Durante la pasada semana, se celebró en Madrid la XVIII edición de las Jornadas Nacionales de Patología Dual, organizadas por la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), junto a la Fundación Patología Dual y con el apoyo del National Institute on Drug Abuse (NIDA) de los EEUU.
A este encuentro asistió el médico psiquiatra Félix González Lorenzo, presidente de la Asociación Canaria de Neuropsiquiatría y Salud Mental (ACN).
Félix, que te parecieron las jornadas?
Se hicieron aportaciones muy interesantes y novedosas, siguiendo un amplio programa que duró tres días, con conferencias simultaneas de conocidos líderes de opinión, simposios, encuentros con expertos, talleres, posters, comunicaciones orales y sesiones participativas e interactivas. Tuvimos también la oportunidad de debatir, con expertos de gran prestigio, sobre la estrecha relación de las adiciones y las enfermedades mentales.
¿Qué es la patología dual ?
Patología dual es la denominación que se le da, en el campo de la salud mental, a aquellas persona que sufren de forma simultánea o a lo largo de su vida, una adicción y otro trastorno mental. Las adicciones pueden ser las que se conocen como comportamentales, por ejemplo: el juego patológico, internet… o la adicción a sustancias
¿Cuándo dicen adicciones a sustancias, a que sustancias se refieren?
Pues por una parte a las sustancias integradas en nuestra cultura, como son la cafeína, el tabaco, el alcohol o también a medicamentos: ansiolíticos, analgésicos o algunos estimulantes. Son las llamadas legales. Y por otra aquellas no permitidas por la ley y peor vistas por la sociedad, como el cannabis, la cocaína, anfetaminas y las de la familia del opio.
¿Cuáles son las enfermedades mentales más relacionadas con las adicciones?
Los problemas de ansiedad, del estado de ánimo, trastornos del espectro de la esquizofrenia y la psicosis, Trastorno por Déficit Atención e Hiperactividad (el llamado TDAH), y también los rasgos y trastornos de personalidad, que dicho de otra manera son personas con caracteres que podríamos definir como “difíciles”.
¿Qué desatacarías de todo lo que se trató?
Se habló mucho de los efectos perjudiciales sobre la salud mental y física del cannabis o marihuana. Se está investigando bastante sobre esta sustancia. En la comunidad científica hay una creciente preocupación por los hallazgos sobre su potencial como generador de enfermedades mentales.
¿A qué enfermedades mentales y físicas te refieres?
Problemas con la memoria. Depresión. Esquizofrenia. Dificultades con la coordinación de los movimientos.
Por ejemplo, se sabe que nuestro cerebro cuenta con un sistema que se llama encocanabinoide. Su función es similar a la que realizan los derivados de la marihuana. Las que se producen en nuestro cerebro son una proteína que, entre otras cosas, sirven para borrar los recuerdos negativos. A ello se deben sus efectos sobre la memoria. Con el paso del tiempo no recordamos los hechos tal y como ocurrieron. De nuestra conciencia se van desvaneciendo los acontecimientos negativos. Por eso cuando contamos una historia sobre algo que nos ocurrió lo hacemos evocando lo mejor, lo más gracioso. Lo traumático pierde intensidad. Esta autorregulación es necesaria para mantener un estado emocional adecuado. Si no probablemente sería insufrible la vida. Es como aquello que se dice sobre que si una mujer recordara el grado del dolor del parto con la intensidad que lo vivió, nunca más se quedaría embarazada. De este borrado se encargan los cananbinoides de los que hablamos. Y estos cananbinoides están presentes en la marihuana. Si nosotros usamos cannabis exógenos, es decir la marihuana o sus derivados, estamos forzando artificialmente el mecanismo de olvidar, agrediendo nuestra memoria. Este daño neuronal se agrava más cuanto mayor es la concentración del tóxico, como por ejemplo lo que ocurre con el llamado chocolate. Y peor aún con el aceite de hachís que puede llegar a un 90 % del principio activo. Y por si fuera poco hay derivados sintéticos de cuya concentración exacta poco se conoce. Y éstos, se consiguen en la calle sin garantía alguna de su pureza, procedencia ni de su composición. Probablemente las personas que compran y consumen estos productos nunca le daría a sus mascotas algo con este potencial de riego para la salud.
El cannabis interacciona además seriamente con el alcohol. Pero no es que solo duplique los efectos de éste, sino que los multiplica, sobre todo entorpeciendo los movimientos. Un efecto que puede ser especialmente peligroso si se conduce.
Además, todo lo que afecta al cerebro afecta en mayor o menor medida a nuestra mente. Y aquí también tenemos un problema. Se conoce la relación del cannabis con la esquizofrenia. Hasta ahora se advertía de que su uso podía desencadenar episodios de psicosis, es decir, pérdida de control, delirios, agitación… Pues bien, Lancet (una prestigiosa publicación en medicina), ha informado de la evidente relación, entre el consumo de cannabis y la aparición de esquizofrenia en las personas que lo consumen. Hay datos concretos, cuyo detalle quizá exceden el marco de esta entrevista, en cuanto a la relación entre frecuencia del consumo y la aparición de un trastorno mental grave, que una vez desencadenado puede ser de por vida.
