The times they are a-changin’ (Bob Dylan)
Quede advertido el amable lector: este artículo no es objetivo. Es imposible que tenga un solo gramo de imparcialidad. No la tiene ni la pretende. No soy el hombre indicado para ello en este caso.
Enrique Mateu es mi amigo. Desde este privilegio he podido admirar como ha parido su obra en los tiempos recientes, como ha dedicado el cuerpo y el alma a la creación, como se ha comido las noches y devorado los días, como ha ido urdiendo la trama de los tejidos que nos presenta en una exposición en el Museo Poeta Domingo Rivero de Las Palmas de Gran Canaria, mientras recopilaba su música, desarrollaba empresas y diseñaba nuevos proyectos.
He sido testigo del proceso de composición de algunas músicas, arrancando fragmentos a las mareas, a las nubes y hasta el mismo sol, rasgando la madera de un piano como una termita o amaestrando un perinqué con una batuta de miel. He navegado con él una singladura azarosa en un cayuco senegalés rumbo a Maspalomas. He compartido un Jaguar C-Type por la pista de Le Mans con él y he contemplado como hacía música tapando con un calcetín un motor de seis cilindros. Después de todo esto y algunas otras aventuras no se puede ser neutral.
La exposición de imágenes presentadas en sociedad el pasado lunes 17 de octubre sólo es un fragmento de su pasión creadora. Durante los más de cuarenta años de carrera musical que refleja su biografía (Véase www.enriquemateu.com), más de 100 discos llevan su firma. Aunque solo fuese por su faceta musical merece ser reconocido y apreciado.
La inquietud insaciable de Enrique ha hecho que siga investigando, emprendiendo y creando obras con su inconfundible sello personal, buscando nuevos caminos para expresar su creatividad, explorando territorios, a priori, vedados, mezclando no sólo técnicas diferentes, sino distintas Artes.
Tres días antes de que Enrique Mateu inaugurara su exposición donde ‘la música se puede ver y la pintura se puede oír’, la Academia Sueca de los premios Nobel, le concedió el premio de Literatura a Bob Dylan, causando un terremoto en el público mundial interesado por la Cultura y una gigantesca controversia en los campos de Marte de la Literatura, donde muchos escritores se han sentido afrentados por la ‘ocurrencia’ de la Academia escandinava, de premiar a un ‘cantautor’, clamando al cielo, gritando: ¡Sacrilegio!
Durante la segunda mitad del siglo XX y los principios de este vertiginoso siglo XXI, las Artes clásicas, como la Literatura y la Música están perdiendo terreno y ‘consumidores’ ante el avance de nuevas tecnologías y de creadores que están buscando esas nuevas ‘artes’ cibernéticas para crear.
Los gustos de los ‘consumidores’ (permítanme hacer uso de este término) han cambiado radicalmente y cada vez es más complicado encontrar lectores u oyentes que quieran exclusivamente uno de estos ‘productos’ culturales aislados; y esto sólo es el principio.
Cada vez hay más ‘consumidores’ de productos culturales que reclaman y adquieren productos multimedia, muchas veces a la carta: las series, los videojuegos e, incluso la música, recurren a la combinación de muchas artes. Los creadores de música popular saben que la forma de llegar al público es la combinación de ésta con imágenes en vídeos compartidos en plataformas digitales.
Enrique Mateu ha ido evolucionando sin parar hasta trascender más allá de su Arte predilecta. La exposición de ‘pinturas sonoras’ y/o ‘sonidos gráficos’ es una muestra de esa permeabilidad entre artes. La página web de referencia es otra muestra de su deseo de visibilidad y trascendencia en estos tiempos de exposición cibernética.
Todavía hay artes como la Literatura que se mantienen, en cierta medida, de forma autónoma, utilizando la letra impresa como se hacía en el siglo XIX; aunque cada vez más se ve la necesidad de combinar el medio de expresión escrito con imágenes y música. Las portadas vistosas, los ‘book-trailers’ y los vídeos empiezan a ser incorporados de forma tímida por algunos escritores como formas de llegar a un mayor espectro de público, siquiera como forma publicitaria.
Personalmente creo que está llegando un nuevo tiempo para los creadores de las distintas artes, un tiempo en evolución, donde la mezcla de medios, de elementos, de técnicas será esencial para llegar al nuevo ‘consumidor’. Esto además requerirá la colaboración de creadores procedentes de distintos sectores.
Todo ello servirá para ganar público en sectores que nunca se han aproximado a cada una de estas manifestaciones creativas aisladas. Enrique Mateu se muestra clarividente para convertirse en un pionero de la multimedia artística. Su perfeccionismo, sus conocimientos y su calidad serán clave para alcanzar estos objetivos, porque ‘los tiempos están de cambio’. ¡Pasen y vean!