Aborrezco el mal trato animal, incluido (o sobre todo) el que se le inflige a los toros en la mal denominada “fiesta nacional” o corridas de toros, que por supuesto aboliría, pero se tendría que hacer de forma adecuada y racional, esto es, mediante el preceptivo debate en la sociedad y que ésta decida en referéndum, o mediante una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) debatida y votada en el Parlamento, o a instancia de éste que como legitimo representante del pueblo español puede adoptar tal decisión.
Pienso que pretender abolir las corridas de toros de forma visceral y con enfrentamientos drásticos, formulas que utilizan muchos antitaurinos son erróneas ya que puede producir el efecto contrario al deseado. Eso es lo que recientemente hemos comprobado, en una campaña infame de ataque a un niño de tan sólo ocho años, aficionado taurino que está luchando por su vida y que sin ninguna consideración se ha visto públicamente insultado y vejado, por quienes estando en su derecho pretenden que dejen de existir éste tipo de acontecimientos.
La formula utilizada del insulto y la descalificación ha sido muy grave y denigrante, hasta el extremo de desearle a éste pobre niño lo peor. ¿Qué les diferencia a ellos de los taurinos, que no les importa la vida de los toros? y en éste caso se trata de la vida de un inocente niño.
Al ponerse en esos niveles, se podrá seguir teniendo la razón en defensa de los toros, pero por las formas utilizadas ésta decrece y peor aún, hacen victimas a los defensores de ésta “fiesta” tan abominable. Seguro que muchos de ellos estarán deliberadamente participando en las redes sociales, exponiendo muchas más burradas que los propios antitaurinos y así, como dice el refrán: “a rio revuelto, ganancia de pescadores”, lo tendrán más fácil para continuar con sus bárbaras fiestas taurinas.
En el mundo de los toros y sus festejos, hay muchos intereses creados, incluidas subvenciones públicas, difícil de cuantificar debido a que hay muchas administraciones implicadas, pero se estima en unos 564 millones de euros anuales, empleados en algo que no interesa para nada al 72,1% de la población. De ésta tradición (pretenden llamarla cultura), tan desfasada y obsoleta se ha adueñado una parte de la sociedad, que en gran medida ha mantenido y mantiene a la (su) fiesta con el toro como protagonista, confundiéndola y haciendo de la misma alarde de españolidad.
Por eso no es de extrañar que la reaccionaria derecha de nuestro país, pretenda llevar al Tribunal Constitucional, la decisión del Parlamento de Cataluña que atendiendo a una iniciativa legislativa popular, aprobó el 28 de julio de 2010, la prohibición en su territorio de las corridas de toro. Como suele hacer el retrogrado Partido Popular, con ésta medida quiere originar otro burdo enfrentamiento con tintes una vez más electorales, del resto de los españoles contra los catalanes.
Los canarios tenemos el orgullo y la satisfacción de haber sido los primeros en abolir las corridas de toros, cuando en ese sentido se pronunció nuestro parlamento regional en sesión celebrada el día 17 de abril de 1991. En consecuencia, Rajoy y su reaccionario gobierno del PP, a quienes primero tendrían que denunciar y si procediera, aplicar la sentencia del Tribunal Constitucional, sería y con mucho honor por la decisión que en su momento adoptamos a nosotros.
España afortunadamente ha evolucionado en muchos aspectos para mejor, sin embargo, en lo que respecta a costumbres y tradiciones nos hemos quedado estancados y será que como ahora todo se puede ver por televisión en directo, parece que incluso hemos retrocedido.
Las estadísticas contemplan que solamente el 8,5% de la población ha acudido una sola vez a un festejo taurino y que el número de aficionados ha decrecido el 37% en los cinco últimos años, fundamentalmente entre los jóvenes. Al ser mucho mayor la cifra de no aficionados y partidarios de su abolición, consecuentemente en un tema de esta importancia y característica, que implica sensibilidad y respeto a los animales e imagen de un país moderno y respetuoso con los mismos, terminar con éste sinsentido está más que justificado.
Se hace necesario dotarnos de una verdadera ley contra el mal trato animal actualizada y que sin “paños calientes”, aparte de prohibir la “fiesta nacional” de los toros, haga lo mismo con los festejos populares, donde unos barbaros (personas) animales, se ensañan contra inocentes y pobres animales.
Antonio Aguado Suárez