niños se sienten acosados en la escuela –lamenta Ladd–. Para maestros y padres, es importante saber que la victimización tiende a disminuir a medida que los niños crecen, pero algunos niños nunca dejan de sufrir intimidación durante sus años escolares”.
La mayoría de los estudios sobre el acoso escolar han seguido a los niños durante periodos de tiempo relativamente cortos y se han centrado en los efectos psicológicos, como la ansiedad o la depresión. Éste trabajo rastreó a los niños durante más de una década desde el jardín de infancia hasta la escuela secundaria y analizó las conexiones entre el acoso escolar y académico, detalla Ladd.
La investigación, publicada en la edición digital de ‘Journal of Educational Psychology’, formó parte del Proyecto Pathways, un estudio longitudinal más amplio sobre la adaptación social, psicológica y académica de los niños en la escuela, que cuenta con el apoyo de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses.
El estudio, que comenzó con 383 estudiantes de jardín de infancia (190 niños y 193 niñas) de escuelas públicas en Illinois, encontró varias trayectorias diferentes para los niños relacionados con el acoso escolar. Los niños que sufrieron niveles crónicos de intimidación durante sus años escolares (24 por ciento de la muestra) tuvieron menor rendimiento académico, una mayor aversión por la escuela y menos confianza en sus habilidades académicas.
Los niños que habían experimentado intimidación moderada que aumentó más tarde en sus años escolares (18 por ciento) tuvieron resultados similares a los niños que fueron agredidos crónicamente. Sin embargo, los que sufrieron una disminución del acoso (26 por ciento) mostraron menos efectos académicos, similares a los jóvenes que habían experimentado poca o ninguna intimidación (32 por ciento), lo que reveló que algunos niños podrían recuperarse del ‘bullying’ si disminuía.
Los niños eran significativamente más propensos a sufrir acoso crónico o creciente que las niñas. “Algunos niños son capaces de escapar de la victimización y parece que su compromiso escolar y sus logros tienden a recuperarse –celebra Ladd–. Es un mensaje muy esperanzador”.
A lo largo de la década de estudio, algunas familias se mudaron a otras partes de Estados Unidos, por lo que el estudio comenzó en distritos escolares en Illinois, pero los niños vivían en 24 estados diferentes en el quinto año del estudio. “La gente se mudó y tuvimos que rastrearlos por todo el país”, relata Ladd. El análisis incluyó encuestas anuales administradas por los investigadores a los niños, evaluaciones de maestros y puntuaciones de pruebas de lectura y matemáticas estandarizadas.
Los niños describieron sus propias experiencias sobre el acoso escolar en preguntas sobre si habían sido golpeados, agredidos o que han recibido abusos verbales por otros niños. Algunos niños pueden ser más sensibles a la intimidación, con un niño que recibe un empujón que considera que es intimidante, mientras que otro podría pensar que es sólo un juego, pero los padres y los profesores no deben desestimar lo que puede parecer una intimidación menor, aconseja Ladd.
“Con frecuencia, los niños que están siendo victimizados o acosados por otros niños no quieren hablar de ello -advierte–. Me preocupan más los niños sensibles a los que no se les toma en serio y sufren en silencio”. Se siguió a los niños hasta la edad adulta temprana, aunque los investigadores perdieron la pista de aproximadamente un cuarto de los jóvenes durante el estudio.
Aproximadamente el 77 por ciento de los niños en la investigación eran blancos, el 18 por ciento eran afroamericanos y el 4 por ciento eran hispanos, mestizos o tenían otros antecedentes. Casi la cuarta parte de los niños provenían de familias con bajos ingresos anuales (0-20.000 dólares), 37 por ciento tenían ingresos bajos a medianos (20.001-50.000 dólares) y 39 por ciento tenían ingresos medios o altos (más de 50.000 dólares).
Según Ladd, las escuelas deben tener programas anti-intimidación y los padres deben preguntar a sus hijos si están siendo acosados o excluidos en la escuela. En los primeros años del estudio, los administradores de la escuela a veces afirmaban que no había matones o víctimas en sus escuelas, pero los científicos dejaron de escuchar esa opinión a medida que el acoso iba recibiendo más atención en todo el país.
“Ha habido un montón de concienciación e historias de niños que están siendo intimidados y se suicidan, y eso ha generado preocupación pública -argumenta–. Pero hay que hacer más para asegurar que los niños no son intimidados, especialmente para los niños que sufren en silencio ‘bullying’ crónico’ durante sus años escolares”.