Votar, además de manifestarse y vindicar los derechos y libertades, es un acto de responsabilidad civil que no se debería dejar a las opiniones e informaciones, muchas veces sesgadas, que nos vienen de fuera. Es una obligación como ciudadanos y ciudadanas, enterarse para qué sirven los partidos políticos y qué representa cada uno de ellos. Porque si todos representaran a las personas, como muchos de ellos lanzan a los cuatro vientos, no tendría sentido que hubiera tantos. La sociedad está dividida en clases sociales (aunque la derecha lo niega) y cada uno de ellos representa los intereses de una clase social determinada. Resumiendo: la derecha representa los intereses de la burguesía dominante, es decir, las grandes corporaciones, las grandes empresas, la banca… Es decir, los ricos. La izquierda representa los intereses de los trabajadores, de los pobres y de la pequeña burguesía, eso que algunos llaman las clases medias y que son tradicionales instrumentos, estas últimas, que sirven de colchón entre el proletariado y la burguesía y que suelen posicionarse al lado de esta última. ¿Qué partidos representan a qué clases sociales y a qué lado del espectro político se encuentra cada uno?
Cuando en algunas tertulias televisivas y radiofónicas algún iluminado afirma rotundamente que en este país, afortunadamente, no existe ningún partido de extrema derecha como en Francia o en Grecia, miente igual de rotundamente. No debemos olvidar de dónde viene el Partido Popular. No debemos olvidar quién fundó el instrumento que ha hecho tanto daño al país y sobre todo a sus gentes. Es un partido nacido dentro de la dictadura reconvertido en pseudo demócrata por la gracia del caudillo. No estaban muy descaminados los adictos a aquel régimen, cuando dijeron aquello de “todo está atado y bien atado”. Y no les faltaba razón. El día que se sepa el número de penas de muertes que firmó, junto al dictador, el tan aclamado por PP y Psoe don Manuel Fraga Iribarne, a más de uno que aún los vota les seguirá gustando por aquello de haber salvado a España de las hordas marxistas. Otros no se lo podrán creer y se acogerán a aquello de las mentiras de los rojos masones. Y los menos se indignarán por lo que han estado votando todos estos años. No es verdad que este partido se encuentre en el centro derecha y menos aún en el centro. Ese concepto no existe. Como se explicaba más arriba, o estás con las clases populares y por tanto en la izquierda, o estás en la derecha. ¿Extrema derecha? Pues sí. Si en Francia, el Frente Nacional de Le Pen reivindica la xenofobia como bandera, al igual que Amanecer Dorado de Grecia, no hay más que escuchar lo de “Limpiando Badalona” del ínclito e insigne ex alcalde de dicha ciudad en su campaña electoral, señor Xavier García Albiol y candidato de este partido a la presidencia de la Generalitat catalana. Las políticas llevadas a cabo por el PP, como la reforma laboral, los recortes en sanidad y educación, contrarios a las políticas públicas que deben beneficiar a las clases populares, son suficientes motivos para considerar a este partido como de extrema derecha, a la altura de los mencionados Frente Nacional francés y Amanecer Dorado griego.
Cuando Josep Oliú, presidente del Banco Sabadell, propuso la creación de un Podemos de derechas, un tal Albert Rivera corrió rapidito a ofrecerse para satisfacer dicha necesidad de la banca privada. Ciudadanos es el partido emergente que lleva más de diez años emergiendo para satisfacción de una derecha que está viendo como su representante tradicional no está haciendo las cosas como debiera y se está enfangando en corrupciones demasiado evidentes. Corruptelas que no es como antes, con el caudillo, que se sabía, pero nadie se enteraba y ya estaba el régimen para taparlas bien tapadas. Ciudadanos nació como adalid de la lucha contra la corrupción del bipartidismo y por si acaso la gente no termina de olvidarse del desastre perpetrado contra el país. Pero no es algo distinto al Partido Popular. En realidad, la diferencia radica en que su jefe de filas (por cierto, afiliado y pagador durante una temporada de las Nuevas Generaciones del Partido Popular, aunque el joven lo niega) es mucho más guapo y más joven que don Mariano Rajoy Brey, dónde va a parar. Lo demás, igualito: copago sanitario, les gusta la reforma laboral del PP, les gusta la banca privada a la que le piden créditos (a saber a qué interés y a cambio de qué), el derecho a la sanidad pública sólo para los oriundos, la ley de memoria histórica les repugna, son capaces de mandar tropas a Siria… Y no es la derecha ni el centro que reivindican. Son la misma extrema derecha que el Partido Popular del que muchos proceden. De hecho, si un partido manifiesta que no es ni de izquierdas ni de derechas, sus actos evidencian hacia qué lado les gusta mirar.
