En la Tribuna Libre del Canarias 7 del pasado jueves, día 5 de enero, el Círculo de Empresarios de Gran Canaria cuelga una “Carta a los Reyes Magos”. Dos son las evidencias que encierra el catálogo de solicitudes de los empresarios grancanarios.
De una parte, sus peticiones guardan una armoniosa sintonía con las políticas que desde las Administraciones públicas (en Canarias, en el reino de España y en la propia UE) se vienen aplicando desde hace ya bastante tiempo.
De otro lado, y en consonancia con la evidencia anterior, el contenido de la mencionada carta nos muestra la tenaza que sobre la ciudadanía imponen el dúo Estado-Corporaciones privadas. En este sentido, las Administraciones públicas favorecen y legitiman los deseos de acumulación de los empresarios, un proceso éste que se explicita en el Mercado.
La carta empresarial contiene, en síntesis, las señas de identidad, sacrosantas, de un modelo que en 2008 entró en crisis; una crisis que aún padecemos y que, de profundizarse, lleva al planeta a su insostenibilidad. Hablamos del modelo de gestión neoliberal que los empresarios grancanarios alaban cual mantra y que, siempre según ellos, no debemos abandonar.
Tras afirmar –faltaría menos- su creencia en la economía de libre mercado, se detienen los señores del Círculo en lanzar propuestas concretas; miran con ellas hacia un escenario ya superado. El capitalismo en su versión neoliberal ya no será igual al que se mostraba antes de la crisis. La vuelta de tuerca y la recomposición en curso del capitalismo tras el abrupto 2008 no permitirán la amplificación de las clases medias (en las que tanto dicen creer los empresarios) El capitalismo neoliberal cada vez más polariza los conflictos y provoca que unos pocos (el 1%) acumulen porciones cada vez mayores de la riqueza a costa de una gran mayoría (el 90%) que se empobrece irremediablemente.
Aún siguen mostrando los empresarios la idea, absolutamente errada y dañina –como comprobamos echando una mirada a cualquier medio de comunicación-, según la cual vivimos en un planeta infinito que nos seguirá ofreciendo ilimitados recursos para continuar explotándolo. Una creencia que, expresan, por ejemplo, en su apoyo a la Ley del Suelo (del equipo del presidente Clavijo). Como es poco el daño infligido a nuestro frágil territorio, creen es momento de reactivar el trinomio constructivo-inmobiliario-especulador, orientado a nuestro monocultivo turístico.
Abundando en esa línea (más crecimiento, más privatización y destrucción de nuestros bienes comunes) no puede menos que entenderse como cinismo malintencionado la solicitud que realizan en la carta, orientada a las nuevas generaciones, las niñas y niños de nuestra Comunidad. Piden nuestros “ilustres” empresarios un urgente pacto por la educación (el enésimo) en donde “se pongan de acuerdo todas las fuerzas políticas”. De nuevo, pactos educativos de espaldas al alumnado y a las personas (docentes y madres y padres de familia) sobre quienes recae la responsabilidad educativa. Todos los pactos educativos hasta ahora suscritos han contado con el acuerdo de más o menos fuerzas políticas… ¡y así nos va!. En ese apartado dedicado a la educación, solicitan, además, más bilingüismo (empieza a ser penosa tanta anglofilia), menos fracaso escolar y potenciar la Formación Profesional.
Y si de recetas educativas nos proponen cuantas vienen conduciendo a nuestra comunidad hacia niveles lamentables, no menos lúcidas son las sugerencias que a las mágicas majestades realizan en otro ámbito de enorme sensibilidad; me refiero al sistema sanitario, para el que reclaman más privatizaciones. No es suficiente el nivel de concierto sanitario alcanzado en esta nuestra autónoma Comunidad. Tras Cataluña y Madrid, tiene Canarias el mérito de tener el mayor nivel de conciertos sanitarios de todo el reino de España. Pese a ello, no parece mucho lo que con dinero público se les está reportando a estos adalides del desarrollo y el crecimiento desaforado. Es obvio que el sistema público sanitario supone un nicho importantísimo para la acumulación; sin embargo, no creo sea deseo de la ciudadanía verse convertida en simple cliente, que precisa enfermarse para mayor gloria de inversores sin escrúpulos. Aquí, vuelve a olerse el “tufillo” anglófilo: la salud, para quien tenga cómo pagársela.
Estos empresarios, mientras exigen -en clara sintonía con el credo neoliberal, no fuera a faltar- menos Administración y más desregulación (“para que invertir en las islas no suponga un enorme sacrificio de trámites y tiempo”) sí solicitan a esas Administraciones –que quieren ver empequeñecidas- más esfuerzo público en formar a sus futuros explotados (perdón, trabajadores).
El mercado laboral que fuerzas políticas de distinto signo han venido reformando, en connivencia con el empresariado y algunas organizaciones sindicales, muestra una creciente polarización y dualización. Los empleos que el modelo productivo impuesto a Canarias demanda no requieren de enorme cualificación. El empleo que se genera aquí es en el sector servicios, especialmente en turismo, con lo que se profundiza en un modelo productivo de bajo valor añadido y fuertemente procíclico.
En el sistema educativo se están titulando un número de estudiantes que excede con mucho las demandas que el mercado laboral, desregulado, reclama. Las tecnologías de la información y la comunicación, junto a la robotización creciente, seguirán expulsando a muchas personas de trabajos con determinado nivel de cualificación y complejidad.
Habría, por tanto, que engarzar el sistema educativo y la educación de nuestras niñas, niños y jóvenes según modelos que no tengan que ser reflejo de las necesidades de un mercado de trabajo, cada vez más desregulado, precarizado y “saturado”. Deberíamos interesarnos por modelos educativos donde las nuevas generaciones disfruten con el acercamiento a los saberes de la cultura heredada desde la asunción de que es la cooperación en los aprendizajes (y no la competitividad) lo que dinamiza y acrecienta tales conocimientos y saberes.
Y aquí no acaban las demandas empresariales. Sienten estos señores necesidad de cuidar nuestro medio ambiente; claro que para disfrute no de cuantas personas por estas ínsulas habitamos, sino para el deleite de quienes nos visitan (no sea se espanten y terminen reclamando otros destinos) Y ahí, de nuevo, reclaman la acción de las Administraciones que deberán “intervenir con urgencia en zonas públicas, barrancos, avenidas, calles, farolas y parques, y concienciar a la población en el respeto de las zonas de todos”. ¡Así, con toda la cara! Apuestan por una Ley del Suelo que destruye nuestro único patrimonio (el espacio que pisamos y del cual nos alimentamos) pero no sienten vergüenza reclamando cuidar farolas, avenidas y barrancos; no vayan a decir nuestros visitantes acerca de lo mal que atendemos nuestro “patio trasero”. Desde luego, este empresariado grancanario da muestra de una incultura ambiental tremenda; y eso que piensan en los niños, “la principal razón de ser de sus Majestades”. Unos niños, unas niñas que, cuando crezcan, tendrán que abandonar estos terruños pues aquí los mayores no hemos dejado sino miseria. Y todo, gracias al valor intrínseco de la libre empresa.
Montaña Hendida, Fuerteventura, a 9 de enero de 2017
Rafael J. Rodríguez Marrero