Desde hace cuatro décadas el panorama político del Estado español ha estado asentado sobre el bipartidismo, lo que ha dado lugar a que en el imaginario colectivo se haya configurado la idea de que ambos son imprescindibles, alternándose uno en el gobierno y el otro en la oposición. PP y PSOE, ambos homologados para gestionar el neoliberalismo contra la clase trabajadora.
El empresariado corruptor, que compra los favores de los políticos, lo ha tenido fácil en un país con escaso control y una democracia inmadura. Y además, con una “clase política” que se ha consolidado en el poder y ha hecho uso de la extendida idea de llegar a la política para enriquecerse.
La salida a las plazas del movimiento 15-m significó el “basta ya” de una parte importante de la sociedad, harta de que sólo se contara con ella para solicitarle el voto, y luego desde el poder legislar contra los intereses de la mayoría social, imponiendo recortes y reformas. Y en eso llegó Podemos. Y el inicio de procesos unitarios que han venido a significar un rayo de esperanza de que aún es posible revertir las políticas antisociales y que haya algún día un gobierno que trabaje para mejorar las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social.
Ha quedado meridianamente claro que tanto los del PSOE de Sánchez como los de Felipe Glez. y Susana Díaz, no han querido gobernar con Podemos. Y que frente a Podemos, prefieren una alianza con el PP. Sus motivos tienen ambos partidos: se resisten a la pérdida de su carácter de imprescindibles e intentan impedir a toda costa el final del régimen que los sustenta.
Seguramente, una parte importante de las personas que han apoyado al PSOE se han sentido defraudados por ese partido que dice una cosa en campaña y hace lo contrario después y que es capaz de utilizar esos votos para salvar su pellejo (pues no está en condiciones de concurrir a unas terceras elecciones) y apoyar la continuidad de un gobierno de derechas presidido por el denostado Rajoy.
Las placas sobre las que estaba asentado el bipartidismo se han roto y están intentando recolocarse. Es el momento de pedir un voto de confianza para Unidos Podemos, como único valor seguro que ofrezca un rayo de esperanza de que pueda haber un gobierno de gente decente que busque la felicidad de la ciudadanía.
Somos la alternativa de gobierno. Y para alcanzarlo, tenemos que seguir combinando una insobornable oposición en las instituciones junto con la movilización de la ciudadanía. Este otoño, las plazas y las calles tienen que convertirse en un clamor popular exigiendo politicas sociales y dignas que beneficien a la mayoria social.