En cambio, la derecha, en este país, tiene un nombre, aunque intenten disfrazarlo con otro: Partido Socialista Obrero Español. Son muchos los que en algún momento votamos a este partido, quizá engañados por su constante reivindicación de “ser de izquierdas” y por esa sensación de todo lo que fuera distinto a la dictadura no podía ser tan malo que lo sucedido durante los cuarenta nefastos años de franquismo y represión. Hace mucho tiempo que este partido dejó de ser de izquierdas para convertirse en un partido neo liberal, capaz de votar conjuntamente con la extrema derecha del PP para satisfacer las exigencias de los mercados. Aquel agosto, con nocturnidad y alevosía, en que se pusieron de acuerdo para cambiar el artículo 135 de la constitución para permitir que los acreedores fueran los primeros en cobrar sus deudas al Estado, por delante de los intereses de la gente, es algo que alguien que se considere de izquierdas no debe olvidar. ¿En qué se diferencia, entonces? El Psoe no se plantea, como buen partido socialdemócrata, un cambio de sistema ni social ni económico. Si imaginamos que la riqueza es como una tarta, la extrema derecha del PP exige que toda, absolutamente toda la tarta, pertenece a los ricos, que para eso se han esforzado y han arriesgado sus pertenencias para conseguir lo que han conseguido. La socialdemocracia está de acuerdo con este planteamiento, pero suplicando que no sean tan avaros, señores ricos, y dejen algo para el resto de la gente. Es decir: que el uno por ciento de la población, una inmensa minoría, se adjudique el noventa por ciento de la riqueza. En eso se basaron las políticas sociales de Zapatero durante su primera legislatura: ley de dependencia que, como suponía una merma en la ganancia de los ricos, apenas tuvo trascendencia; ley de memoria histórica, que suponía dinero, además de poner en evidencia los crímenes del franquismo y por tanto del PP, al llegar al gobierno, no se destinó ni un euro a este asunto; cambio en la ley de matrimonios del mismo sexo; ampliación de los supuestos de interrupción voluntaria del embarazo… Nada sobre medidas para combatir la corrupción estructural que sufre el país. Nada sobre ampliación de los derechos de los trabajadores, al contrario, una reforma laboral que ampliaba los derechos de los empresarios. Nada sobre necesidad de disminuir los poderes de la banca y de los mercados. Nada sobre igualdad de género. Nada sobre disminuir la pobreza de una buena parte de la población. En fin, nada. Sólo algún maquillaje de cara a la galería y a los mercados a los que poco o nada repudian.
La denostada izquierda, esa a la que no le tiembla la mano para poner tierra por medio con respecto de esa otra izquierda de la que sólo le separan cuatro tonterías y que por ellas, van separadas de por vida. Esa izquierda que pone por delante, en muchos casos, cuestiones personales de poder e incluso de no perder poltronas. Esa izquierda que muchas veces olvida para qué está y a la que hay que estar recordándoles constantemente que su razón de ser es potenciar un cambio de una vez. Un cambio profundo que provoque igualdad. Recordar que el trabajo debe venir por un cambio de estructuras sociales, culturales, ecológicas, de género. Recordarle que sí, que hay una ideología de izquierdas muy alejada de consumismos y de guerras.