Hay que reformar o cambiar el Estatuto y la Ley Electoral de Canarias. Algunos de sus políticos son imprevisibles. Sobre todo los que llevan viviendo de la política parte de su vida como si las instituciones que pagamos los ciudadanos fueran sus cortijos privados. La mayoría, -solo se salvan unos pocos que sí son decentes y honrados-, actúan como prisioneros de sus propias suspicacias y desconfianzas. Pues a lo largo de estos últimos cuarenta años, han hecho de la política un casino donde se juega con dineros de nuestros impuestos sin importarles nuestro patrimonio moral. No piensan en gobernar para el pueblo sino en gobernar para unos pocos que son ellos mismos y sus intereses políticos y personales. Dedican más tiempo a hablar de los problemas de sus partidos que de los problemas de los ciudadanos.
Ahí tenemos a un Partido Socialista Canario (PSC) dividido y descuartizándose entre ellos mismos. En la otra equina, Coalición Canaria (CC), con un gobierno en minoría, navega a la deriva sin proyecto político y sin resolver los problemas de los canarios. Sin embargo, y a pesar de que solo uno de cada cinco canarios vota CC, ahí siguen cabalgando en el caballo del poder como si fueran los reyes del mambo. Mientras, el Partido Popular (PP), se dedica a desangrar a unos y a otros haciéndose querer para, si fuera necesario con Asier Antona al frente y de presidente, promover un golpe al ejecutivo de Fernando Clavijo.
No olvidemos la moción de censura que le presentó Manuel Hermoso a Jerónimo Saavedra (1993), siendo el presidente socialista el último en enterarse a la hora de desayunar en su sede del palacete de la plaza de Los Patos en Santa Cruz de Tenerife. Fue traicionado y «acuchillado» por la espalda…
Tenemos una clase política -con respetables y valiosas excepciones -muy criolla e inculta. Es decir, una manada de «jugadores de póker» que vienen viviendo de la política desde hace treinta o cuarenta años. Amarrarse al poder como si de un salvavidas se tratara, genera adicción crónica. Luego, se les hace difícil o imposible prescindir del salvavidas que es como una droga institucional. Es decir, una droga dura de la que pocos se desenganchan. Les cuesta verse sin despacho, sin secretaria, sin coche oficial y sin otras prebendas. Por eso, y por otras razones que engloban sus intereses económicos y personales, no se van de la política. No es lo mismo ir a trabajar utilizando la guagua o el utilitario, a que te lleven en un Mercedes Benz con conductor uniformado que te hace una reverencia…
En las instituciones públicas de Canarias, las alfombras del poder llevan años contaminadas. Hay que cambiarlo y renovarlo todo. Y, sobre todo, por encima de otros todos, a sus caducos huéspedes que, sin ningún tipo de pudor o de vergüenza, se reenganchan en ayuntamientos, cabildos y Parlamento como si fueran funcionarios-profesionales de la cosa pública con sueldos nunca por debajo de entre tres mil o cuatro mil euros mensuales, como mínimo. Aparte dietas, asistencia a comisiones, plenos y otros cambalaches…
Como ya he dejado claro en otras ocasiones, no todos los políticos son iguales y sería injusto generalizar. Lo repito una y mil veces: hay políticos honrados y políticos que no están en política por cuestiones éticas. Como también hay periodistas al servicio de la verdad y periodistas al servicio de la manipulación y la mentira según convenga. Pero, quienes se creen los dueños del destino de Canarias; esos que llevan veinte o treinta años cobrando de la política, deberían ser desalojados de sus cortijos democráticamente en las urnas. Sobre todo por higiene y decencia política. Algunos se resisten a dar paso a las nuevas generaciones porque han hecho de la política su modus vivendi. No saben hacer otra otra cosa y se apoltronan en las instituciones durante años y años. No más de ocho años en política al servicio de la sociedad democrática. No más de ocho años trabajando desde los ayuntamientos, cabildos, parlamentos autonómicos, Congreso de los Diputados y el Senado por los derechos de los ciudadanos. ¿Quién se atreve a reformar la Constitución para que las instituciones no sean reinos de taifas y turbios negocios del tres o del diez por ciento? Ahí está la vaina. Más tiempo pegados al poder, genera corrupción, ladronismo y bandidaje político.