¿Y podrías darnos algún dato de los que mencionaste?
Si. Por ejemplo, un único uso de cannabis aumenta hasta un 40% las probabilidades de padecer una psicosis.
Se sabe, además, que el consumo de cannabis está relacionado con que la esquizofrenia debuta a edades más tempranas. Cuanto más joven se inicia la enfermedad peor es su pronóstico. Si además el cannabis después se consume junto a los psicofármacos que se toman como tratamiento, los efectos secundarios de éstos se incrementan y la repuesta es peor.
Entonces, se confirma que los porros afectan al cerebro ¿Y a los pulmones?
Si claro. La vía de absorción es la respiratoria. Normalmente, para la absorción se requiere una inspiración profunda. Y los porros, además, contienen mezcla de tabaco. Para agravar el asunto, el cannabis tiene un efecto broncodilatador. Aire caliente, hachís más tabaco con todos sus más de cuatro mil componentes químicos. Ingredientes que se encuentran al final un bronquio dilatado como puerta de entrada a la sangre y por tanto nos expone a más toxicidad. Una combinación muy agresiva.
¿Y por qué el “porro” se considera poco menos que inofensivo?
Hasta hace poco se ha mantenido esta teoría de atribuirle efectos, incluso beneficiosos. Creo que hasta los médicos hemos contribuido a consolidar el cannabis como “droga menor”. Pero los resultados de la investigación han venido echando por tierra las teorías de la inocuidad de esta droga.
Es más, actualmente se admite, que el uso crónico de cannabis produce inflamación cerebral, lo que supone una agresión para las neuronas. Y como consecuencia, a largo plazo, problemas en la psicomotricidad.
Se ha hablado incluso de su uso medicinal.
Si. Se está tratando de establecer su utilidad en algunas situaciones como son la
Enfermedad de Parkinson, la Corea, el dolor y las náuseas para los pacientes que se tiene que tratar con fármacos que las producen. Y también en una enfermedad congénita que se llama Síndrome X frágil. Pero esto siempre evaluando la relación beneficio riesgo. Es decir, los potenciales efectos beneficiosos frente a los efectos secundarios tendrían que justificar su uso.
¿Tan preocupada está la ciencia por este asunto?
Si. Porque se ha adelantado mucho en la investigación al respecto de los efectos de las drogas. Y los resultados son alarmantes. Los profesionales que tenemos a nuestro alcance toda esta información, tenemos la obligación ética que darla a conocer. La gente debe estar informada de los avances, que se deben transmitir de una forma comprensible. Siempre tratando de evitar el sermoneo y los juicios morales. No somos agentes de la salud para asustar, amedrentar, prohibir… Pero si debemos comunicar las evidencias de los riesgos. Después cada uno decide. Si lo hace informado mejor. Y si la decisión es responsable, mejor aún. Quizás uno de los aspectos más preocupantes es el perjuicio sobre la población más vulnerable, la más sensible: Los niños y los adolescentes. El impacto de la información en esta franja de edad es decisivo. Para bien y para mal. En las dos primeras décadas de la vida se decide la debilidad o la fortaleza futura de nuestro aparato psíquico.
¿Qué se puede hacer de manera preventiva?
Como te decía antes sirve de poco pelear a la gente. Reprenderla. Amenazarla. Si esto fuera útil el problema no sobrepasaría el ámbito familiar. Cuando los pacientes llegan a nosotros ya la familia ha agotado esta vía. Y no solo eso, sino que ya están emocionalmente extenuados y con un considerable nivel de frustración ante la inutilidad de repetirles: “no fumes, eso te hace daño, deja esas compañías, pon más de tu parte, haz vida sana, deporte…” Nada. Es como decirle a alguien que deje de toser empleando su voluntad. La dependencia a las drogas no es un problema de voluntad, es un problema de salud y como tal precisa ayuda para resolverlo.
¿Y otros asuntos de interés que se trataron?
Si. Como la influencia de un uso inadecuado de internet y de la falta de sueño sobre los niños. El cigarro electrónico como alternativa a los fumadores. La relación del trastorno por déficit de atención (TDAH) con las adicciones. La adicción con la comida y con “el comer”. En fin. Sería largo. Quizás en otra ocasión podamos seguir tratando alguno de estos temas.
¿Alguna reflexión final?
Tenemos que cambiar nuestra actitud frente al problemas de las drogas. Se estima que en el mundo hay unos 27 millones de drogodependientes. Este drama supone que cada año mueren 200.000 persona a causa de los estupefacientes, casi tres veces la población de la isla de La Palma. Las políticas represiva y criminalizadoras sobre el que consume, no han dado resultado. Se necesita enfocar el problema desde el punto de vista de seres humanos que sufren y que no siempre pueden controlar solos esta fatalidad autodestructiva. Hace falta erradicar el estigma de “vicio” y cambiar a políticas que posibiliten un abordaje como problema de salud.